Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

6/29/2012

LA MÚSICA POPULAR EN EL CONTEXTO CULTURAL DE SEVILLA


1. Antecedentes.


Sevilla es una ciudad en la que malviven un importante colectivo de personas que centran su actividad profesional en torno a la música en cualquiera de sus múltiples facetas.

La evolución que se ha producido en esta ciudad desde los años 80´ del pasado siglo, tanto a través de la planificación urbanística, las nuevas infraestructuras, la dotación de servicios, la promoción y proyección internacional turística, etc. no ha ido acompañada con la promoción del valor cultural añadido que entrañaría la apertura a nuevas formas que existen de expresión propias, a la estimación y el apoyo explícito a ese “capital humano” que tiene por actividad la cultura en general y la música en particular. El potencial humano y creativo existe con marcadas señas de identidad propias, singulares, pero no ha recibido durante la época de suficiencia económica el apoyo suficiente desde el sector público, ni por supuesto tampoco desde el privado.

Esta ciudad tiene su identidad y su cultura secuestrada por la rancia tradición de dos eventos: la Semana Santa y la Feria de Abril, que no hacen sino mostrar que, a pesar del transcurrir histórico, continúan dominando sobre ella tanto el poder económico de los señoritos feriantes, ya no de ganado sino de personas, como el poder fáctico de la Iglesia a través de la representación de ritos católicos. En esto los diferentes gobiernos municipales de izquierda no sólo se han plegado a la situación sino que incluso han limitado cualquier intento de promocionar otro tipo de actividades de expresión cultural distintas, de apostar por ampliar si se quiere la oferta cultural que la ciudad pudiera ofrecer, enriqueciéndola. A lo sumo, han patrocinado actividades culturales vinculadas con la música por intereses espurios y coyunturales, vinculados al interés particular o al rédito político electoral. Actos efímeros que repartían las migajas del presupuesto entre los artistas ya consagrados o con renombre, que lo fueron porque así se les reconoció previamente fuera de esta ciudad y nunca dentro de ella.

Sevilla es una ciudad en la que hay un potencial artístico desde los finales de los 60´ muy por encima de cualquier otra ciudad de España si exceptuamos los períodos de los 70´ en Barcelona por su cercanía con Europa, y en los 80´, en Madrid, con “la movida”. Ambos fenómenos se dieron porque existía en ambas ciudades el potencial creativo y humano para que la burguesía decidiera diversificar sus inversiones económicas en otros sectores y, entre ellos, el cultural referido a la música; en el primer caso por una cuestión reivindicativa de la propia identidad catalana frente a la España cañí y, en el segundo, por oportunismo y visión simplemente comercial o industrial, pero en ambos casos por mimetismo al asumir las corrientes o fenómenos culturales modernos o posmodernos que se daban paralelamente en muchas ciudades importantes del mundo.

Pero Sevilla fue la excepción. No ocurrió nada de esto y se mantuvo culturalmente anclada en el Barroco y en el mercado mular del siglo XIX.

Para aquellos que no lo sepan, a mediados de los 70´ Sevilla exportaba su cultura hacia Madrid, Barcelona y al resto del Estado, en aquellos críticos años en que se quería despertar de la pesadilla de la dictadura, a través del cante Flamenco en sus esencias y también por el llamado rock andaluz. En Madrid se hablaba de Sevilla como de la California del Sur y desde aquí se contribuyó a conformar señas de identidad culturales propias de toda aquella juventud que tanto nos ha decepcionado, al cabo de los años, en otros aspectos no estrictamente musicales.


2. El patio Sevillano.

Cuando las razones son incoherentes, los negocios están comprometidos; cuando los negocios están comprometidos, no se cultiva ni la música ni los ritos; cuando no se cultiva la música ni los ritos, el pueblo no sabe con qué pie bailar”. (Confucio)

El sector privado.

