DEL TENER AL USAR PARA SER
Hace tiempo que las cuestiones o siquiera las inquietudes relacionadas con el “ser” dormitan en los anaqueles de las estanterías de algún anticuario, pues aquella masa informe que respondía a esa denominación ya se consumió junto al idealismo y la metafísica de lo incircunstancial. La diatriba de “ser o no ser” que tanto juego supuso desde Hamlet derivó, con la llegada de la sociedad industrial, en un “tener o no tener” al haberse democratizado el acceso a los bienes de consumo como medida de impulso necesario para el desarrollo de las fuerzas productivas. Hoy la saturación de los mercados en cualquier ámbito expele los productos que ya no se pueden consumir, tanto por la saturación de la oferta, como porque el hecho de poseer ya no es una distinción sino una carga, un pesado equipaje que en la sociedad digital no tiene motivo.
La socialización de las fuerzas productivas y de los medios de producción, aquella utopía reservada para una vanguardia que travestida en laica y nihilista mantenía el fondo secular de las esferas ecuménicas del poder religioso no llegó a ser viable. Por el contrario, en la actualidad, mucha de la producción se ha digitalizado, por lo que ha pasado de ser adquirida a ser compartida, en una especie de socialización virtual de los objetos de consumo. A partir de aquí ya no deberíamos hablar de “libre comercio” sino de “libre intercambio”, ya no hablaremos de propiedad privada, sino de uso (consumo) compartido.
Todo esto viene a significar que el modelo de propiedad respecto a los bienes se ha tornado obsoleto, ya se trate de propiedad física, intelectual, o de marca, etc. Asistimos a una escena en la que “la Propiedad”, uno de los pilares del viejo sistema, se tambalea, y el otro, “el Estado”, está también aquejado de una fuerte descomposición por lo menos en cuanto al ejercicio particular de su soberanía.
El mundo virtual nos permite que disfrutemos del uso de los objetos sin necesidad de pertenencia de los mismos. Comprar se ha sustituido por usar. De ahí que a partir de ahora las estrategias de penetración de la industria se encaminen hacia la propagación y venta de “licencias de uso” y no de “los artículos en sí mismos”. Ya no se trata por ejemplo de que miles de sujetos compren un videojuego, sino de que lo usen en red a un precio más económico. Con esto la materialidad del objeto se ha visto despojada de la identidad que hasta ahora a él iba asociada, de este modo el deseo ya no se manifiesta como algo exclusivamente particular sino como algo obligadamente compartido.
Es en la medida en que nos adentramos en ese uso virtual del consumo compartido, como novedosa estrategia de ventas y por ende de control social, por lo que cada vez se hace más prescindible el “mundo real”. La satisfacción ya no está vinculada a intentar colmar un deseo sino a mantenerlo siempre activo a través de poderlo compartir. Es aquí en donde el sistema binario se trasciende al exigir para su unicidad la complementariedad de elementos pares.
La igualdad social viene pues expresada en la accesibilidad al uso y disfrute de los objetos virtuales, estableciendose al efecto rangos, vinculados a la pertenencia o no a determinadas redes, espacios y a su interconectividad. Así, la vieja ilusión de la independencia en “lo real” se ve sustituida por la dependencia interactiva en “lo virtual”. La libertad ya no se ejerce mediante elección sino por el uso de los contenidos asignables a cada rango.
Por ello la cuestión del “ser o no ser” descansa ya en el museo de lo melodramático habilitado al efecto, y la ilusión por "el poseer" yace moribunda en los basureros del fetichismo masculino. Solo el uso de lo virtual andrógino y neutro nos identifica tras materializarse, eso también, otra de las pesadillas del idiota anónimo de turno.
La socialización de las fuerzas productivas y de los medios de producción, aquella utopía reservada para una vanguardia que travestida en laica y nihilista mantenía el fondo secular de las esferas ecuménicas del poder religioso no llegó a ser viable. Por el contrario, en la actualidad, mucha de la producción se ha digitalizado, por lo que ha pasado de ser adquirida a ser compartida, en una especie de socialización virtual de los objetos de consumo. A partir de aquí ya no deberíamos hablar de “libre comercio” sino de “libre intercambio”, ya no hablaremos de propiedad privada, sino de uso (consumo) compartido.
