A LA VUELTA DE LA ESQUINA
En las culturas desarrolladas de la avidez la concepción del enriquecimiento no es otra cosa que la recompensa al riesgo especulativo. (Sloterdijk)
En Europa se pensó que aquello del corralito argentino fue la cara de la población magullada por los excesos de la oligarquía bonaerense incapaz de gestionar la deuda contraída con el Banco Mundial. Ahora parece que, en breve, asistiremos a la repetición de la jugada, pero esta vez por la incapacidad de los propios gobiernos de gestionar la ruina colectiva. Grecia va a ser la primera pieza de una serie aún por determinar.
Hasta la fecha, todas las medidas tomadas por los distintos organismos internacionales y los respectivos gobiernos en torno a la crisis económica no han hecho sino aliviar en parte su sintomatología, unas veces a consta de mayor endeudamiento público, otras inyectando liquidez en el sistema financiero, ablandando o endureciendo políticas fiscales, incentivando el consumo o privatizando agujeros de incertidumbre, etc. Pero en definitiva, el crédito/deuda yugular continua haciendo estragos, y aún así se oyen voces, corales que, desde el sindicalismo al empresariado, exigen ansiosamente más crédito, ¡más madera, más madera….!
Presto al recate del moribundo estado griego, el Banco Mundial – la cabeza de la gran sanguijuela global -, ante la falta de liquidez de los Estados Europeos y de su Banco Central, se apresta a “socorrer” a este país y por ende a Europa a cambio de imponer unas condiciones leoninas en el contrato de obligaciones del amortización, lo que se corresponderá con importantes y duraderas penurias para la mayoría de la población helena.
A todo esto, Europa deberá aceptar esas condiciones impuestas a uno de sus socios y mirará, en un principio a otra parte, como si esa herida no fuera suya, como si de una postula de la periferia se tratara… Pero las condiciones que se impongan a Grecia serán las que se impongan a los siguientes Estados que se desplomen siguiendo el efecto dominó de esta partida.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?. Hace tiempo que los Estados no representan nada en el panorama financiero global, salvo en la parte de otorgar conformidad a las acciones emprendidas por banqueros, agencias de calificación, cumplimiento de directivas supranacionales o de exigencias en las políticas monetarias. Tuvieron una oportunidad de tomar cierto poder a través de medidas drásticas y operativas que con carácter urgente podrían haber sancionado o intervenido a aquellos que han provocado esta situación, a la vez que actuar drásticamente sobre los mercados financieros, las agencias de calificación de riesgo para el pago de la deuda y, también, sobre el llamado “efecto mariposa” que capitaliza o descapitaliza un país bajo su antojo. Ahora, por el contrario, la Banca ha decidido comprar a los Estados y no ya sobre aquellos que osaran levantar la cabeza de la periferia suramericana, sino también en el centro de uno de los polos económicos del planeta: Europa.
Todos los movimientos de estas últimas semanas en torno a la crisis griega, las dudas de Alemania, el amago francés, el desentendimiento inglés, introducen mayor incertidumbre, lo que acarrea que los más próximos en el escalafón, Portugal, Irlanda y España se vean sometidos a un nuevo capitulo especulativo, lo que ha originado más que rumores de que el desplome solamente ha comenzado. La caída espectacular de las bolsas en estos países, la pérdida de confianza de los mercados financieros sobre sus títulos de deuda, con subidas drásticas de los tipos de interés para su amortización, la impotencia de los gobiernos respectivos para atajar esta situación corrobora que la estrategia diseñada por la oligarquía financiera internacional va dando sus frutos y que ya ha comenzado la subasta de los países-basura.
Porque al final toda esa “basura” –deuda a fin de cuentas- estará en manos de los bancos. Y ahora sus beneficios no vendrán de la especulación sobre el riesgo, sino de exprimir la incertidumbre y la desconfianza que ellos, entre otros, han generado.