Una vez “democratizado” el ruedo, la incipiente industria musical fagocitó para sí aquello de lo que disponía, grupos y solistas de pop y de rock más o menos de calidad. Se universalizó el consumo de pop y rock de producción propia, compitiendo con las sucesivas oleadas de música foránea. Eso trajo consigo que la cantera de grupos y solistas creciera rápidamente. Los 80´fueron años de vacas gordas para la industria musical, pero no tanto para la música, que se había empobrecido por la manipulación ejercida por la propia industria ya sea orientando los gustos del público hacia nuevos productos, ya fuera marginando de la fiesta la madre de la tinaja que fue la música de los 70´. Ya no había que contestar, que denunciar, que crear una alternativa de expresión a la propuesta del poder, ahora había que consumir plácidamente, crear mecánicamente, participar de “la movida“. Recuerdo en Madrid cuando los pequeños empresarios vinculados a la música compartían el gusto y a veces los riesgos por ella. Los locales dedicados al directo eran pequeños espacios de encuentro tanto para unas minorías numerosas de aficionadas a escuchar nuevos sonidos, como de pocos y buenos músicos que se sorprendían de poder compartir lo que hacían. En ellos lo espirituoso del alcohol complementaba cada concierto, pero este no era el motivo por el que se iba a escuchar música. Incluso había conciertos a horas intempestivas, domingos por la mañana. Y los colegios mayores en el mundo universitario competían entre sí casi todos los días ofreciendo conciertos de todos los estilos de música entre otras actividades culturales.

Bien entrados los 80´, el ambiente musical de Sevilla se vio mimetizado por la moda y el sonido que imponía la industria desde Madrid y en ese contexto los músicos de Sevilla, engullidos por el ella, se debatieron entre el exilio o la insuficiencia vital. Fueron años en la periferia que no tenían mucho que ver con la orgía del centro.

Ya en los 90´ las salas reconvierten los espacios escénicos ofreciendo tocar a músicos incipientes, de peor calidad, que sin rodaje no pueden exigir cantidades económicas dignas. Se resienten la creatividad y la calidad. La música ya integrada como parte del consumo de masas es un aditamento que acompaña a los consumidores a todas horas, en todos los sitios y también en los locales de ocio y alterne nocturno. La música es valorada ahora como parte efímera de la “cultura del ocio”, entra en el circuito de la obsolescencia de consumir y tirar, pierde su valor porque ha ganado precio y cuota de mercado. A finales de esta década ya había que alquilar las Salas para ofrecer un concierto y muchos músicos tragaron, seguramente por necesidad para poder sobrevivir. Así se extendió la primera “reconversión” en los locales: de salas de conciertos pasaron a ser simples abrevaderos. La música y los músicos eran también clientes de unos servicios de restauración y, por ello, debían aceptar las condiciones que imponía el potente mercado del ocio.

Con el nuevo siglo hubo un pequeño cambio en Sevilla. Se abrieron de nuevo salas dedicadas especialmente a dar conciertos, con no muy buenas condiciones de acústica, que ofrecían oportunidad a grupos locales y foráneos. Parecía que por fin esta ciudad entraba en un circuito musical abierto y comenzaba a ofrecer lo que ya existía en casi todo el resto de ciudades importantes del Estado desde hacía bastantes años. Algo se movía, pero alguien desde lo público se encargaría de limitarlo; lo expondremos más adelante.

Pero hoy las cuestiones en torno a la música han dado una nuevo giro, los locales comienzan a apretar a los grupos exigiéndoles condiciones leoninas para realizar conciertos: que se vaya a taquilla (las entradas que vendas es “casi” lo que te llevas), que lleves al público, que tú mismo promociones el concierto, que dejes a la sala 1€, u otro tanto por ciento a concretar, por la venta de cada entrada y que no les des el coñazo si tienes los temas registrados en la SGAE y quieres declararlos para recibir unas limosnas. ¡A esto estamos llegando!

Está claro que los empresarios de la hostelería que incluyen “la música” como un servicio más de su oferta no la consideran cultura, sino exclusivamente parte de la animación del ocio, una oportunidad más para mejorar beneficios Ya no se lucran solo de la venta de bebidas espirituosas sino también a través de la los músicos y de su música.