Todo esto viene a significar que el modelo de propiedad respecto a los bienes se ha tornado obsoleto, ya se trate de propiedad física, intelectual, o de marca, etc. Asistimos a una escena en la que “la Propiedad”, uno de los pilares del viejo sistema, se tambalea, y el otro, “el Estado”, está también aquejado de una fuerte descomposición por lo menos en cuanto al ejercicio particular de su soberanía.
El mundo virtual nos permite que disfrutemos del uso de los objetos sin necesidad de pertenencia de los mismos. Comprar se ha sustituido por usar. De ahí que a partir de ahora las estrategias de penetración de la industria se encaminen hacia la propagación y venta de “licencias de uso” y no de “los artículos en sí mismos”. Ya no se trata por ejemplo de que miles de sujetos compren un videojuego, sino de que lo usen en red a un precio más económico. Con esto la materialidad del objeto se ha visto despojada de la identidad que hasta ahora a él iba asociada, de este modo el deseo ya no se manifiesta como algo exclusivamente particular sino como algo obligadamente compartido.
Es en la medida en que nos adentramos en ese uso virtual del consumo compartido, como novedosa estrategia de ventas y por ende de control social, por lo que cada vez se hace más prescindible el “mundo real”. La satisfacción ya no está vinculada a intentar colmar un deseo sino a mantenerlo siempre activo a través de poderlo compartir. Es aquí en donde el sistema binario se trasciende al exigir para su unicidad la complementariedad de elementos pares.
La igualdad social viene pues expresada en la accesibilidad al uso y disfrute de los objetos virtuales, estableciendose al efecto rangos, vinculados a la pertenencia o no a determinadas redes, espacios y a su interconectividad. Así, la vieja ilusión de la independencia en “lo real” se ve sustituida por la dependencia interactiva en “lo virtual”. La libertad ya no se ejerce mediante elección sino por el uso de los contenidos asignables a cada rango.
Por ello la cuestión del “ser o no ser” descansa ya en el museo de lo melodramático habilitado al efecto, y la ilusión por "el poseer" yace moribunda en los basureros del fetichismo masculino. Solo el uso de lo virtual andrógino y neutro nos identifica tras materializarse, eso también, otra de las pesadillas del idiota anónimo de turno.
15 comentarios:
La perfección es el colofón que culmina la aspiración a desaparecer mediante medios propios.
La mayoría cree que la ficción está "al otro lado". Tendremos oportunidad de comprobar la naturaleza de esa creencia tras el brutal apagón que se avecina.
Pero... ¡Todavía estamos en esas!
"la cuestión del “ser o no ser” descansa ya en el museo de lo melodramático..."
Apreciamos la calidad de las personas por su resistencia a ser otra cosa distinta a lo que son.
En situaciones extremas esto puede significar decidir(se) entre la vida y la muerte, entre "ser y no ser". Sucede así todos los días, todo el tiempo.
El museo, pues, tendrá que esperar.
La resistencia es un atributo más, en ocasiones adecuado pero en otras despreciable.
La residtencia en sí no vale nada, sólo en la relación y en determinadas ocasiones.
Quizá como opción estética ... gane atributos circunstanciales, pero nada más.
Da por supuesto para un amplio diálogo....
Es posible que la resistencia sea, como usted dice, un atributo más, pero en cualquier caso un atributo esencial, no sólo de los seres animados sino, también, del mundo inanimado.
No alcanzo a vislumbrar siquiera en qué ocasiones pueda dicho atributo ser despreciable.
"La resistencia en sí no vale nada", afirma usted. Yo iría más lejos aún, yo diría que la resistencia "en sí" no es nada, la resistencia es siempre respecto a algo o alguien opuesto, claro.
Sólo espero que cuando cruce un puente o embarque en un avión, los elementos que conforman sus estructuras se resistan a ser otra cosa que lo que son, por mi bien y por el bien de quienes transiten por el puente o naveguen a bordo de un avión.
