Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

1/24/2013

EL HOMBRE DE NEANDRETHAL Y EL MODELO COOPERATIVO

Ante los acontecimientos relativos a la inminente recreación del hombre de Neanderthal hablamos hoy con Stanley Blakhand del Institute of Xpataphysics 

En primer lugar, podría explicarnos esta posibilidad biológica, o estamos ante la ciencia ficción. 

Ciertamente, parece que podemos aceptar como verosímil la posibilidad de recrear al hombre de Neanderthal una vez se haya reconstruido completamente su secuencia genética. Desde nuestro Instituto hemos apoyado la investigación en este sentido en colaboración con el Max Planck Institute for Evolutionary Antropology porque creemos que ello puede a ayudar a resolver importantes problemas en la evolución de nuestra especie. 

¿Cual es el interés concreto que el Institute of Xpataphysics tiene en este proyecto?. 

Como usted sabe nosotros nos dedicamos a proponer soluciones imaginarias a cuestiones o problemas concretos que preocupan a la humanidad en su conjunto, asesorando a distintos Gobiernos. No nos centramos sobre cuestiones importantes, sino sólo sobre aquellas que tienen gran relevancia mundial.

En este sentido, con nuestro apoyo en este proceso, intentamos ofrecer solución al dilema que se le plantea a la especie en las actuales circunstancias demográficas y ecológicas para poder continuar en este planeta a punto de colapsar. 

¿Y eso que tiene que ver con los Neanderthal?. 

Los estudios etnológicos y antropológicos de los que disponemos se han visto confirmados por el estudio comparado del genoma humano y el de los del neanderthal. Nuestra hipótesis confirmada y que hoy puedo anunciar nos señala que algunas de las evidencias encontradas relativas a las diferencias secuenciales entre ambas especies nos muestran que la especie neanderthal sucumbió presionada por el homo sapiens, en este sentido creo que tenemos contraída una deuda que deberíamos condonar.

¿En qué radica esa diferencia fundamental?. 

Lo más destacable y sobre lo que centramos nuestro interés es confirmar que los Neanderthal tenían como patrón conductual dominante para la supervivencia de la especie la cooperación entre los individuos. Por el contrario, nuestra especie muestra un patrón de supervivencia cultural fundamentado genéticamente en la competencia. Sabemos que ambas especies convivieron durante cortos períodos de tiempo y que compartimos parte de nuestro mapa genético ya que entre un 1% y un 4% del ADN que tenemos en cada una de nuestras células es herencia directa de los neandertales. Determinar esos lazos comunes relacionados con aptitudes cognitivas puede abrir nuevas perspectivas para que nuestra especie sobreviva o al menos para reorientar su evolución. En este sentido averiguar qué función tienen los genes en los que hemos encontrado diferencias puede ayudar a comprender nuestra evolución. 

¿Nos puede anticipar cuáles son esos lazos comunes o sobre que han establecido su hipótesis?. 

La hipótesis se fundamenta en la respuesta que a veces tiene el ser humano en condiciones extremas, en las que en ocasiones aparece la colaboración como única forma viable para sobrevivir, suplantando a la competencia. O sobre ciertas conductas altruistas como las de arriesgar la vida por otro que chocan con un modelo competitivo de relación. Creemos que sólo la generalización de este tipo de conductas puede ofrecer una alternativa viable al sostenimiento de la especie sin pasar previamente por una época autodestructiva. 

¿Nos está sugiriendo que nuestro patrón conductual está fundamentado casi exclusivamente en la competencia y que ésta no es la respuesta adecuada a la situación por la que atraviesa hoy el planeta y la especie con él?. 

Si, los modelos de previsión que se barajan tienen pocas posibilidades de garantizar la supervivencia de la especie. Llegados a este momento de crisis global, fundamentada en la escasez de recursos energéticos, el deterioro irreversible medioambiental con el inminente cambio climático y sus consecuencias sobre la producción de alimentos, la presión demográfica insostenible provocada por el crecimiento exponencial de población, la ingobernabilidad política global por el ejercicio del control económico desde las grandes corporaciones en una economía virtual especulativa, en suma, la inviabilidad de sostener el planeta con este modelo económico con el que la especie tiene pocas posibilidades para sobrevivir a medio plazo.

