LA INSIGNIFICANCIA RADICAL
Creer en lo que se dice es como el énfasis enzimático: la estrategia del sistema inmunitario por distraer a un antagonista detectado como invasor.
Hubo un tiempo en el que el escepticismo fue la voz del sentido común, eran tiempos de estética pesimista. Hoy el sentido común es trágico y por tanto su voz es el silencio.
Las palabras ya no se expresan por sí solas con independencia de quien las pronuncie. Es el énfasis del orador, a través de su técnica, el que crea verosimilitud en el mensaje, pero siempre y cuando esté de acuerdo con el modelo estandarizado que los medios de comunicación mediáticos han impuesto, y que exigen fidelidad a su código: contundencia y simpleza del mensaje, reiteración del objeto a desacreditar, ordinariez y precariedad lingüística.
En estos viejos tiempos en los que se vive, el moribundo occidental ha cobrado nuevos ánimos, como la bolsa, y quizá anticipándose a una drástica y fulminante depresión quiera, no obstante, despedirse con gloria. Nuestro mundo ya no se esfuerza por dominarse a sí mismo una vez que ha conocido la liberación de todas sus pulsiones, más bien camina apresuradamente hacia un extinguiese en sí mismo acompañado por la promesa de una posible resurrección, una vez desentrañada la piedra filosofal a través del mapa genético de la especie.
Por ello, el diseño va colonizando las esferas vitales y todo aspira a ser alta cocina. El eclecticismo es el referente estético para una personalidad sin rostro, para una serialización personificada en contingencia global. Las instalaciones pretenden mostrarnos una realidad de la cual ya no formamos parte, el sonido se articula en torno a proyectos de mansedumbre colectiva. La arquitectura rivaliza con una invasión destructiva pero conformadora estéticamente en una recreación temática del espacio natural.
En una sentencia judicial de hace unos días, y a propósito de la construcción de un aeropuerto en Castellón, se concluye que a pesar de la estimación del daño originado por una deforestación alevosa e implacable se reconozca indulgencia, y por ende la continuidad del destrozo ante la imposibilidad de repararlo. Esto sin duda puede contentar a la incredulidad, pero también es un antecedente para todo aquello que, aunque irracional, se quiere asentar en la jurisprudencia para imponerse.
Todas estas pequeñas cuestiones nos muestran la gravedad que puede tomar la insignificancia, el peso de su radical y virulenta compulsión, a pesar de querer pasar desapercibida en su representación y más allá del desorden que impone su discurso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario