LA MÚSICA POPULAR EN EL CONTEXTO CULTURAL DE SEVILLA
1. Antecedentes.
Sevilla
es una ciudad en la que malviven un importante colectivo de personas
que centran su actividad profesional en torno a la música en
cualquiera de sus múltiples facetas.
La
evolución que se ha producido en esta ciudad desde los años 80´
del pasado siglo, tanto a través de la planificación urbanística,
las nuevas infraestructuras, la dotación de servicios, la promoción
y proyección internacional turística, etc. no ha ido acompañada
con la promoción del valor cultural añadido que entrañaría la
apertura a nuevas formas que existen de expresión propias, a la
estimación y el apoyo explícito a ese “capital humano” que
tiene por actividad la cultura en general y la música en particular.
El potencial humano y creativo existe con marcadas señas de
identidad propias, singulares, pero no ha recibido durante la época
de suficiencia económica el apoyo suficiente desde el sector
público, ni por supuesto tampoco desde el privado.
Esta
ciudad tiene su identidad y su cultura secuestrada por la rancia
tradición de dos eventos: la Semana Santa y la Feria de Abril, que
no hacen sino mostrar que, a pesar del transcurrir histórico,
continúan dominando sobre ella tanto el poder económico de los
señoritos feriantes, ya no de ganado sino de personas, como el poder
fáctico de la Iglesia a través de la representación de ritos
católicos. En esto los diferentes gobiernos municipales de izquierda
no sólo se han plegado a la situación sino que incluso han limitado
cualquier intento de promocionar otro tipo de actividades de
expresión cultural distintas, de apostar por ampliar si se quiere la
oferta cultural que la ciudad pudiera ofrecer, enriqueciéndola. A lo
sumo, han patrocinado actividades culturales vinculadas con la música
por intereses espurios y coyunturales, vinculados al interés
particular o al rédito político electoral. Actos efímeros que
repartían las migajas del presupuesto entre los artistas ya
consagrados o con renombre, que lo fueron porque así se les
reconoció previamente fuera de esta ciudad y nunca dentro de ella.
Sevilla
es una ciudad en la que hay un potencial artístico desde los finales
de los 60´ muy por encima de cualquier otra ciudad de España si
exceptuamos los períodos de los 70´ en Barcelona por su cercanía
con Europa, y en los 80´, en Madrid, con “la movida”. Ambos
fenómenos se dieron porque existía en ambas ciudades el potencial
creativo y humano para que la burguesía decidiera diversificar sus
inversiones económicas en otros sectores y, entre ellos, el cultural
referido a la música; en el primer caso por una cuestión
reivindicativa de la propia identidad catalana frente a la España
cañí y, en el segundo, por oportunismo y visión simplemente
comercial o industrial, pero en ambos casos por mimetismo al asumir
las corrientes o fenómenos culturales modernos o posmodernos que se
daban paralelamente en muchas ciudades importantes del mundo.
Pero
Sevilla fue la excepción. No ocurrió nada de esto y se mantuvo
culturalmente anclada en el Barroco y en el mercado mular del siglo
XIX.
Para
aquellos que no lo sepan, a mediados de los 70´ Sevilla exportaba su
cultura hacia Madrid, Barcelona y al resto del Estado, en aquellos
críticos años en que se quería despertar de la pesadilla de la
dictadura, a través del cante Flamenco en sus esencias y también
por el llamado rock andaluz. En Madrid se hablaba de Sevilla como de
la California del Sur y desde aquí se contribuyó a conformar señas
de identidad culturales propias de toda aquella juventud que tanto
nos ha decepcionado, al cabo de los años, en otros aspectos no
estrictamente musicales.
2. El patio Sevillano.
“Cuando las razones son incoherentes, los negocios están
comprometidos; cuando los negocios están comprometidos, no se
cultiva ni la música ni los ritos; cuando no se cultiva la música
ni los ritos, el pueblo no sabe con qué pie bailar”.
(Confucio)
El sector privado.
