APROXIMACIÓN I
La escritura como expresión antecede y se antepone a la literatura como estilo. No obstante, en su exterioridad, ambas acciones vacían el cuerpo calloso de ese charlatán que se encubre tras las voces que otras sombras proyectan entre sí, manifestando acaso una posibilidad, en ese dramatismo del anhelo materializado en representación que pacientemente susurra.
Sin objeto definido el deseo ya no tiene compañía proposicional, es por tanto deseo desprendido que únicamente pervive sonámbulo, sin concreción: eco de aullido en la caverna.
La moneda, ese dispendio del trueque del caníbal moderno, suple irracionalmente a su objeto, siendo posibilidad caudal que atempera zozobra, pero que ayuda a mantener artificialmente las constantes vitales, sustituyendo la experiencia activa por un dispendio quimérico de quietud, un hábito echo costumbre; deseo de ser por el de poseer, proyectado en imágenes sin cuerpo, acaso similitudes, imitaciones. Sus dominios, entonces, se abastecen por actitudes de incertidumbre y sumisión que aproximan los límites de la necesidad al delirio por un ansia exorbitante de acumulación.
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