LOS MEDIOS
Desde hace un siglo y medio, los medios de comunicación no sólo han desempeñado el papel de transmisores, facilitando la comunicación, sino que se han especializado en crear su propio nicho de poder creando por sí mismos lo que se ha venido a denominar estados de opinión.
Hoy el mundo de la comunicación informativa es altamente tóxico o intoxicante. Bajo pretendidas aspiraciones de objetividad, imparcialidad o ecuanimidad, incurren en posicionamientos claramente ideológicos y pragmáticamente partidistas. Destacándose como valedores de lo que ocurre, posicionándose como los primeros destinatarios de la acción política, pues los políticos en sus intervenciones públicas no se dirigen a los ciudadanos sino fundamentalmente a los medios.
Por otro lado hay que considerar también que el medio es el propio mensaje. El medio como producto situado en un mercado debe competir, para aumentar su audiencia, lo que le permitirá aumentar sus ingresos por publicidad. La información no se sustenta en quimeras altruistas o ni siquiera de servicio público, o de valedores de la libertad de expresión. Sería ingenuo creer que algo que pretende escandalizar, como la portada de El Jueves secuestrada, obedece a otros motivos que los púramente mercantiles. Quién quiera ver ahí posiciones de independencia y libertad debe volver a graduarse su sistema perceptivo correspondiente.
Otra cosa son las coincidencias, los efectos no deseados de una acción, lo imprevisible que acontece, la confluencia de posibilidades o de intereses. Eso, que ocurre y es verosímil, no tiene nada que ver con el motivo que fundamenta la exposición de los acontecimientos.
Hay muchas realidades en función de la apariencia que elijamos como decorado para nuestras vidas. La imposición de lo fijo engendra lo falso y desde los medios se quiere acotar la realidad por las limitaciones de su encuadre, por las veleidades tendenciosas de sus opiniones, por la sutil interpretación de los hechos, por la representación que se dispensa.
El ciudadano es ante todo un cliente potencial. La vida social está inmersa y gobernada por este paradigma económico llamado mercado, que se propone convencernos de que esta es la esencia de la especie. El humano ya no es un ser social sino en tanto sea y se reconozca como objeto del mercado, en el que vende su fuerza de trabajo o intercambia sus habilidades a través de bancos de ayuda voluntaria.
El conocimiento nos aleja del desinterés y nos hace interesados, pero lo interesante es haberse sustraído al discurso que pretende convencernos de que en toda esa bazofia se esconda alguna virtud.
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