Las opciones pueden ser, por un lado, drásticas, a través de una tercera guerra mundial, que diezmará sustancialmente la población con el riesgo nuclear implícito asociado “liberándo” gran parte de la carga humana que lo hace insostenible; otra podría ser contenida, hacia una depauperación progresiva de las condiciones de vida de la mayoría de la población y que afectaría también a los países del primer mundo, una vuelta a la Baja Edad Media pero actualizada a nuestro potencial destructivo. 

¿Entonces los Neanderthal qué nos pueden aportar para modificar estas expectativas?.

Su modelo de comportamiento cooperativo que sustituya a nuestro modelo competitivo.

10 comentarios:

RICTUS dijo...

Ya estaba al tanto de la intención de clonar un neandertal. Me parece una chorrada, qué quieres que te diga. No creo que sea posible técnicamente ni recomendable desde ningún punto de vista. Con respecto a la intención de presentar a este primo como "Homo Cooperativo" también me caben mis dudas. No creo que fuera más cooperativo que nosotros. La estrategia evolutiva de todo nuestro género -incluso de nuestra familia, lo que incluye los grandes simios- está basada precisamente en la cooperación, en la empatía. Hay muchos libros de reputados antropólogos dedicados al tema. En mi opinión, es muy probable que pertenezcamos al tipo de homo más cooperativo, compasivo y empático que haya existido nunca. Bien es cierto que a la vista de los muchos males que nos aquejan es fácil inclinarse a pensar que todo tiempo pasado fue mejor, llegando en ese viaje hacia atrás a las épocas en que el neandertal era la especie homo dominante en Europa, pero me parece más un "wishful thinking" que una realidad. Veremos.

Salud.

TRANSIDO dijo...

Que "la estrategia evolutiva de todo nuestro género - incluidos LOS GRANDES SIMIOS - esté fundamentada en la cooperación" de dónde sale.
Parece evidente reconocer, en todo caso, una bipolaridad "cooperación / competencia". La cooperación aparece en momentos frugales, como una respuesta automática en el individuo a situaciones límites de supervivenvia: ayudar a otro jugándose la propia vida. Pero "la competencia" es el motor evolutivo de nuestra especie. Cómo sino se iba a imponer el modelo económico que nos proyecta. Acaso ayer en Davos se habló de más de cooperación/colaboración o de mayor competencia/competitividad.

Respecto a las esperanzas puestas en el genoma Neanderthal por el Institute of Xpataphysics, no son de extrañar:a falta de credos, dioses y demás faunos el absurdo se consuela en la ilusión, que es su verdadero patrimonio.

RICTUS dijo...

Durante el 99% de la historia del género homo, tanto en lo que se refiere a nuestra especie como en lo que atañe a los otros homos que en el mundo han sido, la cooperación y la empatía ha sido la mejor aportación a una estrategia de supervivencia exitosa, y no la competencia. ¿Por qué? Sencillo: no había semejantes con quién competir. La competición era interespecífica, no intraespecífica. Durante los últimos cuatro millones de años, los individuos del género homo han vivido en pequeños grupos, apenas clanes familiares, donde todos los miembros tenían que tirar del carro para conseguir el alimento necesario para sobrevivir. Esto ha sido así hasta hace muy poco. Se estima que en el paleolítico la población humana de todo el planeta no superaba los cinco millones de individuos. En Europa los neandertales jamás llegaron a poblaciones que se pudieran medir con seis dígitos. Y eso es por hablar de la historia "reciente", si nos vamos más atrás, a los tiempos del homo erectus, o más aún, al del homo habilis, la población se contaba por miles. En esas circunstancias, los pequeños grupos de homos no competían entre ellos, si acaso muy excepcionalmente, con ocasión de una lucha por territorios como fuente de alimentación. En todo caso, no habría muchos más problemas intraespecíficos que los que ocurren hoy día entre los chimpancés, que de vez en cuando -muy de vez en cuando- entran en una riña con un clan vecino.

