Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

4/21/2009

EL COMPROMISO

El equilibrio emocional es un estado intangible, vaporoso e inalcanzable, pero en nuestra sociedad se promueven todo tipo de fórmulas, a modo de elixires, que prometen la añorada estabilidad, produciendo sin embargo profundas desestabilizaciones en lo personal y lo social. Una aproximación a las mismas se puede realizar a través del análisis de fenómenos que nos ofrezcan el suficiente contraste para poder discriminar en esos procesos, como, por ejemplo, el fenómeno del acaparamiento.

Se pueden establecer dos grandes morfologías vinculadas con este rasgo de la personalidad: aquellos representados por los que ACAPARAN, siempre dispuestos a un “SÍ quiero”, y los que PRESCINDEN, distinguidos por su “NO me interesa”.

De cada una de estas dos grandes tendencias es destacable que ambas obedecen a dos tipos de flujos en su posible respuesta: aquella por la que se afirma por el placer de no comprometerse, u otra, por la que se niega por el dolor de comprometerse.

Pero lo trascendente no es la respuesta o el compromiso que se adquiere o se evita, sino ante qué o con quien se establece ese compromiso.

Hoy el compromiso es una especie singular de fidelización exigida por las marcas comerciales, o por las organizaciones corporativas, en su tendencia hacia la excelencia en sus prácticas de mercado. La fidelidad es pues, ante todo, la expresión de un compromiso en todas nuestras relaciones, que no son otras que económicas o mercantiles. De aquí insoslayablemente que una crisis en los mercados económicos y financieros tenga que desencadenar consecuentemente crisis en las relaciones interpersonales. A pesar de ello, y paradójicamente, es ante esta situación cuando han disminuido el número de separaciones de parejas, obligadas las personas como están por compartir la penuria de una situación económica adversa. Eso no significa, desde luego, que el compromiso se refuerce, por el contrario, se debilita por la negativa a ejercer la libertad de elección, manteniéndose las relaciones por simple obligación de subsistencia.

Situarse en relación de compromiso es una tarea delicada por cuanto requiere habilidad para que esa maniobra, que siempre vincula a otros, lo haga hacia nuestro interés y pase lo más desapercibida posible. De este modo, el compromiso se materializa, a través de la intangibilidad de su expresión, a través de vínculos sociales inexistentes, en los que se teje la red de múltiples relaciones humanas vacías, o en relaciones simbióticas de corta duración, en las que los sujetos se afirman automáticamente por el placer de no comprometerse. Es lo que podemos denominar “el compromiso del no comprometido”.

Su comprobación pasa por la inversión de las relaciones de causalidad, que hasta hoy interpretábamos erróneamente: es la reacción lo que produce la acción. Son las reacciones suscitadas las que marcan el tono de un debate; es la reacción la que disuelve los límites de una confrontación; es lo denominado reaccionario lo que se impone afirmativamente por el placer de comprometerse. El signo de todo ello es la interjección, en dónde todo se contiene sin contenido y muere en su significación.

El comprometido antes se liberaba en la medida en que fijaba una posición, exigía del otro una respuesta no establecida, pero hacia una finalidad, en un sentido, en una orientación, era regla de un juego entre ambos. Hoy su falta retiene en la medida en la que se deslocaliza a cada sujeto, en un juego sin reglas y entre nadie.

2 comentarios:

SurLaMer dijo...

El compromiso "obligado" del no comprometido...

Un saludo.

Anónimo dijo...

El compromiso "obligado" del no comprometido...

Interesante, esta frase de SurLaMer... En esas comillas -que tanta "literatura" han propiciado- reside sustancialmente la cuestión. Y en los puntos suspensivos, claro está.