Y por último, en ese afán del perfeccionamiento de la explotación del hombre por el hombre referida a en este sector, se produce la organización de “concursos”, generalmente entre bandas que empiezan al objeto de que puedan levantar la cabeza. Concursos que ofrecen premios en cadena en sucesivas ediciones eliminatorias y cuyo premio suele ser poder llegar a tocar con algún encumbrado en vete a saber dónde. El típico sistema de timo piramidal pero sufragado por los propios músicos, pues cada grupo debe vender entradas para meter el mayor número posible de público que le vote y poder así ganar alguna de sus fases. Es como la fórmula del circo romano: disponer de un espacio para que compitan los músicos entre sí a consta del público y el empresario llevarse la pastuqui calentita. Esta modalidad empieza a tomar cuerpo con la aparición de los “nuevos emprendedores”, que con una visión de chatarrero, ven una oportunidad de negocio entre los escombros del derribo....

Aún así todavía hay algunos lugares, pocos realmente, que se mueven en este ámbito con respeto hacia la música y los músicos, a los que hay que agradecer que resistan a la competencia desleal del propio gremio que los sitia.

El ámbito institucional.

Como ya se anticipó anteriormente el sector público en Sevilla no ha hecho casi nada por la música y menos aún por los músicos.

Desde la Junta de Andalucía la política cultural referida a la música ha sido una calamidad. Sólo se ha potenciado la ópera, subsidiariamente lo clásico y el flamenco. El resto de la expresiones musicales no han existido. La cultura de la subvención, del clientelismo, en ésto como en todo lo demás, ha llegado a los allegados. Los circuitos musicales de las Diputaciones o Ayuntamientos no contaban con criterios objetivos para seleccionar a grupos o músicos, ejerciendo una discriminación evidente. No había ni hay una estrategia clara de promover la creatividad en este marco. Por otro lado, los conservatorios, como escuelas de música han continuado lastrados y secuestrados por la música clásica, impartiendo una formación cerrada y altamente especializada en frustrar ilusiones y talentos que se quisieran desarrollar por otros lugares y sonidos que los clásicos. Ni siquiera, respetando esa línea, se ha sido capaz de ofrecer la alternativa de formación postgrado referida hacia otras disciplinas como el jazz, el pop o el rock, con todo el potencial necesario y previo para que los músicos puedan tener una profunda base musical de conocimientos y la posibilidad de perfeccionarlos o desarrollarlos a través de diferentes estilos musicales.

En este sentido a falta de iniciativas privadas que supieran distinguir la potencial riqueza musical que existe en esta ciudad, la calidad de muchos intérpretes y la originalidad y el talento de muchos compositores, el sector público se ha rodeado casi siempre de “estrellas” que le den lustre., concentrando la mayor parte de los recursos en gastos de productos comerciales de sobra conocidos, pero no realizando inversiones para potenciar otros nuevos valores, todo ello acompañado de la política de cerrar o intentar impedir que las salas ofrezcan música en directo porque ello no entra en la planificación que el poder tiene sobre como debe ser el ocio y la cultura. Y ahora, con las arcas vacías “la música y los músicos” son un sector a no considerar en todo lo posible. Asistimos hoy, por parte de los poderes públicos locales, a formas de beligerancia contra la música y los músicos a través de una censura sobre las letras en los conciertos en directo, es una imposición impensable con el argumento de que “el dinero público no puede financiar o promocionar a grupos o solistas con letras que conculquen los valores morales de la sociedad”. Pero ¿cuáles son esos valores?. Si, los de una moralidad tartufa e impresentable propia de una dictadura.

Nada hace presagiar que se comprenda hoy por los gestores y administradores públicos, los que administran nuestro patrimonio económico, que sólo con una oferta cultural de calidad la ciudad en su conjunto puede salir beneficiada, que sólo podrá ganar cuota de mercado turístico con ofertas diversificadas, que la Semana Santa y la Feria tienen un tope de mercado al que ya se ha llegado y al que seguramente veamos decaer en los próximos años por la crisis financiera internacional. La música, en cualquiera de sus variantes con calidad, puede y debe contribuir al bien común.

3. Los músicos, el público.

Los músicos.

Es curioso como en esta profesión, durante todos estos años de bonanza económica, con un industria con altísimas plusvalías, nadie se preocupó de los músicos, de los interpretes, ni siquiera ellos de sí mismos La evidencia es que lo de “los músicos”es un eufemismo: no existen salvo en la imaginación de quien se denomina a sí mismo en plural mayestático.

