UNA APORÍA INSOSLAYABLE
Durante siglos los estados, las naciones, sacrificaron vidas para sustentarse, de modo que la muerte de sus caídos anónimos fuera uno de sus pilares. La mortalidad cobraba así sentido aún en su anonimato, vivificando la vida de los súbditos. Hoy, los estados sacrifican a la propia muerte, banalizándola expositivamente, en una representación reiterada de cifras estadísticas para mantener sus sistemas productivos fundamentados en cómo evitarla.
Por otro lado las religiones, transformadas en Estados virtuales, contribuyen al sacrificio por la inmortalidad que pregonan sus credos con el martirio de fieles para su causa. La muerte, como consecuencia natural, ve usurpada su carácter de límite y se transforma en vehículo redentor para el fiel que se inmola. La muerte ya no es el fin, sino el único medio para insustanciarse de una vida indigna.
El sujeto masa sólo puede singularizarse inmolándose como mártir en la guerra de un estado o de un credo contra sus adversarios. La "liberación" por la muerte rompe así el maleficio y la condena al anonimato.
En este contexto, sólo la acción de morir matando confiere transcendencia al hecho de vivir ignorado. La causa de la muerte del suicida ejecutor es legítima en la medida en que su acción es elegible, y también por ello evitable. Por el contrario, la muerte de su víctima es ilegítima porque no es evitable desde sí mismo al no depender de sí.
La legitimidad o no de la muerte se sustenta hoy en su causalidad y por ende en su evitabilidad. De ahí que para los verdugos o para los que como tal ejercen toda muerte es indigna para quien la recibe, pero dignifica por el contrario a quien la presta.
Desde esta lógica, y paradójicamente, la eutanasia activa, como prestación sustitutiva de los cuidados terminales, es una indignidad tanto para el que la recibe como para quien la presta, porque, mientras pueda evitarse causalmente, no estará en ningún modo legitimada su facilitación.
Morir sin causa, sin motivo, "naturalmente", es algo que pertenece al tiempo del asombro. Hoy nada sorprende por el secuestro que las imágenes han hecho del mundo. Lo circunstancial ha sido sustituido por lo causal. Lo ambiental ha perdido consistencia frente a lo orgánico. La ley produce la circunstancia, crea el orden, no se proclama por ella ni emana de él.
De este modo la muerte como respuesta al caos, a la entropía cinética, a la incertidumbre, ya no es absurda, sino que se torna en solución reglamentada, causalizada, autorizada y normalizada. De ahí que la muerte, inducida por la seducción de sí misma, sea la morfología de la sinrazón, el símbolo de toda transcendencia onanista.
6 comentarios:
De como lo vulgar me reclama
¿Donde comprar un cuarto y mitad de simpleza?
Acaso no sea que los botarates ya hayan llegado a Dios. Y nosotros tan lejos...
"No creo en el hombre, no creo en Dios, no creo en el amor, no creo en mí".
Cerrar el círculo de las increencias es completar el proyecto nihilista que a mí también me sedujo. Pero cuanto tiempo perdido.
Salir de la nada para llegar a las más altas cotas de miseria (¿lo dijo Groucho?)
Creo que me equivoqué de sitio. No debí publicar esto aquí. En fin, algún día entenderé esto de los bloggs
Te agradezco el comentario entre tanto silencio, aunque esto que escribes, Branstein, no cuadra mucho con el texto que propongo. Quizá te hayas equivocado de entrada, o de texto....
De todos modos el tiempo está para perderse. Y la fe no es más que una de las manifestaciones del pánico ante el horror vacui. La esperanza es otra de ellas, un poco más laica.
Pues porque quizá ante la insignificancia de uno mismo se deposite en el otro "elvis" la trascendencia que en uno no es posible.
Esa es una de las facetas de la trascendencia, permanecer vivo a pesar de estar muerto.
Claro que podría también pensarse que el único vivo es "Elvis" y que todos los demás que creen que no está muerto, realmente sí lo están, pues no tienen ninguna posibilidad de trascender.
No se si conoces un pensamiento de la santa española Teresa que dice: "Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero".
Gracias por tu post desde tan larga distancia.
Intenté mandártelo por e-mail, pero me lo devolvió tu servidor. Aunque sigue sin encajar aquí, es una especie de respuesta a tu "desencaje"
Bueno, el cierre del círculo de las increencias no es explicable. Forma parte del RECORRIDO del nómada. Pero te aseguro que es uno de los sitios más terribles a los que cabe llegar. Desde entonces busco pistas que me confirmen que fue por algo o para algo.
Pero no hay que desesperar, eso aún no es nihilismo y no tiene porqué llegar a serlo. Si las pistas terminan "hablando" sospecho que más bien dirán que es el antídoto contra el nihilismo.
La batalla apenas ha comenzado. Por lo pronto conformémonos con asir fuertemente la espada aunque nos queme la mano. Lo fácil sería
arrojarla lejos y huir despavorido.
Me encuentro equidistantemente alejado del nihilismo y de la esperanza.
Eso no significa ningún equilibrio, más bien lo contrario. En este nuestro mundo polarizado siempre se te quiere colocar en alguno de los vértices de lo inexistente, en alguno de los bandos de la depredación.
Me preocupa, sin embargo, conservar un rescoldo entre lo inerte más que cualquier otro instrumento o prótesis para las novedosas morfologías del canibalismo.
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