Una
vez “democratizado” el ruedo, la incipiente industria musical
fagocitó para sí aquello de lo que disponía, grupos y solistas de
pop y de rock más o menos de calidad. Se universalizó el consumo de
pop y rock de producción propia, compitiendo con las sucesivas
oleadas de música foránea. Eso trajo consigo que la cantera de
grupos y solistas creciera rápidamente. Los 80´fueron años de
vacas gordas para la industria musical, pero no tanto para la música,
que se había empobrecido por la manipulación ejercida por la propia
industria ya sea orientando los gustos del público hacia nuevos
productos, ya fuera marginando de la fiesta la madre de la tinaja que
fue la música de los 70´. Ya no había que contestar, que
denunciar, que crear una alternativa de expresión a la propuesta del
poder, ahora había que consumir plácidamente, crear mecánicamente,
participar de “la movida“. Recuerdo en Madrid cuando los pequeños
empresarios vinculados a la música compartían el gusto y a veces
los riesgos por ella. Los locales dedicados al directo eran pequeños
espacios de encuentro tanto para unas minorías numerosas de
aficionadas a escuchar nuevos sonidos, como de pocos y buenos músicos
que se sorprendían de poder compartir lo que hacían. En ellos lo
espirituoso del alcohol complementaba cada concierto, pero este no
era el motivo por el que se iba a escuchar música. Incluso había
conciertos a horas intempestivas, domingos por la mañana. Y los
colegios mayores en el mundo universitario competían entre sí casi
todos los días ofreciendo conciertos de todos los estilos de música
entre otras actividades culturales.
Bien
entrados los 80´, el ambiente musical de Sevilla se vio mimetizado
por la moda y el sonido que imponía la industria desde Madrid y en
ese contexto los músicos de Sevilla, engullidos por el ella, se
debatieron entre el exilio o la insuficiencia vital. Fueron años en
la periferia que no tenían mucho que ver con la orgía del centro.
Ya
en los 90´ las salas reconvierten los espacios escénicos ofreciendo
tocar a músicos incipientes, de peor calidad, que sin rodaje no
pueden exigir cantidades económicas dignas. Se resienten la
creatividad y la calidad. La música ya integrada como parte del
consumo de masas es un aditamento que acompaña a los consumidores a
todas horas, en todos los sitios y también en los locales de ocio y
alterne nocturno. La música es valorada ahora como parte efímera de
la “cultura del ocio”, entra en el circuito de la obsolescencia
de consumir y tirar, pierde su valor porque ha ganado precio y cuota
de mercado. A finales de esta década ya había que alquilar las
Salas para ofrecer un concierto y muchos músicos tragaron,
seguramente por necesidad para poder sobrevivir. Así se extendió la
primera “reconversión” en los locales: de salas de conciertos
pasaron a ser simples abrevaderos. La música y los músicos eran
también clientes de unos servicios de restauración y, por ello,
debían aceptar las condiciones que imponía el potente mercado del
ocio.
Con
el nuevo siglo hubo un pequeño cambio en Sevilla. Se abrieron de
nuevo salas dedicadas especialmente a dar conciertos, con no muy
buenas condiciones de acústica, que ofrecían oportunidad a grupos
locales y foráneos. Parecía que por fin esta ciudad entraba en un
circuito musical abierto y comenzaba a ofrecer lo que ya existía en
casi todo el resto de ciudades importantes del Estado desde hacía
bastantes años. Algo se movía, pero alguien desde lo público se
encargaría de limitarlo; lo expondremos más adelante.
Pero
hoy las cuestiones en torno a la música han dado una nuevo giro, los
locales comienzan a apretar a los grupos exigiéndoles condiciones
leoninas para realizar conciertos: que se vaya a taquilla (las
entradas que vendas es “casi” lo que te llevas), que lleves al
público, que tú mismo promociones el concierto, que dejes a la sala
1€, u otro tanto por ciento a concretar, por la venta de cada
entrada y que no les des el coñazo si tienes los temas registrados
en la SGAE y quieres declararlos para recibir unas limosnas. ¡A
esto estamos llegando!
Está
claro que los empresarios de la hostelería que incluyen “la
música” como un servicio más de su oferta no la consideran
cultura, sino exclusivamente parte de la animación del ocio, una
oportunidad más para mejorar beneficios Ya no se lucran solo de la
venta de bebidas espirituosas sino también a través de la los
músicos y de su música.
