Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

3/14/2009

NADIE

Nadie espera tras un nombre para evocar los objetos
Nadie no se esconde bajo un rostro que no quiere aparecer
Nadie no comprende su tiempo si no es por evasión
Nadie me acompaña en un discurso de silencios compartidos
Nadie sabe que su ausencia no me reconforta
Nadie me dispensa el silencio necesario para interpretar sin interferencias
Nadie me objetiva en lo físico del acontecimiento
Nadie no me ensombrece cuando aspiro a convencer
Nadie cuando llega extiende mi abrazo
Nadie desconoce que constatar su presencia me reconforta
Nadie debe asumir que es objeto de mi pasión por su insustancialidad
Nadie confía en que distinga en su presencia lo inobservado
Nadie me mira y eso no me distrae
Nadie se objetiva mientras desaparece
Nadie tiene la fuerza de la evocación y la debilidad del aserto
Nadie acapara mi atención hacia la indistinción
Nadie contiene un presente vació sin presencias ajenas
Nadie es la respuesta contundente a mis invocaciones más secretas
Nadie no llama y aún así me apremia a responder
Nadie responde con su silencio cuando me dejo callar
Nadie es una obsesión multitudinaria que crepita en silencio
Nadie permite encontrar lo que no se busca mientras no se ausente
Nadie no establece condiciones para que pueda crear silencios
Nadie no se expresa pero acoge sin juicio una insinuación
Nadie es suspensivo y por eso abre vereda
Nadie no se interroga porque no se refleja, aunque sí se presiente
Nadie no escribe ni habla pero refuerza la inteligibilidad de mi discurrir
Nadie se enclava y aún así consigue que me desprenda
Nadie entonces me contiene y me abandono

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Unas lamparones húmedos sobre las sábanas. Al retirarlas contemplé aterrorizado su origen...

Anónimo dijo...

Nadie, es el modo más acertado de nombrarse a uno mismo.

Anónimo dijo...

Aquí no es posible contemplar una puesta de sol, pues apenas éste roza el horizonte, remonta su ascenso.
Una inmensa taberna hiperbórea en la que se bebe para no emborracharse.
Nada se contempla con desdén sino con exactitud inapelable.
Todo cuanto sucedió se desliza y gotea por cristalinos carámbanos. Camino lentamente, ensimismado en el musical chasquido del hielo bajo mis pies...