Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

9/23/2007

LOS INGENUOS PRISIONEROS DEL INSTANTE

A partir del posmodernismo la conciencia histórica murió porque no hubo ninguna preocupación por el propio destino. El destino, paradójicamente, como concepto se contempla hoy como algo trasnochado, ya pasado. No hay destino desde el momento en que se nos anunció que ya no habría futuro. A lo sumo ese futuro, ese destino, ha quedado en manos de tahúres y quiromantes, a la suerte de un pronóstico en función de las perspectivas del montante del donativo.

En nuestra sociedad la inmediatez es un valor en alza, ya sea desde la proactividad –previsión o anticipo de soluciones a posibles acontecimientos - o hasta en la precisión en los porcentajes de ajuste secuencial para, por ejemplo, la estimación de densidad de desoves de Diatraea Saccharalis.

Pero la originalidad, si es que la hubiera en la inmediatez, en la instantaneidad, habría que buscarla en la redundancia contenida en los mensajes que la denotan. Así, se nos ofrecen fórmulas por las que sólo a través del instante se nos permite contener alguna posibilidad de alojar vida: “vive el momento”, “disfruta como en un instante eterno”, etc.… Por ello, en lo momentáneo, aquello insustancial e inaprensible a lo que se circunscribe el deseo de felicidad en este mundo de lo ingrávido, - pues nada puede atrapar al instante -, se performa la posibilidad del éxito, del goce, lo que sin duda ha contribuido a disparar los índices de infertilidad de la especie en Occidente.

Por otro lado, el aumento de la longevidad podría considerarse también como un efecto del proceso de dilución del tiempo, como secuencia, provocado por la exigencia circunscrita a lo instantáneo. En la ingravidez el tiempo se estira, se ralentiza. Quizá la muerte no sea sino ingravidez absoluta, anhelo de levitar en el instante eterno.

La inmediatez es también esa forma refleja de acercarse a un fin queriendo evitarlo. Por ejemplo a través de la concentración de lo eterno en el instante, en el equilibrio de su masa crítica. En este sentido el aumento de la densidad de población en el planeta reduce la masa crítica que pueda mantener la vida como reacción o secuencia. Por lo que parece que la estrategia de la especie en su evolución se hubiera dislocado al supeditar su continuidad a través de una reproducción masiva, como si para poder redefinir un salto evolutivo buscara el colapso con su entorno.

De ahí que se quiera particularizar del conjunto una especie de simulacro en el juego de la vida. Lo peor es que el hombre se cree el papel que representa. Y ese que ha usurpado su lugar sólo disfruta con el vértigo que produce la comprensión global de la esfera que lo contiene a través de la ingenuidad depositada sobre una mota de polvo en el cosmos.

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