Y
por último, en ese afán del perfeccionamiento de la explotación
del hombre por el hombre referida a en este sector, se produce la
organización de “concursos”, generalmente entre bandas que
empiezan al objeto de que puedan levantar la cabeza. Concursos que
ofrecen premios en cadena en sucesivas ediciones eliminatorias y cuyo
premio suele ser poder llegar a tocar con algún encumbrado en vete a
saber dónde. El típico sistema de timo piramidal pero sufragado por
los propios músicos, pues cada grupo debe vender entradas para meter
el mayor número posible de público que le vote y poder así ganar
alguna de sus fases. Es como la fórmula del circo romano: disponer
de un espacio para que compitan los músicos entre sí a consta del
público y el empresario llevarse la pastuqui calentita. Esta
modalidad empieza a tomar cuerpo con la aparición de los “nuevos
emprendedores”, que con una visión de chatarrero, ven una
oportunidad de negocio entre los escombros del derribo....
Aún
así todavía hay algunos lugares, pocos realmente, que se mueven en
este ámbito con respeto hacia la música y los músicos, a los que
hay que agradecer que resistan a la competencia desleal del propio
gremio que los sitia.
El ámbito institucional.
Como
ya se anticipó anteriormente el sector público en Sevilla no ha
hecho casi nada por la música y menos aún por los músicos.
Desde
la Junta de Andalucía la política cultural referida a la música ha
sido una calamidad. Sólo se ha potenciado la ópera,
subsidiariamente lo clásico y el flamenco. El resto de la
expresiones musicales no han existido. La cultura de la subvención,
del clientelismo, en ésto como en todo lo demás, ha llegado a los
allegados. Los circuitos musicales de las Diputaciones o
Ayuntamientos no contaban con criterios objetivos para seleccionar a
grupos o músicos, ejerciendo una discriminación evidente. No había
ni hay una estrategia clara de promover la creatividad en este marco.
Por otro lado, los conservatorios, como escuelas de música han
continuado lastrados y secuestrados por la música clásica,
impartiendo una formación cerrada y altamente especializada en
frustrar ilusiones y talentos que se quisieran desarrollar por otros
lugares y sonidos que los clásicos. Ni siquiera, respetando esa
línea, se ha sido capaz de ofrecer la alternativa de formación
postgrado referida hacia otras disciplinas como el jazz, el pop o el
rock, con todo el potencial necesario y previo para que los músicos
puedan tener una profunda base musical de conocimientos y la
posibilidad de perfeccionarlos o desarrollarlos a través de
diferentes estilos musicales.
En
este sentido a falta de iniciativas privadas que supieran distinguir
la potencial riqueza musical que existe en esta ciudad, la calidad de
muchos intérpretes y la originalidad y el talento de muchos
compositores, el sector público se ha rodeado casi siempre de
“estrellas” que le den lustre., concentrando la mayor parte de
los recursos en gastos de productos comerciales de sobra
conocidos, pero no realizando inversiones para potenciar otros
nuevos valores, todo ello acompañado de la política de cerrar o
intentar impedir que las salas ofrezcan música en directo porque
ello no entra en la planificación que el poder tiene sobre como debe
ser el ocio y la cultura. Y ahora, con las arcas vacías “la música
y los músicos” son un sector a no considerar en todo lo posible.
Asistimos hoy, por parte de los poderes públicos locales, a formas
de beligerancia contra la música y los músicos a través de una
censura sobre las letras en los conciertos en directo, es una
imposición impensable con el argumento de que “el dinero público
no puede financiar o promocionar a grupos o solistas con letras que
conculquen los valores morales de la sociedad”. Pero ¿cuáles son
esos valores?. Si, los de una moralidad tartufa e impresentable
propia de una dictadura.
Nada
hace presagiar que se comprenda hoy por los gestores y
administradores públicos, los que administran nuestro patrimonio
económico, que sólo con una oferta cultural de calidad la ciudad en
su conjunto puede salir beneficiada, que sólo podrá ganar cuota de
mercado turístico con ofertas diversificadas, que la Semana Santa y
la Feria tienen un tope de mercado al que ya se ha llegado y al que
seguramente veamos decaer en los próximos años por la crisis
financiera internacional. La música, en cualquiera de sus variantes
con calidad, puede y debe contribuir al bien común.
3. Los músicos, el
público.
Los músicos.
Es
curioso como en esta profesión, durante todos estos años de bonanza
económica, con un industria con altísimas plusvalías, nadie se
preocupó de los músicos, de los interpretes, ni siquiera ellos de
sí mismos La evidencia es que lo de “los músicos”es un
eufemismo: no existen salvo en la imaginación de quien se denomina a
sí mismo en plural mayestático.
