Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

2/21/2007

EL MULADAR CREATIVO

La Feria que todos los años nos anima la vida llenándonosla de color y de absurdo abre de nuevo sus puertas. Este año, previo a visitarla y con la experiencia acumulada (que no suele enseñar nada) y la dosis necesaria de insistencia me he formulado unas cuantas preguntas:

¿Hay alguna diferencia entre una feria de ganado, de turismo, o degustación de la lombarda?
¿Esta feria muestra una explosión de la creatividad como nunca antes había conocido el ser humano?
¿Es una feria el lugar apropiado en dónde exponer el producto de esta creatividad?
¿En qué contribuye esta feria al desprestigio del arte en general?

Pero antes de contestar a estas y otras preguntas, conviene repasar algunas cuestiones que no deberíamos pasar por alto todos aquellos que consideramos al Arte como la EXPRESIÓN DE LA DIVINIDAD INHERENTE DEL SER HUMANO. (Esto debe leerse con pronunciación letárgica) la … EXPRESIÓN DE LA DIVINIDAD INHERENTE DEL SER HUMANO.

El motivo de este evento según reza la propaganda de los gestores del mismo es “la promoción y venta de obras y ediciones de arte de vanguardia y contemporáneas de los siglos XX y XXI, con especial dedicación a las últimas expresiones visuales; además, y en su condición específica de FERIA INTERNACIONAL, primar con especial énfasis la participación de las GALERÍAS y EDITORAS que más hayan destacado en sus actividades de ámbito y repercusión internacionales”

Parece claro que no hay contradicciones. ES UN MERCADO en donde se venden obras y ediciones de arte de vanguardia. Estamos pues en uno de los santuarios del mercado del arte. Destaca pues el aspecto Mercantil por encima del valor artístico de las obras que se exponen a través de él. Claro que, ¿cuál es el valor artístico de una obra?. Pues, el que el mercado establezca. Es bien simple. No hay un valor inherente en ninguna obra, y no sólo eso, tampoco hay parámetros para poder establecer ese valor –por supuesto de cambio- . Aquí no vale el tiempo dedicado en la ejecución, no hay un precio de hora/taller. El valor de una obra lo atribuye y lo establece el mercado.

Pero este mercado es un tanto singular, no se rige exactamente por las tradicionales leyes de la oferta y la demanda. Es un mercado orientado a la generación de la demanda, en el que se ofertan objetos de consumo con el valor añadido de “artísticos”, fundamentalmente otorgado por el envoltorio, la apariencia, en el que se dispensan.

En el paroxismo de su insaciabilidad la sociedad consumista vende lo innecesario, lo absurdo, lo anecdótico, lo insustancial, lo inobservable, con ese hálito de glamour que sólo da el pret a porter, como si fueran objetos singulares fruto de la EXPRESIÓN DE LA DIVINIDAD INHERENTE DEL SER HUMANO, como si no fueran atribuibles a sus diseñadores, sino por la atribución que les da quienes las compran y poseen. He ahí en dónde se consagra la sangre del artista por destacar su firma.

No habría nada de perverso en esta actividad si se reconociera por todos los participantes de que es una representación fraudulenta, un montaje industrial para promocionar decoración, para ampliar la cuota de mercado de un sector productivo que se ofrece como alternativa al del muladar, desgraciadamente en desaparición por las nuevas formas de agrupamiento urbano de esta era postindustrial.

Por eso lo más que se puede hacer ante tanta obra “bonita” es turismo cultural: una nueva modalidad para combatir el aburrimiento y la inexpresividad acumulada.

4 comentarios:

La Caverna de Rictus dijo...

La situación del arte, al día de hoy, es realmente delicada. Todo arte -música, pintura, literatura, etc.- está inscrito en el marco (¿incomparable?) de una industria. Es el sino de los tiempos. Durante milenios el arte dependía estrictamente del mecenazgo directo del poder. Todos los clásicos que conocemos pudieron desarrollar su obra bajo el paraguas económico de alguien con posibles. Pocos ha habido, y menos han trascendido, que hayan desarrollado su tarea sin el apoyo económico de un benefactor. Solo se me ocurre el caso de los pintores de Altamira, y vaya usted a saber qué trapicheos había por aquel entonces. Hoy no existen esos mecenas (o si existen son testimoniales), porque el arte ha generado una industria propia en la medida en que hay la suficiente cantidad de gente que es capaz de pagar por él, cosa que antes no sucedía. Así las cosas, el arte -todo él, el bueno, el malo, el que es simplemente un timo y el que se arriesga buscando el límite de la vanguardia- está inmerso en la inmisericorde lógica del mercado. Una feria de arte es, en efecto, lo mismo qu una feria de ganado, solo que en vez de vacas venden cuadros, e incluso a veces... ¡también venden vacas! Lo cual no quiere decir en el mercado del arte no se pueda encontrar algo realmente válido. Lo hay, sin duda, pero en las proporciones esperables, siempre mínimas. El resto, el tinglado, la farfolla, los intereses, el intrusismo, los atorrantes, el relumbron fatuo y demás, no es responsabilidad del arte, sino del mecanismo del mercado. Uno va al Corte Inglés y encuentra unidos, por orden alfabético, a Rosa (de Operación Triunfo) y a los Rolling Stones, a Almodovar y a Altman, a Pérez Reverte y a Poe. Nuestra es la decisión, nuestra es la responsabilidad de separar el grano de la paja. No esperemos ayuda de los medios, que no pasan de ser subrepticias agencias de publicidad. El arte de nuestro tiempo es un negocio, sí,como la venta de peras, pero no por ello debemos escoger las que estén podridas.

