EL TONTO Y LA VEREDA
Cuando un tonto coge una vereda o se acaba el tonto o se acaba la vereda.
(dicho popular)
Ayer escuché esto a un frutero en el Cerro del Águila, mientras Rajoy se paseaba por sus calles, buscando arañar el voto del resentimiento entre las clases populares.
Efectivamente, este personaje de comedia casposa dieciochesca se presenta como un boxeador que reparte mandorla a diestro y siniestro, como cuando uno sabe que está tocado y no quiere que se le note, se defiende atacando pensando que este es el último asalto, con una evidente falta de perspectiva del propio combate.
Claro que esta es la estrategia de la pelea por el poder preparada desde FAES, esa maquinaria gestada para ejercer de gobierno en la sombra, pero que por razones imprevistas se ha tenido que reconvertir en central de diseño de la estrategia de la oposición.
Sin duda, la presencia de un director de escena entre bambalinas da morbo a esta representación que la derecha española está realizando en su campaña de lucha política.
La técnica es conocida y se puede encontrar, por un lado, en manuales básicos de publicidad y marketing: a través de campañas agresivas con un lenguaje despectivo sobre el adversario - mejor denominarlo enemigo -; tergiversación y confusión en torno a hechos reales; constante presencia mediática con idéntico mensaje –el otro es el culpable -; encubrimiento de sus verdaderos intereses por alcanzar el poder bajo los problemas y necesidades de la población, a través de manipulaciones emotivas. Por otro, en textos ya machacados de psicología social aplicada: manipulación que pretende elevar a la categoría de verosímil aquello que no puede serlo por falta de pruebas – la intoxicación a través de teorías de conspiración -; recurrencia al victimismo pero utilizando a las víctimas reales en su propio beneficio; extorsión emocional creando un estado de opinión fundamentado en el miedo o el desastre a través del catastrofismo.
El populismo burgués representado por el discurso de Rajoy se sirve de la moral más rancia a través de llamamientos y consignas que quieren imponer los valores tradicionalistas que sustentaron al franquismo: castidad en el terreno sexual (su defensa del matrimonio heterosexual, su condena del aborto); nacionalismo reaccionario, con ese enaltecimiento de la patria, una e indivisible, por encima de cualquier voluntad, pero que a su vez serían capaces de vender por una foto al mismo diablo (el presidente Aznar en las Azores).
Rajoy y sus escuderos son tipos grises que ya conocen las mieses del poder. Sentados sobre él estuvieron a punto de repetir como polichinelas de una obra que afortunadamente no se llegó a representar, porque lo evitaron precisamente los fantasmas de las 160 víctimas que tienen a sus espaldas. Y todo, por no reconocer que su apuesta guerrera podía traer esas consecuencias tras alimentar el odio del “infiel”.
Hoy, no aceptando su error, huyen hacia adelante empujados por el resentimiento como la única alternativa a su impericia y deshonestidad, queriendo reproducir ante el problema vasco la misma actitud, porque quizá también estén sedientos de víctimas. Pero lo peor de todo es que parece que están dispuestos a terminar con el propio sistema que les da de comer, en una especie de ataque de enajenación planificada.
Es evidente que las próximas elecciones no dirimirán sólo quién o quienes gobernarán este país sino que tipo de oposición NO se quiere tener.
(dicho popular)
Ayer escuché esto a un frutero en el Cerro del Águila, mientras Rajoy se paseaba por sus calles, buscando arañar el voto del resentimiento entre las clases populares.
Efectivamente, este personaje de comedia casposa dieciochesca se presenta como un boxeador que reparte mandorla a diestro y siniestro, como cuando uno sabe que está tocado y no quiere que se le note, se defiende atacando pensando que este es el último asalto, con una evidente falta de perspectiva del propio combate.
Claro que esta es la estrategia de la pelea por el poder preparada desde FAES, esa maquinaria gestada para ejercer de gobierno en la sombra, pero que por razones imprevistas se ha tenido que reconvertir en central de diseño de la estrategia de la oposición.