Asistimos, por otro lado, a una incapacidad política de los gobiernos y de otras estructuras, como la comunitaria, ante esta situación. A lo sumo habrá una coparticipación en otorgar créditos para amortizar la deuda ajena, que ya se cobrarían por anticipado por las tasas elevadas a las que previamente ha sido sometida. No hay otro margen de decisión propio o singular, ni tampoco margen para otras decisiones colectivas. Las estructuras políticas son hoy absolutamente obsoletas frente a las superestructuras del capital financiero. No hay capacidad para gestionar esta crisis. España es un buen ejemplo. No ha habido la necesaria corresponsabilidad de todos los partidos por asumir que esta es una cuestión de Estado y no del trasiego y regateo del juego político. La derecha, tan lóbrega y voraz como de costumbre, solo ha creado, y así lo continuará haciendo, incertidumbre y desconfianza. La izquierda, en el poder, se ha preocupado más por conservarlo, repartiendo dádivas entre sus potenciales votantes, aumentado el déficit con inversiones ineficaces e ineficientes como el plan E, que ha mejorado aceras y fuentes en ciudades y pueblos, en vez de acometer inversiones y reformas en sectores innovadores, claves para una nueva economía que exigieran otros modelos de relaciones económicas y sociales, aquellos que inevitablemente se impondrán perversamente en contra de la ciudadanía por la contundencia de los hechos y las imposiciones foráneas del Banco Mundial y la oligarquía financiera representada por el Fondo Monetario Internacional.
Ante todo esto cabe preguntarse, a título particular, que puede uno hacer para pasar por ese purgatorio ya inevitable, pero a su vez, poder eludir el “cielo prometido” a cambio de miseria y explotación. Las cuestiones al respecto quizá sean sencillas de plantear pero también complicadas de responder. Sería interesante ponderar en lo posible las mismas con objeto de realizar los cálculos necesarios que nos ayuden a gestionar el caos que se avecina.
Hasta dónde hay que limitar los ingresos de las personas y de las empresas para que el considerado excedente o plusvalía revierta en el conjunto social.
Hasta donde estamos dispuestos a compartir el empleo y las rentas generadas por él con otra persona.
Estaríamos dispuestos a invertir al menos el 50% de las rentas disponibles no vinculadas al salario en la atención a otras personas del propio país y de otros países en desarrollo.
Estaríamos dispuestos a reducir nuestra demanda energética hasta acercarla a la producción de energía propia con energías exclusivamente limpias.
Estaríamos dispuestos a trasladar gran parte de la inversión en sectores económicos vinculados con la atención y educación de las personas.
Estaríamos dispuestos en invertir en cultura y actividades que ocupen creativamente a las personas.
Estaríamos dispuestos a potenciar y primar la producción agrícola y ganadera ecológicas y volver a capitalizar el campo con personas y recursos.
Estaríamos dispuestos a vincular el trabajo de los funcionarios públicos exclusivamente a prestar servicios directos a la población.
Estaríamos dispuestos a modificar las estructuras de representación política incluyendo un compromiso de colaboración inexorable entre todas las fuerzas con representación para gobernar y administrar en gobiernos de concentración democráticamente las comunidades que así lo decidan.
Estaríamos dispuestos a desmantelar la industria de armas, la venta y distribución de drogas ilegales a través de su legalización y control sanitario, así como la prostitución como forma de explotación ajena a través de su regulación.
Estaríamos dispuestos a expropiar las cantidades económicas depositadas en paraísos fiscales.
Estaríamos dispuestos a redistribuir todos los gastos militares para la ayuda al desarrollo.
Estaríamos dispuestos a prescindir del transporte privado y sólo utilizar el transporte comunitario.
Pero tal y como se atisba, ¿por qué habría que hacer algo para evitar entrar en un colapso del sistema?. ¿Qué beneficiaría más a la humanidad en su conjunto, el caos en el primer mundo o su recuperación?.
La incertidumbre se ha impuesto frente al ilusionismo optimista. La desconfianza ha prendido y se ha extendido por todo el sistema. Ante el vacío de los Estados y Gobiernos ha llegado el momento en el que cada uno deberá ejercer la presión que sumada contrarreste las imposiciones del progreso de lo absurdo.
