Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

6/14/2010

ESTADOS O MERCADOS

Un negocio sin pérdidas es la transposición civilizada de una guerra sin bajas. (José Luis Pardo)


Si la lucha de clases fue una de las estrategias para alcanzar el poder político, fortaleciendo en las sociedades industriales a los Estados-Nación, hoy, en el mundo globalizado, son los Mercados los que quieren alcanzar ese poder usurpando su soberanía hasta convertirlos en Estados-basura o en quiebra. Creer, como pretende Sloterdijk, que son los Estados los que por voluntad e ineficacia llegan a esa situación de calamidad es trasladar el problema al que lo sufre de quien lo genera.

Las formas de delincuencia monetaria fructifican en la medida en que se desarrolla la ingeniería financiera de tal manera que la distancia entre la economía real y la economía financiera crece exponencialmente a estos desarrollos. Entre sus consecuencias y repercusiones todo lo que acontece, porque, lo que quizá comenzara siendo una tormenta más de los manidos “ciclos de la economía real” se han convertido en un huracán devastador por las constantes turbulencias de la información. Hoy la guerra ya no es entre Estados sino entre Mercados. G. Soros lo pronosticó cuando entendió la Globalización como el libre movimiento de capitales y el aumento del dominio de los mercados financieros y las corporaciones multinacionales sobre las economías nacionales. De hecho si hay un problema a resolver para que los beneficios de la globalización compensen a los “poderosos” son las soberanías de los Estados. De ahí que si hemos de sacar alguna consecuencia a estas alturas del proceso que atravesamos sea la de que el poder político de los Estados ya no puede siquiera aplacar la voracidad del poder económico de los mercados. Todas las medidas que se han tomado han revertido sin duda en la mejora de la situación de los Mercados pero han sido y son infructuosas para evitar el deterioro de la situación económica de los Estados.

Al despuntar esta crisis, desde los distintos gobiernos y foros internacionales (G-20, FMI, etc.) se habló de regular las actividades especulativas, de liquidar los paraísos fiscales, de dotar de mayor trasparencia a las actividades financieras. Parecía que incluso, con los amagos de nacionalización de bancos realizados en Inglaterra y otros países, los Estados tomaban posición y comenzaban a asumir que lo que había en juego era algo más que unos traspiés coyunturales de la economía originados por fenómenos especulativos de alta tensión. Con el paso del tiempo, ante la falta de acuerdo y las dudas de cada Estado a la hora de tomar decisiones drásticas al respecto, los bancos, como principales responsables de esta situación, exigieron, por la vía del chantaje-amenaza del colapso crediticio y la consiguiente quiebra social, socorro monetario para poder recuperar su liquidez y mejorar la confianza entre ellos como prestamistas interpares. Para ello, mayoritariamente, los Estados intervinieron ayudándoles con dinero público a muy bajo interés, iniciándose así el proceso de endeudamiento que hoy observamos.

En gran medida, lo que ha ocurrido en España, es que se ha trasladado el endeudamiento que arrastraba la sociedad española, de los más altos del mundo per capita, promovido y financiado por el sector bancario, hacia el Estado. No es que cada particular endeudado se vaya a ver exonerado por ello para poder condonar sus deudas, no, es que la incertidumbre generada por su desorbitado volumen colectivo sólo puede ser atenuada si el Estado se hace cargo de sus previsibles consecuencias por la altísima desconfianza que genera su improbable amortización. Es el viejo truco de prestar para que te arruines.

En España se había generalizado la creencia de que estábamos en un país rico simplemente porque se obtenía crédito sin apenas ninguna restricción. Pero no éramos ricos sino por el contrario pobres, catetos y por ende además endeudados, que es bien distinto, y lo éramos, entre otras razones, para poder consumir los bienes que se fabricaban en otros países de la Unión Europea, y, con ello, poder sostener el presente de sus economías a consta del futuro inmediato de la nuestra.

Y ese futuro inmediato ya ha llegado. El Estado pide hoy a los Bancos que compren la deuda que emite para financiar su endeudamiento. Los Bancos responden manipulando los índices de confianza, o quizá fuera más preciso decir no ocultando su desconfianza y la de sus mercados, con lo que aumentan el tipo de interés para poder amortizarla, ganando suculentos beneficios a consta de empobrecerle aún más. A su vez el Estado desea que la iniciativa privada, los particulares que tienen ahorros o capitales en paraísos fiscales, que fueron consignados en su día allí fraudulentamente, ayuden comprando parte de esa deuda emitida, pero eso si a un precio por debajo del de mercado y con la garantía de una amnistía fiscal para su capital evadido y ahora invertido. Es decir, que quien tenga dinero ya puede depositarlo en un banco de Luxemburgo subrepticiamente para luego comprar deuda a precio de saldo y sin cometer delito alguno. Un ejemplo deslumbrante de una política económica que incentiva el fraude para financiar su deuda pública en vez de luchar contra él. ¡!

A todo esto el Banco Mundial junto con alguno de los ínclitos voceros de esta maquinación, las Agencias de Calificación de Riesgo, y también, como no, con alguno de nuestros propios políticos de la derecha, nos señalan como un Estado próximo a la bancarrota y al colapso económico, como ese Estado-basura próximo a la quiebra ya referido en un principio. ¿Esto nos debe sugerir que hay intereses espurios detrás de todo ello, cuáles, de quién?; o ¿acaso se trata de una más de las conspiraciones que nos ha tocado padecer a lo largo de la Historia?; o ¿quizá un castigo en forma de “gracia” que nos ha sido aleatoriamente concedido por esa volatilidad del ”efecto mariposa” que actúa estructuralmente mediante una desinversión masiva como nos explicara Castells?.

En cualquier caso ya podemos comprender que la paz es la guerra por otros medios y, también, vislumbrar tanto en donde está situado el frente y quienes son los contrincantes en la refriega, como a quienes afectan principalmente todas estas cuitas.

El paraíso español era el paraíso del endeudamiento, en donde se confundió riqueza con deuda, tener por deber. Y nuestra confluencia con Europa, que tanto se vitoreaba, sólo se fundamentaba en nuestra capacidad o avidez para ese endeudarse, y no en nuestra “riqueza” y menos aún en nuestra potencialidad. Ahora entendemos, en toda su extensión, el significado de la famosa frase “toda crisis es una oportunidad”, desde luego que sí…Consiguieron endeudar a la población con el negocio inmobiliario y el crédito yugular y ahora han conseguido endeudar a los Estados aumentando su déficit público. Así es comprensible que tipos como Botín digan que toda va estupendamente, que las medidas que toma el Gobierno van en la buena dirección: aumentar la edad de jubilación y el horario de trabajo, reducir prestaciones sociales, ablandar aún más el sistema de contratación laboral y despido, reducir salarios y pensiones, todo para aumentar la competitividad y bla, bla, bla… En definitiva desmontar el “Estado del bienestar”, allanando el camino hacia los nuevos yacimientos de expolio venideros: la privatización de los Servicios Públicos (correos, salud, educación, etc.). Y para todo ello, como en épocas anteriores en circunstancias similares (reconversión de la siderurgia, minería, naval, etc.), tenemos a la socialdemocracia, que cumple con creces el papel que el tardofranquismo le asignó: allanar el camino para ser de nuevo y reiteradamente esquilmados, en orden y sin rechistar.

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