Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

5/24/2010

OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA

Las políticas públicas no están motivadas por el interés público, sino por los intereses privados de los políticos.


El camino hacia la ruina de grandes masas de población que iniciaron los mercados financieros a partir de la explosión de esta crisis económica muestra hasta que punto la incertidumbre ha sustituido a la confianza. Lo que amenazó siendo una crisis de liquidez (incapacidad de la banca para tomar dinero prestado al por mayor a fin de atender a sus pasivos corrientes) no tardó en convertirse en una crisis de solvencia (insuficiencia de capital bancario para cubrir sus responsabilidades).


La respuesta de casi todos los países acordada y consensuada en las reuniones del G20 o de las instituciones comunitarias incidieron en primer lugar en:


1. Apuntalar el sistema bancario con inyecciones de capital público para mantener su liquidez

2. Bajada a mínimos históricos de los tipos de interés de los Bancos Centrales.

3. Posible intervención del Estado sobre aquellas Entidades bancarias contaminadas con bonos basura y por tanto dañinas para el propio sector.


Precisamente fue en Estados Unidos e Inglaterra en donde se produjeron las intervenciones más radicales, llegándose incluso a la nacionalización de Bancos, algo impensable en el sistema capitalista de libre mercado. Por el contrario, países con Gobiernos socialdemócratas como Grecia, España o Portugal no aplicaron ninguna de estas medidas drásticas, hasta hoy en el caso de España, que ha sido intervenida una Caja de Ahorros, curiosamente patrocinada por la Iglesia.


Lo que en principio eran situaciones diferentes para cada una de las economías de estos Estados pronto se vieron equiparadas ante la opinión pública internacional, fundamentalmente por los altos niveles de endeudamiento contraídos por todos ellos en escasamente un año, y como parte del coste de la estrategia paliativa tomada frente a uno de sus grandes efectos: el vertiginoso aumento del paro. De este modo la falta de confianza se tradujo en falta de crédito, lo que incidió en la contracción del consumo y también en la descapitalización para la inversión, en gran parte por el traslado del ahorro privado a la compra de deuda. Así fue como el castillo de naipes (ladrillos) de nuestra economía se vino abajo sin remisión.


La respuesta política del gobierno, calibrando mal tanto la profundidad de la crisis como su duración, consistió por un lado, en inyectar capital en los bancos para mejorar su liquidez y confianza entre ellos, y por el otro, ante el aumento desbocado del desempleo arrastrado por el sector de la construcción, el establecimiento de un plan de choque con medidas de inversión pública en infraestructuras inútiles e ineficaces, concretado en el denominado Plan E. Todo esto supuso saltarse el pacto de estabilidad contraído en el marco comunitario, incrementando, una vez consumido además el superhabit de caja existente, la tasa de endeudamiento muy por encima del máximo establecido en el mismo, hasta llegar a más del 8%.


En este contexto se destapa la deuda Griega, falsamente maquillada durante años, que se eleva al 21% y que había sido comprada mayoritariamente por el gobierno alemán. El escenario se torna preocupante y quebradizo, y aquellos que estuvieron amenazados en el origen de esta crisis, los bancos y los mercados de especulación financiera, ven la oportunidad de sacar rédito a esta situación sacando pingües beneficios, una vez trasladada su insolvencia a los respectivos Estados. Ellos, que han comprado la deuda, con capital prestado por los propios Estados, a un tipo de interés del 1,5%, deuda que los Estados tuvieron que emitir en parte para poder solventar su liquidez, ahora presionan sobre las agencias de calificación del riesgo –que están curiosamente en sus manos- para que bajen la calificación de la misma, y con ello la seguridad del pago, lo que introduce más desconfianza, elevándose drásticamente el tipo de interés que tiene que afrontar cada Estado endeudado para poder amortizarla.


A todo esto intervienen también los grandes capos -El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional- dispuestos a prestar dinero a los Estados que lo necesiten –cercanos a la insolvencia- para poder hacer frente a los pagos de los intereses para la amortización de su deuda, pero claro está a cambio de drásticas recetas económicas de depredación, que exigen drásticos recortes sociales y un empobrecimiento generalizado.

Luego la histeria de los mercados financieros, las bolsas, y la de los países más fuertes que se defienden sacrificando a los más débiles, han hecho el resto para llegar a donde estamos: una obra maestra de la ingeniería especulativa, ya no en un terreno cutre y popular como el inmobiliario, sino pulcro y aristocrático en el marco de los Estados.


Ante todo ello el gobierno español y toda la clase política en su conjunto han fracasado estrepitosamente. Desde la oposición, con esa labor irresponsable de erosión y descrédito constante de la política gubernamental, se ha debilitado aún más la imagen proyectada como país, contribuyendo a elevar la desconfianza y con ella el tipo de interés, elevándose drásticamente los costes del endeudamiento; además de contribuir a intoxicar aún más si cabe el clima internacional de histeria colectiva. Curiosamente Inglaterra tuvo en 2009 una deuda pública del 12,4%, y nadie le ha exigido hasta hoy que tome medidas drásticas al respecto, quizá porque fuera uno de los Estados que no se anduvo con chiquitas con los desmanes bancarios, nacionalizando en su caso, lo que sin duda puso sobre aviso a los especuladores de la city, y también porque para la nueva llegada al poder de los conservadores no hizo falta derruir al país entero, como parece que va a ocurrir aquí, por la codicia cainita del Partido Popular y de los partidos nacionalistas.


Lo que se le puede reprochar a este gobierno no es lo que ha hecho, que era lo esperable de cualquier cuatimetrefe títere sátrapa de la periferia, sino lo que no ha hecho, pudiendo orientar su acción hacia otra modelo social y de Estado, acercándose hacia Suecia o Noruega, lo cual hubiera supuesto exigir los mismos sacrificios pero equitativamente repartidos, de otra manera, y no con el objetivo de volver a seguir igual cuando se salga de esta, si es que se sale… Ya no basta con que para que Europa o USA mantengan sus niveles de bienestar sea necesario empobrecer al resto del mundo, ahora se tiene que empobrecer también parte del cuerpo propio. Esto crea una inflexión radical, una vuelta más de tuerca del capital y sus mercados sobre los gobiernos y los ciudadanos. ¡


Pero una vez más desde “la izquierda” se ha antepuesto el interés por mantener el poder por encima del bien común. Se ha perdido una gran oportunidad para contrarrestar el dominio del capital depredador, para reorientar el modelo de Estado y de administración y el papel de este en la economía.


Ahora vendrán, con refrendo popular, los pirómanos (Partido Popular y partidos Nacionalistas) queriendo apagar el fuego que ellos mismos provocaron con su fervor neoliberal. Su receta para reducir el déficit se fundamenta en la privatización de servicios públicos: correos, educación, sanidad, etc., eso sí democráticamente, como exige el guión del mercado. Porque para eso sirven las crisis, para concentrar el capital y succionar de lo público nuevos yacimientos de plusvalías.


Todo ello para satsfacer el ideal de belleza a través de la incertidumbre, cada vez menos irreductible, de un sistema que crezca hasta llegar a la exuberancia de lo irracional en su colapso.

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