TRANSIDO dijo...

Desde luego, mientras el arte estuvo financiado por el mecenazgo su calidad fué más que notoria y su funcionalidad también. Pudo estar limitado en sus contenidos en cada época (motivos religiosos, ornamentos conmemorativos, retratos de época, crónica social... Todo ello fué superado por los propios artistas,no sólo a través de una evolución técnica y conceptual en la composición y ejecución de las obras, sino también irrumpiendo y traspasando los límites estéticos formales, la visión e interpretación del mundo, su didactismo.
En todo este trance el espectador no participaba como poseedor de las obras, sino como posible intérprete de las mismas durante su exposición hasta antes de la aparición de los museos.

Desde ese momento parece que el arte se "democratiza", por dos motivos, porque aparece el crítico y porque el público puede tener acceso a la compra de obras, y por ello a elegir dentro de la oferta disponible.

El mercado del arte como hoy lo conocemos tiene su referente en las exposiciones independientes de Paris desde mediados del XIX. Aquí se fraguó el nuevo mercado para las obras... después vino todo lo demás que no vamos a repasar...

Pero yo no crteo que la responsabilidad sea del comprador, de saber distinguir el grano de la paja. El mercado impone tendencias, crea moda, invierte en sus valores y eso determina qué tipo de arte se vende y cual no, quién accede y quien no, con qué valor económico se cotiza, etc...
Es este mercado, como los medios de comunicación a otro nivel, quie establece los contenidos, justificándo la bazofia que expenden por el consumo o demanda que se produce de la misma. ¿Porqué retirar la telebasura si es lo que consume el expectador?. ¿Pero consume eso porque no tiene otra cosa que consumir, siendo el hecho mismo de hacerlo (con independencia del contenido)lo que realmente establece la demanda?. Y si fuera así, que se traga lo que sea, ¿no estaría la responsabilidad de su elección en quien ofrece y qué ofrece?.

No quiero trasladar la capacidad de decidir del individuo al mercado. Pero si al menos resituar la parte que le corresponde a cada uno.

En este sentido como masa compulsiva consumidora,el individuo adquiere lo que se le de, siempre y cuando lo perciba como novedoso, distinto, provocativo, irreverente, etc, etc... todos valores añadidos impuestos por el marketing para fidelizar a la clientela en última instancia.

El mercado por su parte tiene una prioridad, mejorar sus beneficios, para lo cual necesita aumentar la demanda y controlar la oferta. Aumnque hay matices importantes: Hay que elevar la cotización de los "clásicos"; hay que subir a esa categoría sólo a algunos privilegiados; hay que estimular la producción pero limitadamente.

Todo ello conlleva que el criterio de calidad sea el de cotización, y que el valor de la obra sea el de cambio,el de mercado. No hay otro valor, nadie habla o piensa en otro valor: calidad, riesgo-compromiso del creador, ni siquiera el de uso: deleite para los sentidos,belleza, etc etc...

Así las cosas la mayoria de los clientes del arte son compradores de arte, es decir inversores en arte,que a lo sumo conjugarán sus gustos estéticos orquestados y dirigidos desde el mercado, con la posible rentabilidad del valor de su inversión.

De los demás valores que tuvo el arte sólo quedan aquellos que sirvan para darles un valor añadido, es decir, mejorar su posicionamiento en la estantería, contribuir a su merchandaising.

Recuerda aquello de "esto se vende solo"...y cosas similares.

No se, por tanto, si hay alguna opción para encontrar alguna pera que no esté podrida en ese mercado. Yo, lo dudo.

La Caverna de Rictus dijo...

Pues la verdad es que tiene más razón que un santo, así que para qué te la voy a quitar...

TRANSIDO dijo...

De eso se trata, de quitar la razón al santo .....