UN LOGOS USURPADO
La cercanía entre las intolerancias es proporcional al desprecio entre sus protagonistas.
Mientras el debate entre la opinión pública, aquél que han promovido los medios de comunicación haciéndose eco de una escueta parte de las declaraciones de Benedicto XVI en el aula magna de la universidad de Ratisbona, se ha establecido en relación con una posible diferencia entre la nutrición de los sistemas fundamentalistas monoteístas a la hora de comprender y organizar la evangelización o conversión del infiel, ya sea como quisiera Benedicto a través de la razón para el Cristianismo o la violencia para el Islam, se ha ocultado el profundo mensaje que la "lección" papal propone en clave interna para el mundo occidental, y en particular para el orbe católico, a saber: una especie de refundamentación conspicua de la fe con relación al logos, o razón.
Sobre el motivo de la diatriba pública, sólo indicar que en las fechas a que hace referencia el diálogo que Manuel II Paleólogo sostuvo con el persa culto, ya se habían producido todas las cruzadas cristianas para recuperar los santos lugares y devolver la Fe por la espada a los infieles musulmanes, lo que desacredita los términos de esa "conversación" en sí mismos, por falsos. Sin embargo esta si sirve como argumento para poder disertar sobre la necesaria vinculación entre Fe y razón, "la necesidad de hablar bien y razonar correctamente" frente a las formas violentas y de amenaza.
Nos gustaría desprender de este primer análisis que el Papa no solo se refiere a las formas rudimentarias de conversión que ejerce el islamismo más radical en la actualidad, y no con respecto al mundo occidental, sino en su propio territorio, sino también, sin mencionarlo explícitamente, a aquellas prácticas ejercidas desde el mundo occidental para convertir estos países y a sus poblaciones en regímenes democráticos a través de las bombas y la ocupación, como formas elementales de colonialismo nihilista disfrazado de restaurador y propagador de valores fundamentados en la propia fe cristiana.
Pero el meollo de la cuestión, la vinculación de la Fe al logos, tarea que ocupa casi toda la disertación, nos puede conducir a pensar que lo que se busca es refundamentar el espinoso asunto de la Fe, hoy tan a la baja en los mercados de la imaginería monoteísta cristiana.
El recurso de la helenización en la interpretación de la Biblia y del génesis a través de las traducciones de los griegos, la propia escritura en griego del nuevo testamento, la evocación que San Pablo realiza invocando al " verbo"- palabra- son aglutinadores que pueden confirmar los deseos para que "el culto cristiano concuerde con el verbo eterno y nuestra razón".
Tanto esta usurpación de la palabra -del verbo- que hace S. Pablo de la Torah hebrea, junto con el acercamiento de la fe bíblica al cuestionamiento filosófico griego a través de la razón -logos-, son las piezas angulares en las Benedicto quiere fundamentar un encuentro entre "fe y razón, entre religión y un auténtico iluminismo".
Tras exponer los sucesivos procesos de deshelenización, que paradójicamente ha llevado a cabo la teología de la iglesia en los últimos siglos, a través de La Reforma del Siglo XVI, la teología liberal del los Siglos XIX y XX, la subcultura a la que ha sido relegada la religión por la ciencia en la actualidad, Benedicto reivindica que "el Dios verdaderamente divino es aquél Dios que se ha mostrado como el logos, y como logos actúa lleno de amor por nosotros".
No se trata de hacer "científica" a la teología, en una especie de malabarismo imposible entre cartesianismo y empirismo, "pues eso dejaría fuera la pregunta por Dios", por lo que sería una pregunta precientífica. Pero ésta y "otras cuestiones que solo son propiamente humanas como las de nuestro origen y nuestro destino, sobre la religión y la ética, no encuentran lugar en el espacio de la razón común delimitado por la Ciencia", por ello deben ser "relegadas al espacio de lo subjetivo", convirtiéndose " la conciencia subjetiva en la única instancia ética". De ahí que sólo cuando "superemos la limitación que se ha autoimpuesto la razón empíricamente verificable" alcanzaremos la fe de modo renovado.
Qué mejor dogma que aquél que se sustenta en la razón, aunque estos sean términos incompatibles per se. Es en esta síntesis operativa ideal en la que se pretende dar razón de las cosas, a partir de la propia impotencia de la razón, en donde Benedicto ha hecho su apuesta, pues las respuestas que no puede responder la ciencia son aquellas que si puede dar el subjetivismo individual por una fe iluminativa que comprendiera el principio racional del universo, que no es otro que Dios: el gran ausente de los campos de la muerte de Auswitch como señaló el propio Benedicto hace unos meses.
Esta suplantación o asimilación del logos griego, como principio racional del universo o como discurso que da razón de las cosas por el Verbo o hijo de Dios en la teología cristiana, es una hábil maniobra de malabarismo que el propio Benedicto utilizó haciendo caso a Nietzsche en lo referente a la transmutación de todos los valores. Así, lo racional o empírico se ha vuelto irracional o ilumínico.
Todo ello tras haber afirmado horas antes, en una misa ante 250.000 fieles, y sobre la base de esta argumentación "que la teoría de la evolución es irracional, que el ateísmo nace del miedo a Dios, y que el odio y el fanatismo no son consecuencias de que exista este o aquel Dios sino que quieren destruir su imagen". Y se preguntó, ¿qué cosa hay en el origen?, respondiendo: o "la razón creadora, el espíritu que hace todo y fomenta el desarrollo", o la "irracionalidad, que produce un cosmos ordenado de manera matemática, al hombre y la razón". Concluyendo que "sólo Dios salva al hombre del miedo del mundo y del ansia ante el vacío de la propia existencia".
Pero, ¿quien nos salva de Dios, quienquiera que no sea, y de todas sus "razones" y de su "verbo" o "espíritu" , que impregna toda la demencialidad de los fanatismos y fundamentalismos, a todos aquellos que nos sentimos a gusto en el vacío de la existencia y no tenemos miedo ante la vida o la muerte?.
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