Me refiero no a la resistencia física intrínseca de la materia en su organización, sino a la resistencia como cualidad añadida: "La resistencia a un enemigo","la resistencia a la muerte". En muchas ocasiones esa "resistencia" añadida refuerza al enemigo, y a la muerte.
Por ejemplo, el terrorismo como forma de "resistencia hacia la emancipación" ha reforzado los sistemas de control, de represión, de gasto económico en armamento, etc, etc, etc....
Ante la muerte, ha rewforzado los sistemas de producción clínica que prolongan la existencia con "más años de vida" pero en detrimento de la vida en esos años".
La resistencia singular como reducto vital afianza el poder despótico ante quien se alza.
Como estrategia vital, es bajo este punto de vista, errónea en gran medida.
Pero entonces ya no hablaríamos de resistencia sino del poder -o del dominio- y de la manipulación que éste ejerce sobre lo dominado.
Ciertamente el poder establecido "se resiste" a abandonar su primacía, pero esa resistencia -al margen de consideraciones morales o políticas- no deja de ser una cualidad esencial para su supremacía.
Prolongar la vida no es en sí algo negativo, otra cosa es la aceptación y el sentido que a esa prolongación queramos otorgarle.
En cuanto a los sistemas de control, simplemente evolucionan en la misma medida que lo hacen las sociedades y el mundo.
Gran parte de las "noticias" centradas en dichos sistemas -e incluso en su denuncia- pertenecen a los mecanismos de sondeo y control.
Naturalmente, una vida reducida a simple y contínuo resistir no es deseable, pero en ocasiones es inevitable.
El poder, o el domio -su forma de realización- no se resiste a su ejercicio.
La cuestión está en si la resistencia particular o colectiva ejercida contra él lo socava o lo alimenta.
Las revoluciones crean siempre un VACÍO de poder que rápidamente es ocupado por otra forma del mismo más perfeccionada.
En este sentido se plantea si las formas de resistencia no han sido las que han modelado en gran medida las formas de poder y el ejercio de su dominio.
El poder es intrínsecamente conservador, es en este sentido en el que digo que "resiste".
En cuanto a si la resistencia (la de los dominados) lo socava o lo alimenta, dependerá de cada caso y circunstancia, no se pude generalizar sin caer en dogmáticas abstracciones.
La revolución no es (ya) una forma de resistencia, sino de ataque directo al poder establecido.
Lo que surge de las revoluciones, del vacio de poder creado por ellas -como usted afirma-, es otra cuestión.
Ciertamente las tendencias hacia el inmovilismo en el poder son importantes, sobre todo cuanto su soberanbia es restringida, en los estados-nación o en las corporaciones a la vieja usanza.
Hoy, desdibujados estos paradigmas de organización del poder, éste se jacta de ser más que conservador progresista. Es el progreso en lo que sustenta su pervivencia, su perpetuación. No hay más que escuchar a sus atlateres para ponderar el valor de la quienes la palabra progreso.
Hoy recurrir a eso de "el cambio" es un seguro para la continuidad. Cambiar para seguir igual. En eso tenemos una experiencia política muy evidente en estos últimos 30 años.
¿Ve usted alguna revolución activa en la actualidad?. ¿Qué medios utiliza para significarse y ser reconocible?.
¿No habrá sido cada revolución parte de la estrategia del poder para renovarse, una especie de purga exigida por la proyección de nuestro estatus biológico en todos los sentidos de lo humano?.
Bueno, no es ninguna novedad que el poder utiliza estratagemas y argucias de toda índole -incluido el "progresismo" y el "cambio"- para perpetuarse.
Desde luego, estoy de acuerdo con usted en lo referente a los últimos treinta años (incluida, como no podía ser de otro modo, la tan cacareada Transición),
pero estimo que, a pesar de los pesares (que son numerosos) existen ciertos aspectos de la actividad humana que podríamos calificar de revolucionarios.
Vivimos inmersos en un singular período de transformación coadyuvado por los logros tecno-científicos que, en sí mismos, no sólo no son garantía de "progreso",
sino que pueden propiciar terribles involuciones en el terreno socio-político.