En Europa se pensó que aquello del corralito argentino fue la cara de la población magullada por los excesos de la oligarquía bonaerense incapaz de gestionar la deuda contraída con el Banco Mundial. Ahora parece que, en breve, asistiremos a la repetición de la jugada, pero esta vez por la incapacidad de los propios gobiernos de gestionar la ruina colectiva. Grecia va a ser la primera pieza de una serie aún por determinar.
Hasta la fecha, todas las medidas tomadas por los distintos organismos internacionales y los respectivos gobiernos en torno a la crisis económica no han hecho sino aliviar en parte su sintomatología, unas veces a consta de mayor endeudamiento público, otras inyectando liquidez en el sistema financiero, ablandando o endureciendo políticas fiscales, incentivando el consumo o privatizando agujeros de incertidumbre, etc. Pero en definitiva, el crédito/deuda yugular continua haciendo estragos, y aún así se oyen voces, corales que, desde el sindicalismo al empresariado, exigen ansiosamente más crédito, ¡más madera, más madera….!
Presto al recate del moribundo estado griego, el Banco Mundial – la cabeza de la gran sanguijuela global -, ante la falta de liquidez de los Estados Europeos y de su Banco Central, se apresta a “socorrer” a este país y por ende a Europa a cambio de imponer unas condiciones leoninas en el contrato de obligaciones del amortización, lo que se corresponderá con importantes y duraderas penurias para la mayoría de la población helena.
A todo esto, Europa deberá aceptar esas condiciones impuestas a uno de sus socios y mirará, en un principio a otra parte, como si esa herida no fuera suya, como si de una postula de la periferia se tratara… Pero las condiciones que se impongan a Grecia serán las que se impongan a los siguientes Estados que se desplomen siguiendo el efecto dominó de esta partida.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?. Hace tiempo que los Estados no representan nada en el panorama financiero global, salvo en la parte de otorgar conformidad a las acciones emprendidas por banqueros, agencias de calificación, cumplimiento de directivas supranacionales o de exigencias en las políticas monetarias. Tuvieron una oportunidad de tomar cierto poder a través de medidas drásticas y operativas que con carácter urgente podrían haber sancionado o intervenido a aquellos que han provocado esta situación, a la vez que actuar drásticamente sobre los mercados financieros, las agencias de calificación de riesgo para el pago de la deuda y, también, sobre el llamado “efecto mariposa” que capitaliza o descapitaliza un país bajo su antojo. Ahora, por el contrario, la Banca ha decidido comprar a los Estados y no ya sobre aquellos que osaran levantar la cabeza de la periferia suramericana, sino también en el centro de uno de los polos económicos del planeta: Europa.
Todos los movimientos de estas últimas semanas en torno a la crisis griega, las dudas de Alemania, el amago francés, el desentendimiento inglés, introducen mayor incertidumbre, lo que acarrea que los más próximos en el escalafón, Portugal, Irlanda y España se vean sometidos a un nuevo capitulo especulativo, lo que ha originado más que rumores de que el desplome solamente ha comenzado. La caída espectacular de las bolsas en estos países, la pérdida de confianza de los mercados financieros sobre sus títulos de deuda, con subidas drásticas de los tipos de interés para su amortización, la impotencia de los gobiernos respectivos para atajar esta situación corrobora que la estrategia diseñada por la oligarquía financiera internacional va dando sus frutos y que ya ha comenzado la subasta de los países-basura.
Porque al final toda esa “basura” –deuda a fin de cuentas- estará en manos de los bancos. Y ahora sus beneficios no vendrán de la especulación sobre el riesgo, sino de exprimir la incertidumbre y la desconfianza que ellos, entre otros, han generado.