¿Qué colectivo hay de músicos representativo, con fuerza y capacidad negociadora con la administración, con independencia de los integrados en las Sociedades de Gestión de Derechos como SGAE (que no es exclusiva para ellos) e IAE?. Los músicos no tienen interlocutores, no pueden presionar como colectivo ante nadie, son un magma de individuos disociados y en ocasiones con intereses contrapuestos.

Su falta de carácter gremial o colectivo está íntimamente ligado al culto a la personalidad impuesto por el marketing discográfico desde los 60´. Todos, grupos y solistas “están en esto en gran medida por la pasta”, por llegar a ser “estrellas” y brillar desde el neón en el Olimpo de lo efímero. Es pues una profesión con la mínima regulación en el mercado de trabajo, de ahí que “búscatelo como autónomo y cuando se pueda” sea la manera habitual de desenvolverse. De este modo nadie ha hecho nada por ordenar o regular la profesión, establecer un régimen especial de la seguridad social para los instrumentistas, ejecutantes; garantizar un mínimo de prestaciones sociales o de jubilación, cobrar bajo contrato en todos los bolos en vez de hacerlo en dinero negro, sin contrato y a expensas de la “bondad” o cercanía de quien te contrata. En Sevilla, meca de la picaresca, no ha ocurrido lo contrario dese luego. Y de ese modo, como en el resto del Estado, quien no ha subido de escalón y se ha mantenido en él como encumbrado, como marca registrada, no tiene prácticamente de qué vivir.

Junto a ello, el éxodo sobrevenido, en gran número de casos, para poder ser reconocido ha sido moneda de cambio corriente. Emigrar para volver, huir para encontrar, morir para vivir... salvo las excepciones que todos podemos evocar, que incumplen el mártiriloquio, algo que aquí va mucho.
Todo esto, además ha contribuido durante años también al deterioro de la propia música, a buscar fórmulas fáciles y manidas en la composición en muchos de los casos, a tener que acomodarse a lo fácil para poder simplemente sustentarse y no morir de inanición. Ya no se animan las fiestas privadas del señorito con los flamencos como ocurriera en tiempos, ahora se animan las verbenas con grupos que han sustituido en parte a las típicas orquestas y que versionan todos los tipos y estilos de música para animar la pachanga. ¿Musicalmente en algo hemos avanzado?.

Hoy hay muchísimas personas tocando instrumentos y esto sin duda abre posibilidades para que se diversifiquen las propuestas, para que algo pueda mutar, para que podamos sorprendernos. Las condiciones del “mercado” están cambiando y la música y los músicos pueden y deben aprovechar esta transformación en la que se malvive.

El público.

En los años 70´ el público aficionado a la música no convencional era poco pero fiel a los grupos y solistas existentes, que también eran pocos pero muy entregados a ella. Compartir la música fue crear un espacio para practicar colectivamente la libertad en muchos aspectos vitales. La música facilitó la comunicación personal en una generación maniatada por los estertores de la dictadura. A través de ella se empezó a gestar una contra-cultura beligerante contra ella y sus imposiciones. Tenía un valor de uso y no de cambio. Claro que fue un espejismo, una ilusión, algo efímero, pero pudo hacerse realidad y vivirse hasta que la industria vio negocio y todo se masificó en torno a “la movida” en los 80´. Sevilla vivió aquel momento en la vanguardia porque aquí hubo creatividad y originalidad a raudales, hubo con la música el compromiso que nace del anhelo por encontrar otros sonidos, otras formas de decir, otras maneras que fueron respetuosas con la tradición flamenca con la que compartieron espacio y compás, alimentado por la claridad y frescura de lo ingenuo y lo espontáneo. Pocos músicos y poco público pero mucho compromiso y mucha alegría.

Sin embargo, hoy el público consume la música más que la comparte, encuentra en ella el acomodo estético que se construye para evitar el silencio, no hay ningún tipo de compromiso asociado a ella, sea ético o estético, siendo una parte de la dosis que se nos administra por técnicas invasivas para la enajenación personal y social. La encontramos en todos los sitios y a todas las horas como fondo de un decorado pero al que nadie presta atención, que nada evoca, ya no es parte del mundo de las emociones ni se asocia a sentimientos, por ello ya no tiene valor y como consecuencia tampoco tiene ya precio, de ahí el fenómeno de las descargas masivas desde la red. Ahora es un producto de usar y tirar, que se deprecia en el propio momento que es consumido. De su intrínseca naturaleza efímera y volátil al ser interpretada se ha pasado a su obsolescencia absoluta como manufactura digital.