La competición intraespecífica, que no deja de ser un sinónimo de la guerra, la explotación y demás parabienes de nuestra civilización, no aparece en la historia de nuestro género hasta la revolución neolítica, sucedida hace 10.000 años, o sea, ayer por la tarde. Ese tipo de comportamiento nefando, la lucha entre hermanos, no es por tanto un imperativo genético de nuestra especie, sino una adaptación voluntaria, ajena a los dictados de la evolución natural, pensada con premeditación y alevosía a la vista de determinadas circunstancias. Esto es importante, porque quiere decir que en nuestro registro de ADN no existe nada que nos predisponga a matarnos entre nosotros porque si. Para llegar a esos extremos necesitamos una razón de peso: ellos o nosotros, el que pierde palma. Si no es en esa circunstancia, el ser humano no agrede a sus semejantes. Esto es evidente, además, incluso en nuestras sociedades masificadas: si tuviéramos impreso genéticamente ese tipo de comportamiento agresivo y competitivo llevado al extremo, la vida en sociedad de millones de seres recluidos en espacios mínimos, como los que marca la vida urbana, sería imposible. Somos básicamente pacíficos y tendemos a pensar bien de nuestros semejantes. Esa es nuestra naturaleza. Otra cosa es que nos sometamos a comportamientos inducidos por el tipo de sociedad en que vivimos. Cosas más extrañas se han visto. En una remota tribu de las islas del Pacífico existía la costumbre social de que los cuñados (varones) fueran los que se encargaban de la educación y mantenimiento de los hijos de una pareja; asombroso ¿no? No hay que desdeñar la fuerza de los comportamientos aprendidos, alias tradición. Pero tampoco hay que confundir esos comportamientos sobrevenidos con el programa de comportamiento que llevamos impreso en nuestra carga genética.

RICTUS dijo...

Por otro lado comúnmente se entiende la revolución neolítica como el momento en que el hombre empezó a cosechar y pastorear, con las consecuencias inmediatas de el sedentarismo, el abandono del tipo de sociedad nómada de los cazadores-recolectores, el alumbramiento de las civilizaciones, etc.
Detrás de todo esto hay un detalle que resulta curioso en términos de fatalismo evolutivo. Resulta que, como todos sabemos, la revolución del neolítico se produjo en primera instancia en el Oriente Medio, en ese paraíso terrenal que regaban el Tigris y el Eufrates. Allí se daba de manera natural el trigo y la cebada en abundancia. Los humanos que vivían en la zona llevaban miles de años aprovechando el grano para su alimentación. Tanto es así que parece ser que la población de la zona aumento considerablemente debido a la bonanza del terreno y la abundancia de alimentos. Esto ocurrió mientras todavía se vivía de la caza y la recolección, en sociedades tribales compuestas por pequeños grupos humanos. Sin embargo, ese aumento de población fue creando un problema. Las poblaciones cada vez más numerosas no eran practicas para una vida nómada por la serie de problemas logísticos que representaba mover una cantidad cada vez mayor de gente. Las tribus se fueron adaptando paulatinamente a la vida sedentaria, para lo cual debieron exprimir al máximo los recursos de la tierra donde plantaban sus reales. Pero pese a lo feraz de aquellas tierras, el asentamiento de la gente y el aumento de población fue llevando a la escasez, de manera que no hubo otra respuesta posible que comenzar a cultivar la tierra. Los métodos de cultivo eran conocidos de antaño, y si no se llevaban a la práctica era sencillamente porque no hacía falta: con lo que daba el campo silvestre era suficiente, hasta que se produjo la ya mencionada explosión demográfica Ese fue el momento en que entramos en la espiral de trabajo-producción-consumo que nos ha llevado hasta el follón de hoy día. Así que el hecho de que algunos humanos encontrasen un territorio natural y extraordinariamente favorable para sus necesidades es lo que nos ha llevado a este perpetuo combate contra la escasez. ¿Fue este suceso un regalo envenenado de la naturaleza o era inevitable que las cosas sucediesen de tal manera? No lo sé, la verdad, y creo que da igual. El hecho es que sucedió, y de aquellos polvos...

TRANSIDO dijo...

Por un lado señalas lo innecesario de la competencia para la subsistencia intraespecífica, aún en épocas de escasez, pues el grupo o la horda tenía que colaborar para defenderse de los acechantes mamíferos carnívoros, la conservación del fuego, o el mantenimiento del clan. Fue la época en la que esa PARTE de nuestra disposición genética sobresalía para mantener al GRUPO por encima del INDIVIDUO, lo cual no quita que también la conducta sobre la competencia se estableciera en el ámbito, por ejemplo, de la reproducción, el más fuerte cubre más hembras. La conducta quizá fuera Cooperativa para sobrevivir en el ambiente y competitiva para reproducir la especie. Serán siempre las condiciones ambientales las que favorezcan la preeminencia de determinadas estrategias de comportamiento para la especie.
Por otro, en tu segundo análisis, señalas que en la abundancia de aquél creciente fertil el sedentarismo posibilitó la primera revolución, la demográfica, en base a la abundancia disponible de alimentos y, sin embargo, curiosamente, en esa abundancia emerge triunfante la conducta competitiva.
Lo que entiendo que se desprendede todo ello es que contra la escasez la cooperación fue y quizá lo sea lo más eficaz, pero que en la abudancia la competencia marca el acontecer. Desde entónces, con altibajos por modificaciones climáticas o por migraciones, o invasiones en busca de nuevos recursos, el humano sapiens ha utilizado la competencia como herramienta de conducta intraespecífica para el sostenimiento del grupo o mejor etnia, y esa competencia intraespecífica la ha extendido al sexo, el poder, lo económico, el juego, el territorio, etc.. etc... dominando las relaciones sociales y humanas.
Desde luego hemos mantenido una Competencia -interespecífica- con otras especies por el habitad pero desde hace unos lustros en desigualdad absoluta de condiciones.
Creo que la competencia y la colaboración son dos modelos o estrategias para sobrevivir, que se aplican con mejor o peor fortuna en cada momento, pero nuestra predisposición genética hacia uno u otro de estos modelos no sólo la determina el ambiente, sino que ha ha ido seleccinandose genéticamente por la reproducción de individuos que han sabido sobrevivir en esa "abundancia" a través de esa competitividad, y que hoy ese comportamiento predomina sobre el comportamiento cooperativo. Los fuertes y los débiles.
Ese modus operandi se extiende por todo el globo. Los fuertes Competitivos pueden llegar a destruir un pais, o a Europa en las guerras, ellos sobrevirán, los débiles cooperativos a lo sumo conseguiran por la cooperación que sobreviva alguno de ellos.
Por otro lado, ¿no es el que más se adapta al medio el que sobrevive?. Desde hace más de 5.000 años el medio ambiente social es competitivo, hoy el ambiente en casi todos los órdenes es competitivo. La cultura es competitiva. ¿En dónde y sobre qué No se compite?.

RICTUS dijo...

El nacimiento de la civilización a raíz de la revolución del neolítico no fue un proceso premeditado, dirigido ni diseñado, sino un acontecer más de los procesos de adaptación al medio ambiente de una especie, en este caso, la nuestra.

Hay que tener en cuenta que la serie de sucesos que convirtieron a unas sociedades nómadas de cazadores-recolectores en otras sedentarias dedicadas a la agricultura no fueron cosa de un día. Estos cambios sucedieron a lo largo de generaciones, según fue incrementándose paulatinamente la población y el aprovechamiento primario de las plantas fue tornándose insuficiente. En esta circunstancia uno podría plantearse, ¿y por qué no vuelven atrás? ¿Por qué, en vez de dedicarse al cultivo, con la trabajera que eso lleva, no vuelven al método antiguo de caza y recolección? Bueno, supongo -solo supongo- que sería precisamente por lo dilatado del proceso. Es posible que aquellos que tuvieran que enfrentarse a la escasez de plantas silvestres -en comparación con la densidad de población- fueran gentes que ya se habían vuelto sedentarias desde hacía varias generaciones. Quiero decir con esto que cabe la posibilidad de que en Oriente Medio se produjera primero la sedentarización del personal, antes que la utilización de la agricultura extensiva. Mientras hubo grano silvestre de sobra para todas las tribus, éstas fueron abandonando sus hábitos nómadas. Cuando la explosión demográfica derivada de la abundancia convirtió el grano en escaso, ya estaban todos en su casita, con una vida montada alrededor del poblado. Además, probablemente no fuera ya posible volver a la vida nómada por otros motivos: la pérdida del "know how", que dicen los angloparlantes, y las dificultades logísticas de moverse con una población demasiado grande.