Sin embargo, esa herramienta que la ciencia y la tecnología facilita es también posibilidad de transformación y, sí, de cambio real en la esencia del poder, o de la administración del poder.
Se siguen aplicando conceptos obsoletos para analizar la realidad (incluyendo el concepto mismo de "realidad"), pero ésta puede contemplarse desde muy diversas perspectivas.
La última cuestión, que con especulativa agudeza usted plantea, nos llevaría a un devate filosófico sobre la especie, el origen y los fines.
En principio, todo es posible.
La ciencia le planteó al poder problemas importantes antes de ser aplicada. Cuando lo fué introdujo nuevos impulsos para que éste se perfeccionara. La revolución industrial, por ejemplo, fortaleció los Estados-nación con las consecuencias que ello trajo en el siglo XX.
La ciencia en sí misma está necesitada de una propia revolución, desde luego en cuanto a sus fines. Como tal está en manos de corporaciones que están más preocupadas por poder implementar en el mercado los avances que se consiguen, y rentabilizarlos, que en continuar
produciendo nuevos descubrimientos inaplicables. Podemos decir que la tecnología que se aplica en el mercado es ya obsoleta para la investigación. Cada dia es mayor la distancia entre lo descubierto y lo aplicado.
Determinadas tecnologías si están introciendo o mejor condicionando los cambios que observamos. Por ejemplo la digitalización está mofificando sectores productivos (la industria discográfica); el modelo de aprendizaje desde la infancia; las formas de relación grupales; los canales de comunicación sociales. Pero todo ello hasta hoy no ha significado ninguna revolución, en todo caso algún amago inesperado e indeseado para determinados espacios de poder.
No veo pues ninguna revolución en marcha porque no veo a ningún poder tambalearse, ni siquiera al episcopal¡¡¡
Salvo en las zonas o regiones subdesarrolladas del mundo, cuyas políticas internas aún se plantean y manifiestan en términos tradicionales,
hoy las revoluciones son más pragmáticas que utópicas, más sociales que políticas, más preocupadas por el bienestar de la ciudadanía que por la soberanía del “pueblo”.
No existe dicotomía entre ciencia y poder, son los fines los que determinan la aceptación o el rechazo de los medios, y la ciencia no es sino un medio.
La aparición de las naciones tuvo sus aspectos positivos, aunque muchos de esos aspectos estén hoy día, junto a los más negativos, superados en las regiones más desarrolladas.
La aplicación práctica de los adelantos científicos es una cuestión que no compete exclusivamente a la ciencia, es más bien una cuestión política y social,
lo que urge, pues, es su democratización.
Decir que la ciencia “está en manos de corporaciones que están más preocupadas por poder implementar en el mercado”
es como decir que el capitalismo rige el mercado y nuestras vidas: obvio.
No estoy de acuerdo con su afirmación de que “Cada día es mayor la distancia entre lo descubierto y lo aplicado.”
Todo descubrimiento tiene inmediatas consecuencias, que estemos o no capacitados -o situados- para poder apreciar su alcance es otra cuestión.
Lea la cuarta acepción que el DRAE nos ofrece del término revolución y comprobará que, efectivamente,
podemos denominar los últimos avances tecnológicos como revolucionarios, la tecnología digital y espacial entre ellos.
Sin entrar en disquisiciones morales y sin optimismos triunfalistas, le diré que yo, a pesar del esfuerzo de los llamados medios de comunicación por ocultarlo,
si veo algunas revoluciones en marcha y ciertos poderes tambalearse, incluido el de la Iglesia.
No aprecio esos "cambios rápidos y profundos" en nada especialmente. Hay transformaciones derivades de la inercia, adaptaciones a nuevos patrones de explotación o exigencias del mercado, modificaciones en la estrategia del capital por controlar el orbe.
Quizá la biogéntica es la que con celeridad está aplicando técnicamente lo que consigue en la investigación. Es un terreno que ha recibido un fuerte impulso en pocos años.
Pero quizá, nuestra diferencia de apreciación sea una cuestión de gradiente.
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