Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

11/10/2008

¿GALANES O GAÑANES?

Si aceptamos que el privilegio y virtud de la comedia es perdonar, nos deberemos conformar en reconocer también, a su vez, que el rencor y el resentimiento lo son del drama.

En sí ningún hecho es esencialmente ajeno a su paradójico advenimiento, pero en su formulación, precipitado, resuelto, su límite anímico queda conformado por su interpretación, que basculará, en función de la identidad que lo secuestre, entre lo cómico y lo dramático.

No son los hechos pues, sino su representación, lo que les confiere su connotación significativa, ese añadido valor que los llega incluso a suplantar, fijándolos en la memoria que guía y deriva todo comportamiento. Así, advertimos que es la morfología de nuestra identidad la que determina la actitud correspondiente a la que se conforma cada hecho, y no el acontecimiento en sí el que establecería cual ha de ser nuestra actitud o respuesta. Si a todo ello añadimos, además, aquello que de sustancial corresponde a los automatismos gestuales de nuestro acervo caracteriológico convendremos, igualmente, que por este determinismo nuestra ubicación en la esfera del humor del mundo se corresponde con ese agrio y bilioso parentesco que nos condena al enfrentamiento permanente, como si de todo ello dependiera la única garantía para poder gestionar nuestro reconocimiento.

De tal suerte que la galantería, esa forma de maridaje a la que se prestan las miradas al cruzarse, se nos antoja como la disposición recomendable para tratar los hechos con la permisividad que da haberles otorgado una apariencia cómica, no dejándonos secuestrar por esa otra funesta gañiría de nuestra idiosincrásica esencia trágica.

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