¿A dónde voy a parar con todo esto? Probablemente a ninguna parte que vaya más allá de dar el coñazo. Pero todo este proceso, tan lejano a una planificación ordenada o a la misma voluntad de sus protagonistas, me da que pensar. Hoy día no faltan los que definen a nuestra especie como un virus que ataca el planeta. Me parece algo exagerado, aunque con algo de verdad dentro. El descomunal desarrollo de nuestra especie amenaza muchos aspectos de la vida en la Tierra, aunque no todos. Es posible que nos comportemos como un virus con 7.000 millones de bacterias portadores de él, pero lo curioso del asunto es que nada de esto estaba escrito. No tenía que haber sucedido así. Normalmente se lee en libros de antropólogos -y no digamos ya de filósofos y gente de fe- que nuestra especie es radicalmente diferente a las demás porque somos conscientes de nosotros mismos y porque somos los más listos y los más guapos. No creo en absoluto que las cosas sean así. Dejando de lado el muy discutible monopolio de la consciencia, y la medalla de oro en inteligencia, la realidad es que somos una especie más, en pie de igualdad con las otras. Nuestro devenir no será distinto tampoco: dentro de 4.000 millones de años el Sol se irá a hacer puñetas y, en el improbable caso de que todavía quedase en esas fechas algún humano, desapareceremos sin dejar rastro. Nadie echará una lagrimita por nosotros. Tenemos fecha de caducidad. Y no solo eso, es que nuestro actual lugar de privilegio en este minúsculo terrón donde vivimos, no es debido a haber despuntado notablemente entre el resto de las bestias, sino a una concatenación de circunstancias azarosas que bien podrían no haberse dado. Quiero decir con todo esto, que somos una especia un poco atorrante y narcisa, siempre empeñados en ser no solo diferentes de las demás -todas lo son ¿no?- sino mejores. Sobre esas bases se han creado las religiones, las filosofías y las ideologías que tanto daño han hecho a nuestro coco. Si por un accidente geológico o de cualquier otro tipo, las tribus que vivían en Oriente Medio hace 10.000 años no se hubieran encontrado en un entorno natural tan bonancible, es posible que hoy no estuviera escribiéndote esto con un ordenador. No somos más que producto de la casualidad, en cualquier caso.

RICT dijo...

En cuanto a la empatía, con sus componentes de altruismo, compasión, generosidad, etc., es parte fundamental de la estrategia de supervivencia de nuestra especie e incluso de nuestra familia. Y creo que lo es en medida superior al componente competitivo, que sin duda también existe. Sin embargo, tanto la capacidad empática como el ánimo competitivo han jugado diferentes roles en nuestra especie dependiendo de las circunstancias del momento. Yo diría, aunque me puedo equivocar, que en todo el tiempo anterior a la revolución neolítica, o sea, el 99'9% del tiempo que las especies homo llevamos en el mundo, la empatía ha sido factor fundamental para la cohesión del grupo, para la consecución de alimentos y para la superviviencia a palo seco. Siendo bien poca cosa, como éramos, o se estaba unido y bien avenido con los demás, o nos íbamos todos por el sumidero. Los comportamientos egoístas y competitivos probablemente fueran muy mal vistos en el seno de la tribu, como ha seguido pasando hasta hace poco en las sociedades primitivas que han llegado hasta nuestros días.

Otra cosa es lo que ha venido sucediendo en las sociedades complejas, en la civilización, donde los comportamientos competitivos intraespecíficos se han visto recompensados generosamente. En todas las civilizaciones, los puestos de dominio han sido ocupados por los individuos más competitivos y menos empáticos del grupo. Lo siento por la autoridad competente, pero ese es el estigma del poder: ser ocupado siempre por las peores personas. No deja de ser curioso que en cuanto montamos el tinglado de la civilización se hayan llevado el gato al agua aquellos de entre nosotros en los que priman los instintos contrarios a lo que nos ha conducido a ser humanos. La verdad es que siempre he pensado que la derecha -y he de decir que siempre he identificado a la derecha con el poder, cualquier poder- lo que quiere no es devolvernos a las cavernas, sino que volvamos a caminar a cuatro patas, porque entre los cuadrúpedos la competitividad es la norma y la empatía la excepción.

TRANSIDO dijo...

Sí, nuestra evolución no fue premeditada por la especie, pudo realizarse por las condiciones ambientales y la capacidad de adaptarse a los cambios en el entorno. La casualidad jugó un papel determinante.

El paso del depredador al recolector vendría sin duda determinado por el habitat. El aumento de la población y las limitaciones en la recolección dieron lugar a incipientes técnicas de cultivo y pastoreo, que darían lugar con posterioridad a la agricultura y la ganadería. Pero esa pregunta que haces es crucial ¿ante la escasez del sedentarismo recolector por el aumento de la población por qué no volver al nomadismo?. Supongo que en parte se volvió y los fenómenos expansivos en busca de nuevos territorios tuvieron que conllevar conductas nómadas, pero ya no determinadas por una alimentación con preponderancia de proteína animal.

Pero en los asentamientos sedentarios que comenzaron a desarrollarse “la técnica” agrícola y ganadera no sólo cubría las necesidades alimentarias, sino algo muy importante: las organizaba.
Como dices somos una especie más, con nuestras peculiaridades, que compite por la supervivencia con otras especies para sobrevivir, con fecha de caducidad limitada en este planeta por un determinismo circunstancial inexorable a medio o largo plazo, o por la propia insensatez aparejada a nuestra propia condición.

Pero respecto a lo que tratamos, hay un lapso en el tiempo por el que pasamos de un determinismo casual a un determinismos causal. La mera adaptación de aquellos genéticamente más favorecidos a un determinado entorno junto a la cooperación como estrategia cultural para mejor sobrevivir dejaron paso a la planificación y otro tipo de organización que exigió competencia como estrategia para colonizar.

Creo que fue como dices, “la empatía fue necesaria y fundamental para la cohesión de los grupos, para conseguir alimento, para sobrevivir durante muchos miles de años”. Por tanto, quizá nuestro primeros pasos fueron fruto de lo casual, pero nuestro desarrollo como especie lo ha sido por lo causal. Esta inflexión la aprecio como el resultado del tránsito del “somos pocos” y, ante la adversidad ambiental, nos necesitamos y colaboramos con el “somos muchos” y, ante el confort ambiental, nos despreciamos y competimos.

En ese sentido la especie sapiens “venció” el determinismo ambiental y climático desarrollando técnicas agrícolas y ganaderas que facilitaron su expansión por crecimientos demográficos puntuales y presionada también por los sucesivos cambios climáticos hacia zonas geográficas más septentrionales.

Quizá durante algún tiempo, en el que convivimos con nuestros primos los Neanderthales, lo común fuera la cooperación intraespecífica para sobrevivir en ámbas especies. Luego, quizá lo casual hizo que sólo en la nuestra se dieran esos cambios y nuestro crecimiento demográfico, entre otros factores, forzara su desaparición.

Mi evocación a la recuperación del Neanderthal era una fabulación para recuperar el “modo cooperativo” en las relaciones humanas como estrategia para el mantenimiento causal de la vida. Pero esa estrategia sólo es viable, por lo que nos enseña la antropología y nos confirma la realidad, en sociedades en donde las condiciones extremas ambientales infieren que sólo a través del uso de la inteligencia y ese modus operandi se puede convivir internamente y, a su vez, poder competir con otras sociedades externamente para sobrevivir.

Continuando con esa fábula, ahora parece que los últimos ecos del Neanderthal, a través de “la carga o quizá huella genética que con ellos compartimos”, se estén manifestando paradójicamente en poblaciones que viven en climas muy fríos, algunos con escasez de materias primas como Finlandia, en donde la cooperación junto a la inteligencia está dando otros resultados.
Por otro lado, también comparto tu apreciación hacia la preeminencia del carácter cuadrúpedo en la mayoría de la especie, visualizable a través de la morfología de sus manifestaciones culturales, el canto, la danza, el discurso, de unos seres confinados en una perrera que ya no tiene dueño.

Unknown dijo...

Disculpa, pero qué tiene que ver lo que pones en la cabecera??? Hablas irónicamente de una "profesión atea", si te refieres a los científicos, que en la actualidad casi todos son ateos, lo postura más sana para la mente humana y no estra creyendo en dioses creados por la gente primtiva que cuando no le encontraban respuestas a las diferentes cuestiones existenciales todo se lo atribuían a lo sobrenatural, es decir, empezaron a inventar dioses, como Constantino El Grande que sometió a votación para que jesús sea considerado como un dios o no, y ganó el sí por un estrecho margen. Te suena el Concilio de Nicea? En la comunidad científica hay muy pocos perversos practicantes de esa profesión, pero en la comunidad religiosa, básicamente en la cristiana y musulmán, la mayoría tiene la mente retorcida por seguir creyendo en seres imaginarios que "nacieron"...bueno...ya te expliqué. Saludos.

TRANSIDO dijo...

Sr. Bardeli, gracias por su comentario, quizá apresurado... acerca de "la profesión atea". Tampoco soy prácticante de la misma, pues conduciría sin remisión a otro fundamentalismo más. Simplemente facilita cierta comidad para el pensamiento.
No olvide que "la ciencia" también ejerce su doctrina, tiene su propia lógica, su método, sus metalenguajes, sus liturgias, sus practicantes, sus fieles y sus detractores.