Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

6/23/2008

PALABRAS VACÍAS

Tanto nuestros textos como nuestros discursos están plagados –llenos- de "palabras vacías". ¿Pero, qué podemos entender con "palabras vacías"?. ¿Quizá aquellas cuyo significado no se contiene en ellas mismas?. ¿Quizá aquellas otras que son contenidas en otros significantes?.

Lo paradójico pero efectivo es que aquello que se contiene a sí mismo es inesencial, en el sentido de que no puede desprender de su totalidad aquello que lo caracteriza. Por eso el ser contenido en sí es reo de su propio consistir, pues consiste en ser contenido. Su consistencia reside en la inalterabilidad de su delimitación, en la contundencia de su exactitud por la pulcritud de su mecánica.

Lo esencial, por el contrario, siempre remite a otro origen, proviene de otra composición de fuerzas, es huella camuflada pero indeleble.

Si un discurso resulta legible es por la contribución que le aportan esas "palabras vacías", que son como los silencios en el propio orden del discurso, aquello en los que se sustenta la articulación del sonido.

Una palabra vacía no es evocadora, no nos traslada, pero si es ese componente que hace posible que la mezcla funcione o se precipite, por tanto cataliza. Es la argamasa con la que se superponen significados, la veladura que matiza sobre lo que se quiere decir.

Porque la palabra vacía busca la atención de un oyente que no ha sido identificado, y en ese sentido se universaliza en el contexto de su propia lengua. Por el contrario, la "palabra llena" sabe a quien se dirige, tiene un poseedor en destino, un finalizador. Las palabras vacías son para ese nadie de un todo, las llenas para ese alguien convenido a nada.

La palabra vacía no busca su sentido en lo morfológico, sino que encuentra su significado en lo amorfo. Se dispersa como un coloide suspendida en lo infraleve, lisonja que se pretende por ser inabarcable, caricia anónima.

La palabra vacía resurge del pensamiento no oprimido, esquiva su clasificación, su codificación, queda despreocupada del orden jerárquico del discurso, como eco de un suspiro debilitado.

Por las palabras vacías intuimos y dejamos de saber, nos transitan a la deriva. Su conquista es en realidad un secuestro al que nos sometemos ante la perplejidad de su inmanente presencia.

La palabra vacía es un anhelo que se evoca sobre lo no contributivo, un atentado contra la mansedumbre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La "palabra vacía" no existe. Existe la palabra estéril y la evidente posibilidad de que surja del vacío y recaiga en él.