Asistimos, por otro lado, a una incapacidad política de los gobiernos y de otras estructuras, como la comunitaria, ante esta situación. A lo sumo habrá una coparticipación en otorgar créditos para amortizar la deuda ajena, que ya se cobrarían por anticipado por las tasas elevadas a las que previamente ha sido sometida. No hay otro margen de decisión propio o singular, ni tampoco margen para otras decisiones colectivas. Las estructuras políticas son hoy absolutamente obsoletas frente a las superestructuras del capital financiero. No hay capacidad para gestionar esta crisis. España es un buen ejemplo. No ha habido la necesaria corresponsabilidad de todos los partidos por asumir que esta es una cuestión de Estado y no del trasiego y regateo del juego político. La derecha, tan lóbrega y voraz como de costumbre, solo ha creado, y así lo continuará haciendo, incertidumbre y desconfianza. La izquierda, en el poder, se ha preocupado más por conservarlo, repartiendo dádivas entre sus potenciales votantes, aumentado el déficit con inversiones ineficaces e ineficientes como el plan E, que ha mejorado aceras y fuentes en ciudades y pueblos, en vez de acometer inversiones y reformas en sectores innovadores, claves para una nueva economía que exigieran otros modelos de relaciones económicas y sociales, aquellos que inevitablemente se impondrán perversamente en contra de la ciudadanía por la contundencia de los hechos y las imposiciones foráneas del Banco Mundial y la oligarquía financiera representada por el Fondo Monetario Internacional.
Ante todo esto cabe preguntarse, a título particular, que puede uno hacer para pasar por ese purgatorio ya inevitable, pero a su vez, poder eludir el “cielo prometido” a cambio de miseria y explotación. Las cuestiones al respecto quizá sean sencillas de plantear pero también complicadas de responder. Sería interesante ponderar en lo posible las mismas con objeto de realizar los cálculos necesarios que nos ayuden a gestionar el caos que se avecina.
Hasta dónde hay que limitar los ingresos de las personas y de las empresas para que el considerado excedente o plusvalía revierta en el conjunto social.
Hasta donde estamos dispuestos a compartir el empleo y las rentas generadas por él con otra persona.
Estaríamos dispuestos a invertir al menos el 50% de las rentas disponibles no vinculadas al salario en la atención a otras personas del propio país y de otros países en desarrollo.
Estaríamos dispuestos a reducir nuestra demanda energética hasta acercarla a la producción de energía propia con energías exclusivamente limpias.
Estaríamos dispuestos a trasladar gran parte de la inversión en sectores económicos vinculados con la atención y educación de las personas.
Estaríamos dispuestos en invertir en cultura y actividades que ocupen creativamente a las personas.
Estaríamos dispuestos a potenciar y primar la producción agrícola y ganadera ecológicas y volver a capitalizar el campo con personas y recursos.
Estaríamos dispuestos a vincular el trabajo de los funcionarios públicos exclusivamente a prestar servicios directos a la población.
Estaríamos dispuestos a modificar las estructuras de representación política incluyendo un compromiso de colaboración inexorable entre todas las fuerzas con representación para gobernar y administrar en gobiernos de concentración democráticamente las comunidades que así lo decidan.
Estaríamos dispuestos a desmantelar la industria de armas, la venta y distribución de drogas ilegales a través de su legalización y control sanitario, así como la prostitución como forma de explotación ajena a través de su regulación.
Estaríamos dispuestos a expropiar las cantidades económicas depositadas en paraísos fiscales.
Estaríamos dispuestos a redistribuir todos los gastos militares para la ayuda al desarrollo.
Estaríamos dispuestos a prescindir del transporte privado y sólo utilizar el transporte comunitario.
Pero tal y como se atisba, ¿por qué habría que hacer algo para evitar entrar en un colapso del sistema?. ¿Qué beneficiaría más a la humanidad en su conjunto, el caos en el primer mundo o su recuperación?.
La incertidumbre se ha impuesto frente al ilusionismo optimista. La desconfianza ha prendido y se ha extendido por todo el sistema. Ante el vacío de los Estados y Gobiernos ha llegado el momento en el que cada uno deberá ejercer la presión que sumada contrarreste las imposiciones del progreso de lo absurdo.
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