Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

11/23/2007

EL TIMBRE DEL LATIDO

La piel ha permutado. En su lugar una costra nos protege. Una costra uniforme pero inextensa. Una costra que ha obturado la llaga. Una costra coágulo en la que se han decantado los humores de ácido visceral una vez licuados del magma de la cordura. Un proceso en el que lo vital queda seccionado por lo neutral. En dónde la oportunidad se ofrece como paradigma de un deseo sin objeto. El gesto minucioso y circunspecto del asistente unívoco hacia la reverencia. El sarcasmo agazapado bajo la faz de lo animoso. El humor sin gracia de lo grotesco. La exageración limítrofe de un demiurgo que fallece y resucita cada día, ante cada encuentro, en cada despedida. El encuentro con cada “último” momento. Una intuición quizá. La parálisis que produce la falta de asombro.

El monólogo del eco. La posición dominante de la seguridad conforme. Aquiescencia de la orden dictada por la jerarquía. Aceptación de la misión encomendada. Lo dispuesto en cada rutina. El hábito uniforme. El acato a una sentencia. El secuestro sin sujeto. La disposición de cada palabra. El discurso del orden. La relación de lo intransitivo. El silencio rehén.

Todo ello, timbre de otro latido.

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