4. La Industria. 
 
En nuestra “sociedad gaseosa” de lo insustancial la imagen ha suplantado al cuerpo. La cultura del rock, a través de esas imágenes, universalizó el culto a la personalidad representado en cada estrella mediática. Así, importa el divo más que la música y tiene, por lo general, más valor el personaje que la obra.

En Sevilla, desde que la incipiente industria metió mano en la música, a finales de los 70´, comenzaron a deshacerse los primeros grupos míticos, algunos músicos emigraron para abrir horizontes y, para los que resistieron y aquellos otros que se fueron incorporando por el paso generacional se impusieron nuevas condiciones: comercialidad en la producción de los albunes, clausulas leoninas en los contratos de las discográficas y a cambio de qué ... No voy a dar nombres, pero esos incipientes empresarios del rock sevillano y andaluz tuvieron que enfrentarse a continuación, en los 80´, a la industria de Madrid y Barcelona. Fue imposible competir con ellos por lo que se plegaron a lo seguro, los estudios y sellos con algún nombre se enfocaron de vuelta a el mercado interior: las sevillanas, las bandas procesionales y las fondos con motivos “musicales” para la publicidad en la propaganda institucional. Todo muy Yingle – Yingle..

Si la música folk / rock / pop en los 70´ estuvo en contra de los valores éticos y morales del sistema, a partir de los 80´ya no lo está, ni se alimenta de la contestación para buscar la complicidad del público, ahora, por el contrario, coopta con el “poder” y con la llegada del PSOE termina de hundir y aplacar todas las inquietudes personales y sociales. La izquierda vino a domesticar a las pocas “fieras” que en el marco de la cultura aún quedaban. La “movida” impulsada desde los Ministerios del poder fue la imagen de marca cultural de la “neosocialdemocracia españolita”. Los “señoritos” de izquierda habían encontrado una mina en ella y bien que la explotaron: “A colocarse y al loro” fue la consigna de salida... y todavía no se ha llegado a la meta... ¡¡¡ algunos ni llegarán.

En Andalucía y particularmente en Sevilla “la industria” fue una sucursal de Madrid y de Barcelona. Ocurrió en este sector como lo acaecido en el sector primario: aquí ponemos la materia prima a precio de saldo, pero el producto se enlata y se vende fuera. El poder político, que era el único que hubiera podido corregir esta situación o al menos intentar minimizarla, dio su aquiescencia a esa realidad y su empeño no fue otro sino el rodearse de “estrellas” que le dieran lustre para poder brillar. Recordamos el memorable “estrellas de la guitarra” en la Expo del 92´. Sólo el flamenco ha sido, en todo este tiempo, patrocinado oficialmente, por eso de que los Flamencos ya habían conquistado el mundo sin ayuda de nadie, aunque aquí también parece que ha habido quien ha comido del pesebre y a quien no se le ha dejado comer.

Así que mucho de lo poco que destacó fue patrocinado sólo previo servilismo y pleitesía. O, ¿acaso no aparecían grupos vinculados a casas de juventud municipales que dependían del partido político de turno que gobernaba en el Municipio?. Y ¿no hay aún hoy concursos para jóvenes músicos promovidos desde el Instituto de la Juventud?. Todo para dar una imagen política de integración y apoyo a la juventud en sus manifestaciones culturales, pero a aquella que fuera afín y no planteara discordancias.

Las iniciativas empresariales en los 90´, para todos aquellos que despertaban de esta quimera y manipulación política de la cultura, que comenzaron a denunciar lo discrecional, arbitrario e injusto de unas subvenciones clientelares y dieron un paso al frente comprometiéndose en su música y con sus letras, fueron muy bien tratados por los promotores locales: giras por toda la geografía de 15 o 20 conciertos seguidos en condiciones infrahumanas, de transporte, de gastos y de salario. La gloria tenía un precio y fuera del sistema oficial aún más duro ¡¡¡ Esto animó mucho a los nuevos valores a la hora de plantearse musicalmente qué hacer y para quién. La consecuencia fue la proliferación, a partir de los 2000´, de bandas dedicadas a versionar cualquier estilo, casi todas con muchísima calidad pero en detrimento de propuestas creativas.