Sin duda, la presencia de un director de escena entre bambalinas da morbo a esta representación que la derecha española está realizando en su campaña de lucha política.
La técnica es conocida y se puede encontrar, por un lado, en manuales básicos de publicidad y marketing: a través de campañas agresivas con un lenguaje despectivo sobre el adversario - mejor denominarlo enemigo -; tergiversación y confusión en torno a hechos reales; constante presencia mediática con idéntico mensaje –el otro es el culpable -; encubrimiento de sus verdaderos intereses por alcanzar el poder bajo los problemas y necesidades de la población, a través de manipulaciones emotivas. Por otro, en textos ya machacados de psicología social aplicada: manipulación que pretende elevar a la categoría de verosímil aquello que no puede serlo por falta de pruebas – la intoxicación a través de teorías de conspiración -; recurrencia al victimismo pero utilizando a las víctimas reales en su propio beneficio; extorsión emocional creando un estado de opinión fundamentado en el miedo o el desastre a través del catastrofismo.
El populismo burgués representado por el discurso de Rajoy se sirve de la moral más rancia a través de llamamientos y consignas que quieren imponer los valores tradicionalistas que sustentaron al franquismo: castidad en el terreno sexual (su defensa del matrimonio heterosexual, su condena del aborto); nacionalismo reaccionario, con ese enaltecimiento de la patria, una e indivisible, por encima de cualquier voluntad, pero que a su vez serían capaces de vender por una foto al mismo diablo (el presidente Aznar en las Azores).
Rajoy y sus escuderos son tipos grises que ya conocen las mieses del poder. Sentados sobre él estuvieron a punto de repetir como polichinelas de una obra que afortunadamente no se llegó a representar, porque lo evitaron precisamente los fantasmas de las 160 víctimas que tienen a sus espaldas. Y todo, por no reconocer que su apuesta guerrera podía traer esas consecuencias tras alimentar el odio del “infiel”.
Hoy, no aceptando su error, huyen hacia adelante empujados por el resentimiento como la única alternativa a su impericia y deshonestidad, queriendo reproducir ante el problema vasco la misma actitud, porque quizá también estén sedientos de víctimas. Pero lo peor de todo es que parece que están dispuestos a terminar con el propio sistema que les da de comer, en una especie de ataque de enajenación planificada.
Es evidente que las próximas elecciones no dirimirán sólo quién o quienes gobernarán este país sino que tipo de oposición NO se quiere tener.
5 comentarios:
Soy piel justa alegre que elegiste hablar de esta materia, así que de mucha gente lejos del del mundo real .
El mundo real.........? Quizá de los mundos irreales, Piel Justa.
Si fueras un poco menos críptico o desarrollaras más este pensamiento inútil, y por ello bienvenido, podría corresponderte mejor.
Tal como están las cosas, me parece que en las próximas elecciones va a haber una nueva y bastante numerosa modelaidad de opción política: el voto en defensa propia...
Si, habrá que ir preparando la autodefensa y no sólo en el voto, ese acto intranscendente pero que en ocasiones se hace relevante.
La derecha a vuelto a su caverna y desde allí agazapada conspira, y gruñe, dispuesta a salir y arrasar con todo, si no se le devuelve el poder.
Si han llegado hasta aquí calentando motores, no van a parar. esto ya no tiene marcha atrás. Van a su suicidio político, y en él querrán arrastrar a todo el que se ponga por delante.
Tienen un importante jándicap en su contra: la economía va bien.
Y esa minoria fluctuante, que es la que decide en unas elecciones la mayoría, si no ocurre un acontecimiento como el del 11M, no va a cambiar de chaqueta.
Su actitud creo que va a conseguir no desmovilizar a la izquierda a la hora de votar, porque su comportamiento es un ataque en toda regla al propio sistema democrático.
Sólo ETA les puede dar la victoria, y ya podemos intuir cómo.
Hay muchas posibilidades de que así sea, pues los enemigos se necesitan para seguir existiendo.
Agudizar las contradicciones/deteriorar el sistema: dos estrategias que confluyen desde la dialectica de la perversión ideológica y política.
Por que no:)
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