EL SUICIDIO DE LA IZQUIERDA ORGÁNICA
Era algo más que una intuición el papel que la izquierda oficial ejerce en las sociedades dominadas por el capitalismo, a saber: el de corregir los desequilibrios que él mismo genera -a fin de mejorar las cuentas de resultados entre la oligarquía financiera y todos sus acólitos- y sujetar a la ciudadanía, socavando en todo lo posible su capacidad de respuesta.
En las últimas décadas la socialdemocracia en Europa ha cumplido fielmente con los mandatos de quien ejerce realmente el poder. Así desde la 3ª vía de Blair (la pretendida alternativa al tacherismo y su darwinismo social) hasta nuestro lustroso ZP (despertado de la insipidez política por el terror ejercido contra la vesanía de su antecesor) los gobiernos socialistas han ejercido el papel que les asignan los gendarmes del orden internacional: EEUU en el ámbito militar y los tecnócratas del FMI y BM en el ámbito económico.
Atentos al guión prescrito por esos poderes fácticos, esa "izquierda" cumple fiel y dócilmente los mandatos que recibe a pesar de todas las insinuaciones teñidas de casposa ideología edulcorada que manipula sentimientos, emociones, necesidades e ilusiones de millones de personas que anhelan otro mundo distinto al que vivimos para ellos y sus descendientes.
En nuestro caso, ZP auguraba, por sus primeros gestos, que el cambio generacional en el partido socialista podía significar también otro posible modo de encarar, a través del gobierno, los problemas reales de la sociedad española en el nuevo contexto global. En un principio, con una situación de bonanza económica –aunque ficticia como luego se ha comprobado- la única mancha fué no poder resolver el problema vasco. Con ello ya se insinuaron sus debilidades: errores en el diagnóstico y dimensión de aquel "proceso" fallido, fragilidad e improvisación en las decisiones tomadas en cada una de sus fases e inoportunidad en su desenlace. Toda una muestra de impericia que luego se corroboró con el diagnóstico y las medidas adoptadas frente a la crisis económica.
Ante todo hay que reconocer y aceptar que con la deriva tomada por ZP no sólo no se han arreglado los problemas auspiciados por la crisis sufrida sino que además ha hundido en un pozo sin fondo al "socialismo orgánico" español para los próximos 15 o 20 años. Porque, a tenor de las posibilidades que se ofrecían para encarar el control y las respuestas a las agresiones de los mercados y de las corporaciones multinacionales, ya no sólo como consecuencia de haber sido ellos los propios generadores de esta situación, sino además por atacar directamente a la economía española como chivo expiatorio con medidas correctivas que debieron aplicarse también, en su lógica de dominación, al menos por los gobiernos inglés, italiano, irlandés, etc., que estaban y continúan estando en situación parecida en cuanto a indicadores económicos con luces de emergencia.
Se tuvo la oportunidad de encarar las posibles soluciones hacia otra dirección, en la que se contemplara una reconversión real del modelo económico, no lastrado por la dictadura de los mercados y basado en la quimera del crecimiento, sino por la cohesión social y el respeto al medio ambiente, reorientando inversiones en otros sectores al margen del ladrillo y la construcción: energías renovables, tecnologías limpias, cultura, mejora y ampliación de servicios públicos, reordenación del transporte y las comunicaciones, etc. Un programa económico y social alternativo a las injerencias del FMI y el BM y sin los corsés impuestos por la Unión Europea, que contemplera el empleo exigiendo sacrificios a los beneficios particulares del capital y no aumentando las desigualdades sociales y la exclusión social. Un programa que presentado en el parlamento buscara apoyos concretos y comprometidos, un programa con riesgos políticos evidentes pero que fuera capaz de mostrar en la práctica otra vía, otro camino. Un programa que, de no contar con el apoyo suficiente, se llevara a plebiscito en las urnas, ante los ciudadanos, para que si así lo decidieran ejercieran no sólo su derecho al voto sino también a copartícipar y ser cómplices para su materialización. Una propuesta que, de no recibir el apoyo social y político necesario, dejara paso a otra alternativa política de derecha, que fuera la encargada de hacer lo que ahora se está haciendo, y que para ello no necesita de otra identidad que la que ya representa.
Con ello se hubiera abierto una posibilidad, no solo para un cambio de dirección ante el camino hacia la autodestrucción imparable del propio sistema del capital y sus mercados, sino que , además, se hubiera dejado la puerta para que la "izquierda orgánica", aún no pudiendo ejercer su propuesta por falta de apoyo real (parlamentario o electoral), pudiera recuperar el lugar al que no ha podido tener acceso hasta hoy por las "imposiciones pragmáticas" ejercidas por la transición democrática y, a su vez, asumiera y ejerciera el papel histórico que le corresponde con un mínimo de ética y dignidad.
Pero por la vía elegida por esta "izquierda orgánica", asumiendo el protagonismo de un anunciado fracaso, realizando las políticas impuestas desde las corporaciones del capitalismo global, está asistiendo a su funeral.
Por otro lado, quizá este craso error nos deba contentar al constatar que este sería, en cualquier caso, un paso insalvable e inevitable para una de las fuerzas que sostienen este emporio del absurdo y la explotación cainita del hombre por el hombre, que no ha sabido ni querido responder con el coraje que exige la situación actual.
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