¿Qué
colectivo hay de músicos representativo, con fuerza y capacidad
negociadora con la administración, con independencia de los
integrados en las Sociedades de Gestión de Derechos como SGAE (que
no es exclusiva para ellos) e IAE?. Los músicos no tienen
interlocutores, no pueden presionar como colectivo ante nadie, son un
magma de individuos disociados y en ocasiones con intereses
contrapuestos.
Su
falta de carácter gremial o colectivo está íntimamente ligado al
culto a la personalidad impuesto por el marketing discográfico desde
los 60´. Todos, grupos y solistas “están en esto en gran medida
por la pasta”, por llegar a ser “estrellas” y brillar desde el
neón en el Olimpo de lo efímero. Es pues una profesión con la
mínima regulación en el mercado de trabajo, de ahí que “búscatelo
como autónomo y cuando se pueda” sea la manera habitual de
desenvolverse. De este modo nadie ha hecho nada por ordenar o regular
la profesión, establecer un régimen especial de la seguridad social
para los instrumentistas, ejecutantes; garantizar un mínimo de
prestaciones sociales o de jubilación, cobrar bajo contrato en todos
los bolos en vez de hacerlo en dinero negro, sin contrato y a
expensas de la “bondad” o cercanía de quien te contrata. En
Sevilla, meca de la picaresca, no ha ocurrido lo contrario dese
luego. Y de ese modo, como en el resto del Estado, quien no ha subido
de escalón y se ha mantenido en él como encumbrado, como marca
registrada, no tiene prácticamente de qué vivir.
Junto
a ello, el éxodo sobrevenido, en gran número de casos, para poder
ser reconocido ha sido moneda de cambio corriente. Emigrar para
volver, huir para encontrar, morir para vivir... salvo las
excepciones que todos podemos evocar, que incumplen el mártiriloquio,
algo que aquí va mucho.
Todo
esto, además ha contribuido durante años también al deterioro de
la propia música, a buscar fórmulas fáciles y manidas en la
composición en muchos de los casos, a tener que acomodarse a lo
fácil para poder simplemente sustentarse y no morir de inanición.
Ya no se animan las fiestas privadas del señorito con los flamencos
como ocurriera en tiempos, ahora se animan las verbenas con grupos
que han sustituido en parte a las típicas orquestas y que versionan
todos los tipos y estilos de música para animar la pachanga.
¿Musicalmente en algo hemos avanzado?.
Hoy
hay muchísimas personas tocando instrumentos y esto sin duda abre
posibilidades para que se diversifiquen las propuestas, para que algo
pueda mutar, para que podamos sorprendernos. Las condiciones del
“mercado” están cambiando y la música y los músicos pueden y
deben aprovechar esta transformación en la que se malvive.
El público.
En
los años 70´ el público aficionado a la música no convencional
era poco pero fiel a los grupos y solistas existentes, que también
eran pocos pero muy entregados a ella. Compartir la música fue crear
un espacio para practicar colectivamente la libertad en muchos
aspectos vitales. La música facilitó la comunicación personal en
una generación maniatada por los estertores de la dictadura. A
través de ella se empezó a gestar una contra-cultura beligerante
contra ella y sus imposiciones. Tenía un valor de uso y no de
cambio. Claro que fue un espejismo, una ilusión, algo efímero, pero
pudo hacerse realidad y vivirse hasta que la industria vio negocio y
todo se masificó en torno a “la movida” en los 80´. Sevilla
vivió aquel momento en la vanguardia porque aquí hubo creatividad y
originalidad a raudales, hubo con la música el compromiso que nace
del anhelo por encontrar otros sonidos, otras formas de decir, otras
maneras que fueron respetuosas con la tradición flamenca con la que
compartieron espacio y compás, alimentado por la claridad y frescura
de lo ingenuo y lo espontáneo. Pocos músicos y poco público pero
mucho compromiso y mucha alegría.
Sin
embargo, hoy el público consume la música más que la comparte,
encuentra en ella el acomodo estético que se construye para evitar
el silencio, no hay ningún tipo de compromiso asociado a ella, sea
ético o estético, siendo una parte de la dosis que se nos
administra por técnicas invasivas para la enajenación personal y
social. La encontramos en todos los sitios y a todas las horas como
fondo de un decorado pero al que nadie presta atención, que nada
evoca, ya no es parte del mundo de las emociones ni se asocia a
sentimientos, por ello ya no tiene valor y como consecuencia tampoco
tiene ya precio, de ahí el fenómeno de las descargas masivas desde
la red. Ahora es un producto de usar y tirar, que se deprecia en el
propio momento que es consumido. De su intrínseca naturaleza efímera
y volátil al ser interpretada se ha pasado a su obsolescencia
absoluta como manufactura digital.
4.
La Industria.
En
nuestra “sociedad gaseosa” de lo insustancial la imagen ha
suplantado al cuerpo. La cultura del rock, a través de esas
imágenes, universalizó el culto a la personalidad representado en
cada estrella mediática. Así, importa el divo más que la música y
tiene, por lo general, más valor el personaje que la obra.
En
Sevilla, desde que la incipiente industria metió mano en la música,
a finales de los 70´, comenzaron a deshacerse los primeros grupos
míticos, algunos músicos emigraron para abrir horizontes y, para
los que resistieron y aquellos otros que se fueron incorporando por
el paso generacional se impusieron nuevas condiciones: comercialidad
en la producción de los albunes, clausulas leoninas en los contratos
de las discográficas y a cambio de qué ... No voy a dar nombres,
pero esos incipientes empresarios del rock sevillano y andaluz
tuvieron que enfrentarse a continuación, en los 80´, a la industria
de Madrid y Barcelona. Fue imposible competir con ellos por lo que se
plegaron a lo seguro, los estudios y sellos con algún nombre se
enfocaron de vuelta a el mercado interior: las sevillanas, las bandas
procesionales y las fondos con motivos “musicales” para la
publicidad en la propaganda institucional. Todo muy Yingle –
Yingle..
Si
la música folk / rock / pop en los 70´ estuvo en contra de los
valores éticos y morales del sistema, a partir de los 80´ya no lo
está, ni se alimenta de la contestación para buscar la complicidad
del público, ahora, por el contrario, coopta con el “poder” y
con la llegada del PSOE termina de hundir y aplacar todas las
inquietudes personales y sociales. La izquierda vino a domesticar a
las pocas “fieras” que en el marco de la cultura aún quedaban.
La “movida” impulsada desde los Ministerios del poder fue la
imagen de marca cultural de la “neosocialdemocracia españolita”.
Los “señoritos” de izquierda habían encontrado una mina en ella
y bien que la explotaron: “A colocarse y al loro” fue la consigna
de salida... y todavía no se ha llegado a la meta... ¡¡¡ algunos
ni llegarán.
En
Andalucía y particularmente en Sevilla “la industria” fue una
sucursal de Madrid y de Barcelona. Ocurrió en este sector como lo
acaecido en el sector primario: aquí ponemos la materia prima a
precio de saldo, pero el producto se enlata y se vende fuera. El
poder político, que era el único que hubiera podido corregir esta
situación o al menos intentar minimizarla, dio su aquiescencia a esa
realidad y su empeño no fue otro sino el rodearse de “estrellas”
que le dieran lustre para poder brillar. Recordamos el memorable
“estrellas de la guitarra” en la Expo del 92´. Sólo el flamenco
ha sido, en todo este tiempo, patrocinado oficialmente, por eso de
que los Flamencos ya habían conquistado el mundo sin ayuda de nadie,
aunque aquí también parece que ha habido quien ha comido del
pesebre y a quien no se le ha dejado comer.
Así
que mucho de lo poco que destacó fue patrocinado sólo previo
servilismo y pleitesía. O, ¿acaso no aparecían grupos vinculados a
casas de juventud municipales que dependían del partido político de
turno que gobernaba en el Municipio?. Y ¿no hay aún hoy concursos
para jóvenes músicos promovidos desde el Instituto de la Juventud?.
Todo para dar una imagen política de integración y apoyo a la
juventud en sus manifestaciones culturales, pero a aquella que fuera
afín y no planteara discordancias.
Las
iniciativas empresariales en los 90´, para todos aquellos que
despertaban de esta quimera y manipulación política de la cultura,
que comenzaron a denunciar lo discrecional, arbitrario e injusto de
unas subvenciones clientelares y dieron un paso al frente
comprometiéndose en su música y con sus letras, fueron muy bien
tratados por los promotores locales: giras por toda la geografía de
15 o 20 conciertos seguidos en condiciones infrahumanas, de
transporte, de gastos y de salario. La gloria tenía un precio y
fuera del sistema oficial aún más duro ¡¡¡ Esto animó mucho a
los nuevos valores a la hora de plantearse musicalmente qué hacer y
para quién. La consecuencia fue la proliferación, a partir de los
2000´, de bandas dedicadas a versionar cualquier estilo, casi todas
con muchísima calidad pero en detrimento de propuestas creativas.
Hoy,
como ya comentamos, tenemos a los emprendedores, capaces de
promocionar conciertos con artistas foráneos y que siguen la senda
de la codicia nacional metiendo a tropecientas personas más de la
capacidad de una sala, con los riesgos que eso entraña. Otras mentes
brillantes, en colaboración con algunos garitos, se han convertido
en “programadores” de conciertos y eventos, cobrando ese trabajo
a los músicos y no a las salas, con una especie de diezmo o peaje
vinculado al precio de la entrada. Otros directamente organizan los
concursos piramidales que ya hemos comentado, que imitan a los de
programa la telebasura y en los que los propios músicos compran
previamente a los promotores las entradas que luego tienen que
revender entre amigos y familiares para competir injustamente con
otros compañeros; aquí, como habréis adivinado, no gana aquella
propuesta musical más sólida, profesional, bien interpretada, sino
aquella otra que tiene más votos del grupo o solista que tenga más
acólitos. Una treta más del perfeccionamiento de “perversión
democrática” que nos atenaza. Y luego todos se van tan contentos,
público y ganadores celebrando lo que para los músicos y la música
es otro estruendoso y deplorable fracaso. ¡¡¡
5.
Los Medios de Comunicación.
¿Qué
sería del circo musical sin las herramienta de comunicación y
marketing?.
La
radio fue en los 60´ el principal instrumento de difusión de la
música, pieza clave para que ésta se hiciera popular, mayoritaria
y, de ahí, esa denominación de lo “pop”. Los primeros críticos
musicales partían, no sólo, de su función como comunicadores de
las novedades que aparecían, sino que también ofrecieron
interacción con el oyente, de ese modo las listas de éxitos fueron
una mezcla entre lo que se valoraba con independencia por los
críticos de radio y los gustos del público al solicitar sus temas
favoritos. Los top-100 fueron importados de USA, como casi todo,
hasta que desde mediados de los 60´explosionó la industria musical
inglesa. A partir de aquí las compañías discográficas dirigieron
la comunicación corporativa de sus artistas, el negocio comenzó a
crecer exponencialmente a un ritmo vertiginoso y gran parte de las
plusvalías generadas comenzaron a dedicarse masivamente a la
promoción. La publicidad era ya tan importante o más que el propio
producto. En costes se dedicaba mucho más dinero a promocionar que
ha producir el vinilo en todo su proceso. En este sentido las
radios, especializadas en música pop, cobraron una importancia
clave para las campañas de promoción de las compañías
discográficas. Desde entonces, el locutor-crítico musical comenzó
a operar más por las imposiciones del mercado que por sus propios
criterios de gusto ya que si las compañías pagaban la publicidad
en los medios, éstos tenían que servir a sus amos y la crítica se
convirtió en un paripé, la calidad se relacionó con las ventas,
el gusto de las audiencias comenzó a manipularse de manera
descarada y las estrellas de papel invadieron el firmamento del mal
gusto.
Es
curioso constatar cómo los principales críticos de música en
España adolecieron casi siempre de conocimientos musicales, su
gusto se fundamentaba en su sensibilidad y en el bagaje cultural
recibido, por lo que sólo su labor como documentalistas ha podido
contrarrestar su analfabetismo funcional en el lenguaje músical.
Conocen la vida y diretes de todos los músicos, las historias de
sus vidas, las anécdotas más inverósimiles, pero no saben ni
pueden comprender que están haciendo en su lenguaje. Los críticos
se habían nutrido de su propio gusto, casi siempre de buen gusto,
hasta que el dinero de las promociones lo fue dirigiendo,
perfilando, ajustando a las necesidades propias del mercado. De ahí
que las listas de éxitos sean listas de ventas y las ventas se
realizan en función de la promoción. ¡El círculo mágico del
mercado en “libre competencia”que siempre favorece al cliente!.
Desde
los 60´los músicos, que formaron bandas de pop o de rock en países
como Inglaterra y USA, o en Alemania o en los países nórdicos u
otros centro europeos, tenían en su mayoría conocimientos
musicales, no sólo los recibidos en la escuela sino también de
grado superior. La explosión de la industria discográfica en esos
países fue sólo posible porque había una cantera inmensa de
músicos e instrumentistas capaces crear y de ser luego apoyados
interpretar y participar del negocio. La proliferación de bandas en
los 60´y 70´ en esos entornos geográficos sólo fue posible por
la gran demanda de la industria y porque ésta pudo ser atendida por
músicos que tenían conocimientos de música, formados en los 50´y
que no tenían salida hacia la música clásica. Todo ello, junto a
las circunstancias del contexto socioeconómico de Occidente, en
expansión y a un entorno contracultural entre la juventud dieron
valor artístico a toda este movimiento musical en aquellos años.
Pero,
volviendo a los medios de manipulación, a partir de los 70´la
Televisión entra también en juego y los cambios de lo artesanal a
lo industrial comienzan a consolidarse, la interpretación en
directo se hace en play-back, todo un hito que deprecia sin duda la
credibilidad de la música y de su interpretación, permitiendo que
accedan al mercado discográfico español caras bonitas y risueñas,
horteras de todo trapo, que ya no tienen que cantar o tocar, sino
sólo gesticular. Fue la época de explosión de los dibujitos
animados...
Salvo
la Radio Pública que mantuvo programas que han permanecido hasta
hace poco y alguno aún hoy continúa, el resto de emisoras que
emitían música se transformaron en radiofórmulas o en programas
de listas de éxitos. Lo comercial lo inundó todo. Por su parte, en
TV todo era comercial y en play-back, salvo contados programas de
música en directo o para nuevos intérpretes que se emitían para
pequeñas audiencias en la segunda cadena.
En
Sevilla, salvo honrosas excepciones durante los 90´ se emitió en
conexión con la programación nacional de las grandes cadenas y, en
lo local, se circunscribió a la promoción casi exclusiva del
flamenco. Una vez creado Canal Sur la oferta en radio se diversificó,
aunque primando los intereses de la industria y los programas de
música comercial y listas de éxitos como en todas partes. En la
actualidad la parrilla está diversificada y podemos encontrar hueco
para casi todos los estilos de música, aunque en Canal Fiesta Radio
continua primando una programación con criterios estrictamente
comerciales con tintes vetustos de folklorismo lolailo y rancio. En
cuanto a la TV autonómica, ya sabemos cual es su share y sobre él
la aplicación de técnicas de pastoreo político al servicio de la
mansedumbre y el embrutecimiento masivo.
6.
Elementos para el acuerdo.
Toda
esta exposición, más o menos rigurosa, en cualquier caso una visión
parcial y sesgada de uno más de las que se pueden hacer para aportar
elementos para el análisis, el debate, etc. sobre lo que acontece en
torno a la música, no tiene mucho sentido si no va enfocada a
contribuir a establecer relaciones, vínculos, que puedan confluir en
algún foro mayoritario en el que coincidan objetivos de todos
aquellos que quieren, por uno u otro motivo, a la música en esta
ciudad y sus alrededores. De ahí que extraiga de todo ello que:
- No creo que la música, como valor cultural, tome de nuevo impulso si no hay una organización de los propios músicos que defienda sus intereses profesionales ante las administraciones, la industria, etc.
- No creo que sea posible subsistir sin una autofinanciación propia a través de vías que no sean institucionales. Recuperar la independencia es el primer paso para que fluya la creatividad.
- No creo que sea posible establecer un nuevo modelo de relaciones comerciales para poder vivir a través de la música si no se modifican las relaciones entre músicos y público. Hay que recuperar el valor de la música a través de su reconocimiento.
- No creo que sea posible avanzar si no confluyen intereses que afecten a los músicos, el público y lo que queda de la industria y de los medios de comunicación.
- No creo que sea posible caminar si los músicos no colaboran entre sí y establecen proyectos comunes.
El
Cómo hay que hacerlo: juntos y, el Cuándo, con premura.
1 comentario:
Suscribo tus palabras. Una reflexión extensa pero muy amena de leer, la he disfrutado.
Tal como somos los españoles, veo difícil (desgraciadamente)que se pueda hacer un proyecto común. Ojalá.
Un abrazo y te felicito por tu blog
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