Hoy, como ya comentamos, tenemos a los emprendedores, capaces de promocionar conciertos con artistas foráneos y que siguen la senda de la codicia nacional metiendo a tropecientas personas más de la capacidad de una sala, con los riesgos que eso entraña. Otras mentes brillantes, en colaboración con algunos garitos, se han convertido en “programadores” de conciertos y eventos, cobrando ese trabajo a los músicos y no a las salas, con una especie de diezmo o peaje vinculado al precio de la entrada. Otros directamente organizan los concursos piramidales que ya hemos comentado, que imitan a los de programa la telebasura y en los que los propios músicos compran previamente a los promotores las entradas que luego tienen que revender entre amigos y familiares para competir injustamente con otros compañeros; aquí, como habréis adivinado, no gana aquella propuesta musical más sólida, profesional, bien interpretada, sino aquella otra que tiene más votos del grupo o solista que tenga más acólitos. Una treta más del perfeccionamiento de “perversión democrática” que nos atenaza. Y luego todos se van tan contentos, público y ganadores celebrando lo que para los músicos y la música es otro estruendoso y deplorable fracaso. ¡¡¡

5. Los Medios de Comunicación. 

¿Qué sería del circo musical sin las herramienta de comunicación y marketing?.

La radio fue en los 60´ el principal instrumento de difusión de la música, pieza clave para que ésta se hiciera popular, mayoritaria y, de ahí, esa denominación de lo “pop”. Los primeros críticos musicales partían, no sólo, de su función como comunicadores de las novedades que aparecían, sino que también ofrecieron interacción con el oyente, de ese modo las listas de éxitos fueron una mezcla entre lo que se valoraba con independencia por los críticos de radio y los gustos del público al solicitar sus temas favoritos. Los top-100 fueron importados de USA, como casi todo, hasta que desde mediados de los 60´explosionó la industria musical inglesa. A partir de aquí las compañías discográficas dirigieron la comunicación corporativa de sus artistas, el negocio comenzó a crecer exponencialmente a un ritmo vertiginoso y gran parte de las plusvalías generadas comenzaron a dedicarse masivamente a la promoción. La publicidad era ya tan importante o más que el propio producto. En costes se dedicaba mucho más dinero a promocionar que ha producir el vinilo en todo su proceso. En este sentido las radios, especializadas en música pop, cobraron una importancia clave para las campañas de promoción de las compañías discográficas. Desde entonces, el locutor-crítico musical comenzó a operar más por las imposiciones del mercado que por sus propios criterios de gusto ya que si las compañías pagaban la publicidad en los medios, éstos tenían que servir a sus amos y la crítica se convirtió en un paripé, la calidad se relacionó con las ventas, el gusto de las audiencias comenzó a manipularse de manera descarada y las estrellas de papel invadieron el firmamento del mal gusto.

Es curioso constatar cómo los principales críticos de música en España adolecieron casi siempre de conocimientos musicales, su gusto se fundamentaba en su sensibilidad y en el bagaje cultural recibido, por lo que sólo su labor como documentalistas ha podido contrarrestar su analfabetismo funcional en el lenguaje músical. Conocen la vida y diretes de todos los músicos, las historias de sus vidas, las anécdotas más inverósimiles, pero no saben ni pueden comprender que están haciendo en su lenguaje. Los críticos se habían nutrido de su propio gusto, casi siempre de buen gusto, hasta que el dinero de las promociones lo fue dirigiendo, perfilando, ajustando a las necesidades propias del mercado. De ahí que las listas de éxitos sean listas de ventas y las ventas se realizan en función de la promoción. ¡El círculo mágico del mercado en “libre competencia”que siempre favorece al cliente!.

