Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea.
Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio.
Aulla! Aulla!
¿Por qué de esa actitud que exige que los actos deban corresponderse?. ¿Por qué esas relaciones de correspondencia son relaciones económicas?.
Para intentar dilucidar alguna explicación o respuesta a estas cuestiones partiremos de una parábola en la que el Dios de los Judíos se relaciona con Salomón, y que dice:
"El Señor se le apareció a Salomón en Gabaón y le pregunto qué deseaba. Para concedérselo Salomón le dijo: Señor, mi Dios, eres tú el que me ha hecho rey en lugar de a David, mi padre, pero yo soy joven e incapaz y me veo en medio del pueblo que tú has elegido, y es un pueblo numeroso; dale a tu servidor un corazón atento para que sepa gobernar a este tu pueblo, para que sepa discernir entre el bien y el mal. ¿Cómo sino podría gobernarlo?.
Esta respuesta complació al Señor, que le dijo: ya que es eso lo que pides y no riquezas, ni larga vida, ni la muerte de tus enemigos, eso te daré, un corazón atento e inteligente..." (El libro de los Reyes -3, 5. 7-12-)
Que habilidad nos demuestra Salomón al conseguir “inteligencia” para poder ejercer el "pastoreo" de su "rebaño"- el pueblo elegido, el pueblo de Dios-. Salomón intuyó que Dios no concede riquezas monetarias, sino sólo "la gracia", incluso, ante la necesidad de administrar capital humano.
Pero conviene recordar que aquella "gracia" venía siempre acompañada de la necesaria observancia de determinadas reglas que, como mandamientos, ya fueron concretadas en "Las Tablas de la Ley".
De este modo lo único que podía compensar a Dios, tras ese "Don", fue la "obediencia ciega", de ahí la emergencia de la fe que relacionó y alimentó el binomio “Ley divina / Orden humano”. Desde entonces vivimos las secuelas de aquella elección, que no fue sino condena sobre "el pueblo judío", -pueblo elegido-, a través de la "lex divina", fuente de moral y de derecho. Todo quedó así enmarcado en un modelo de conducta que exigía sumisión a Dios y servilismo a su Profeta, y en el que la fe se consignó como la única vía posible hacia la salvación en la vida y para la muerte.
Desde entonces, para el catolicismo, el Don de la gracia se encuentra en el hombre, pero debiendo ser siempre merecida y sólo pudiéndose obtener a cambio del cumplimiento de determinadas obras, que se corresponde ineluctablemente con la observancia de sus reglas.
Por el contrario, para la Reforma protestante, el Don de la gracia está en Dios, por lo que no fue ni es necesario ganarla con obras, basta con abrazar la fe. En este sentido no exige correspondencia, sino sólo creencia.
Con esto la Reforma se asentó sobre la conciencia individual, aunque también ejerciera a su vez la tiranía desde su propia ortodoxia al igual que el catolicismo. Ensalzó la libertad individual a través de la propia interpretación de las escrituras frente a los dogmatismos católicos impuestos por la Iglesia de roma sobre su rebaño.
A tenor de todo esto la cuestión que se plantea en el marco de la economía de lo sagrado es la siguiente: ¿es la SALVACIÓN un PAGO MERECIDO o un REGALO INMERECIDO?. Es curioso como el calvinismo enfatizó como obra el trabajo, la producción y la acumulación a través del ahorro, y sin embargo la salvación podía continuar siendo inmerecida. Reinterpretó la Biblia en el sentido de que "la Salvación es un REGALO (Gracia) de Dios, y que no hay NADA que las personas podamos hacer para merecerlo". Por el contrario, para el catolicismo, se mantuvo el precepto de la “Gracia merecida“ por el cumplimiento de los mandamientos.
La “Gracia” pues nos introduce en el mundo de la culpa y, en este sentido, no cabe duda de que por la moral católica nos ha sido interiorizada a través de una deuda que no puede ser condonada tras reiterados incumplimientos a determinados preceptos, pues para ella, todo lo que no puede ser satisfecho es dolo, culpa. Por el contrario, para el protestantismo, ese excedente de lo inmerecido se traduce en todo caso en vergüenza. Vergüenza no ante Dios, sino ante los propios hombres.
En este sentido y en términos patológicos, consideraremos al catolicismo como el inductor del sentimiento de culpa, frente al sentimiento de vergüenza auspiciado por el protestantismo. Sin duda, la moral ligada a la vergüenza es más laxaque aquella otra ligada a la culpa. La culpa católica es el vector que orienta gran parte del comportamiento en nuestra sociedad, es lo primero con lo que se amenaza al niño a través de la relación paterno filial del deseo insatisfecho, en la que el hijo, por la inobservancia de preceptos, siempre contrae una deuda imposible de amortizar. Así pues, a la sobredosis de culpabilidad que disfrutamos el catolicismo ha contribuido en exceso.
En este sentido nos puede aclarar la cuestión del reconocimiento, tanto de uno consigo mismo, como con lo que le rodea, siendo ilustrativo de cómo se muestran estas dos concepciones por ambas actitudes:
- "Podías darme las gracias después de lo que he hecho". Denota la soberbia del que sólo hace algo a cambio de al menos las gracias, y que por ello, por su acción debe ser recompensado. Se exige la aprobación o el reconocimiento por lo realizado. En este caso su omisión sí inhibe ante futuras acciones, -la culpa sobre el otro por no responder a la obligatoriedad recíproca de lo merecido-.
- "No me den las gracias, que no me las merezco". Denota la soberbia, entre otras cosas, de que uno no espera la aprobación del otro para actuar. No hay inseguridad ante si será o no aprobada una acción. En este caso la falta de reconocimiento no inhibe para futuras acciones, - la vergüenza ante el otro por un Don inmerecido-.
Esta es, en su conjunto, la contribución que “la Gracia Divina” ha proyectado sobre nuestra identidad a través de su evolución morfológica hasta otorgarnos “la culpa” en tantos siglos de martirio católico.
Cualidad que designa a aquél que es sorprendido o atrapado por un estado emocional cercano al trance, originado por la disposición emotiva del que se apresta ante la intensidad del fenómeno que se produce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario