Acerca de ...
Hacia otros lugares:
trascenderse. La ilusión de la individualidad. A propósito de lo
que confiere fundamento: lo que no somos. El abismo de lo potencial.
El Estado como organización de dominio, no de supervivencia.
La materia oscura proyecta una luz negra de contrasentido, imperceptible, que se nutre de lo inerte.
En el consumo de desplazamientos cada individuo simula que se trasciende. ¿Que importa el destino si lo que nos atrae es el viaje?. En este contexto el movimiento puede considerarse un síntoma de la quietud. Es una manera de ampliar el perímetro vital mediante una oscilación pendular -ida y vuelta- . En ese sentido la materia permanece invariable. Hay ciertamente una especie de equilibrio nutricional pero referido a la sensación, con ello podemos certificar que hay seguridad en la incertidumbre y obtener seguridad por la invariabilidad que ofrece el retorno.
De este modo buscamos algún fundamento en lo que no somos porque el contraste es lo que nos ofrece alguna garantía, quizá la única garantía. Así es como la identidad fructifica en el no reconocimiento del otro y se alimenta de su posterior exclusión.
Por otro lado, el crédito del potencial no garantiza el acto. No es la acumulación de la disponibilidad lo que nos aleja del abismo, contrariamente es lo que nos subsume en él. La disponibilidad nos subordina y, en ese orden, determina cualquier acción. ¿Es el peso de lo que pudo ser y no fue la omisión que nos presencia y confiere fortaleza?.
Estructuralmente, cada Estado intentó acumular todo un potencial destructor para luego expandirse y ejercer su dominio, su soberanía. Hoy se recurre a los Estados, a través de sus Servicios Públicos, para sobrevivir, pero la morfología del Estado en su origen fue privada, se fundamentó en intereses privados limitados en sus expectativas por otros intereses comunes de la ciudadanía. Sólo a través del equilibrio entre esos intereses han podido pervivir. Hoy, ciertamente, este equilibrio está siendo cuestionado pues la percepción que tenemos no es de mayor distribución en lo social, sino del acopio particular.
La materia oscura proyecta una luz negra de contrasentido, imperceptible, que se nutre de lo inerte.
En el consumo de desplazamientos cada individuo simula que se trasciende. ¿Que importa el destino si lo que nos atrae es el viaje?. En este contexto el movimiento puede considerarse un síntoma de la quietud. Es una manera de ampliar el perímetro vital mediante una oscilación pendular -ida y vuelta- . En ese sentido la materia permanece invariable. Hay ciertamente una especie de equilibrio nutricional pero referido a la sensación, con ello podemos certificar que hay seguridad en la incertidumbre y obtener seguridad por la invariabilidad que ofrece el retorno.
De este modo buscamos algún fundamento en lo que no somos porque el contraste es lo que nos ofrece alguna garantía, quizá la única garantía. Así es como la identidad fructifica en el no reconocimiento del otro y se alimenta de su posterior exclusión.
Por otro lado, el crédito del potencial no garantiza el acto. No es la acumulación de la disponibilidad lo que nos aleja del abismo, contrariamente es lo que nos subsume en él. La disponibilidad nos subordina y, en ese orden, determina cualquier acción. ¿Es el peso de lo que pudo ser y no fue la omisión que nos presencia y confiere fortaleza?.
Estructuralmente, cada Estado intentó acumular todo un potencial destructor para luego expandirse y ejercer su dominio, su soberanía. Hoy se recurre a los Estados, a través de sus Servicios Públicos, para sobrevivir, pero la morfología del Estado en su origen fue privada, se fundamentó en intereses privados limitados en sus expectativas por otros intereses comunes de la ciudadanía. Sólo a través del equilibrio entre esos intereses han podido pervivir. Hoy, ciertamente, este equilibrio está siendo cuestionado pues la percepción que tenemos no es de mayor distribución en lo social, sino del acopio particular.
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