Desde los 60´los músicos, que formaron bandas de pop o de rock en países como Inglaterra y USA, o en Alemania o en los países nórdicos u otros centro europeos, tenían en su mayoría conocimientos musicales, no sólo los recibidos en la escuela sino también de grado superior. La explosión de la industria discográfica en esos países fue sólo posible porque había una cantera inmensa de músicos e instrumentistas capaces crear y de ser luego apoyados interpretar y participar del negocio. La proliferación de bandas en los 60´y 70´ en esos entornos geográficos sólo fue posible por la gran demanda de la industria y porque ésta pudo ser atendida por músicos que tenían conocimientos de música, formados en los 50´y que no tenían salida hacia la música clásica. Todo ello, junto a las circunstancias del contexto socioeconómico de Occidente, en expansión y a un entorno contracultural entre la juventud dieron valor artístico a toda este movimiento musical en aquellos años.

Pero, volviendo a los medios de manipulación, a partir de los 70´la Televisión entra también en juego y los cambios de lo artesanal a lo industrial comienzan a consolidarse, la interpretación en directo se hace en play-back, todo un hito que deprecia sin duda la credibilidad de la música y de su interpretación, permitiendo que accedan al mercado discográfico español caras bonitas y risueñas, horteras de todo trapo, que ya no tienen que cantar o tocar, sino sólo gesticular. Fue la época de explosión de los dibujitos animados...
Salvo la Radio Pública que mantuvo programas que han permanecido hasta hace poco y alguno aún hoy continúa, el resto de emisoras que emitían música se transformaron en radiofórmulas o en programas de listas de éxitos. Lo comercial lo inundó todo. Por su parte, en TV todo era comercial y en play-back, salvo contados programas de música en directo o para nuevos intérpretes que se emitían para pequeñas audiencias en la segunda cadena.

En Sevilla, salvo honrosas excepciones durante los 90´ se emitió en conexión con la programación nacional de las grandes cadenas y, en lo local, se circunscribió a la promoción casi exclusiva del flamenco. Una vez creado Canal Sur la oferta en radio se diversificó, aunque primando los intereses de la industria y los programas de música comercial y listas de éxitos como en todas partes. En la actualidad la parrilla está diversificada y podemos encontrar hueco para casi todos los estilos de música, aunque en Canal Fiesta Radio continua primando una programación con criterios estrictamente comerciales con tintes vetustos de folklorismo lolailo y rancio. En cuanto a la TV autonómica, ya sabemos cual es su share y sobre él la aplicación de técnicas de pastoreo político al servicio de la mansedumbre y el embrutecimiento masivo.

6. Elementos para el acuerdo.

Toda esta exposición, más o menos rigurosa, en cualquier caso una visión parcial y sesgada de uno más de las que se pueden hacer para aportar elementos para el análisis, el debate, etc. sobre lo que acontece en torno a la música, no tiene mucho sentido si no va enfocada a contribuir a establecer relaciones, vínculos, que puedan confluir en algún foro mayoritario en el que coincidan objetivos de todos aquellos que quieren, por uno u otro motivo, a la música en esta ciudad y sus alrededores. De ahí que extraiga de todo ello que:
  • No creo que la música, como valor cultural, tome de nuevo impulso si no hay una organización de los propios músicos que defienda sus intereses profesionales ante las administraciones, la industria, etc.
  • No creo que sea posible subsistir sin una autofinanciación propia a través de vías que no sean institucionales. Recuperar la independencia es el primer paso para que fluya la creatividad.
  • No creo que sea posible establecer un nuevo modelo de relaciones comerciales para poder vivir a través de la música si no se modifican las relaciones entre músicos y público. Hay que recuperar el valor de la música a través de su reconocimiento.
  • No creo que sea posible avanzar si no confluyen intereses que afecten a los músicos, el público y lo que queda de la industria y de los medios de comunicación.
  • No creo que sea posible caminar si los músicos no colaboran entre sí y establecen proyectos comunes.
El Cómo hay que hacerlo: juntos y, el Cuándo, con premura.

1 comentario:

Inma dijo...

Suscribo tus palabras. Una reflexión extensa pero muy amena de leer, la he disfrutado.
Tal como somos los españoles, veo difícil (desgraciadamente)que se pueda hacer un proyecto común. Ojalá.

Un abrazo y te felicito por tu blog