ADIOS A LA INDUSTRIA DISCOGRÁFICA
Asistimos al hundimiento de la industria discográfica, a una grave enfermedad en la industria cinematográfica, un resfriamiento de la industria periodística, y a la cuarentena preventiva de la industria editorial del libro.
Efectivamente, lo común a todos estos “estados de malestar económico” es que afectan a la INDUSTRIA, mejor dicho a “los derechos de la industria” productora de “bienes de consumo cultural”, o lo que es igual a ingentes cantidades de banalidad.
Recordemos que esa Industria es la que ha digitalizado sus productos, lo que hace luego posible su carga/descarga en Internet. Ya lo sabían desde la irrupción de la pletina en las discográficas, y sin embargo prescindieron del vinilo. Todo por diversificar su oferta y posicionarse mejor en un mercado muy rentable y competitivo. Un mercado dirigido como hemos visto más por los soportes que por los contenidos. Porque en el fondo ese es el problema a pesar de que nos quieran vender otro. La tecnología evoluciona muy rápidamente y tiene graves dificultades para mantener la proximidad entre lo que se innova y lo que se comercializa, y eso tiene importantes repercusiones.
Ahora, para defender su posicionamiento en el mercado que ellos mismos están ayudando a destruir, esta Industria echa mano de la letanía de los “derechos de la propiedad intelectual”. En el caso de la industria discográfica, curiosamente, los que suministran contenidos, los “creadores” están en manos de la propia industria, es ella la que determina cual de la oferta recibida va a ser comercializada, o también impone qué tipo de producto se debe crear para mantener y ampliar su cuota de mercado. Que no nos engañen: la propiedad intelectual en este mercado está en manos de quien tiene la propiedad de los medios de producción.
Pero, ¿quién aparece en los medios de comunicación y ante la opinión pública como representante o autor de esa propiedad intelectual, tan vejada, maltratada y expoliada por los “piratas de Internet” ….¡Ah, “LOS ARTISTAS”!.
Porque son los “Artistas” los que ahora exigen mantener sus privilegios asociados a los de la industria, porque para eso son su cara, su sello, su marca. “Artistas” que no trabajadores, aunque muchos de ellos se presenten con discursos y atuendos de “izquierda” simplemente porque han elegido ese pesebre en este muladar. “Artistas” en los que la industria ha metido ingentes cantidades de dinero en promoción, y que sin ella, en su mayoría, no hubieran durado ni diez minutos en el mercado. “Artistas” que han pagado mal y con dinero negro a los músicos que les acompañaban en sus giras durante décadas, “Artistas” que no han dudado en sacrificar el directo por el playback en cualquier oportunidad porque era más económico y ocultaba mejor sus evidentes carencias técnicas o musicales. “Artistas” que ponían su nombre a producciones cuya autoría era de otros, interpretada gracias al trabajo de otros músicos y con la colaboración de técnicos e ingenieros de sonido para poder llegar a ese producto final. “Artistas” divinos de un mundo bastante escabroso, pero eso sí protegidos por la Industria que los produce y por la SGAE que los cuida y vela por sus exclusivos derechos.
¿Dónde estaban manifestándose los músicos reales, los técnicos, etc., etc. que producen los productos de la industria?. Los músicos no están organizados en un sindicato de clase, los músicos no tienen un régimen especial de la seguridad social, los músicos que no son “Artistas”, tanto creadores como ejecutantes, no han tenido “conciencia de clase”, de trabajadores asalariados, han sido comparsas de la farándula de todo este tinglado de glamour y paraísos artificiales.
Hoy los músicos y creadores están en manos de empresarios de abrevaderos de bebidas espirituosas que pagan exiguas cantidades por el directo, en dinero negro, sin factura. Hoy los músicos y creadores que no tienen obras comercializadas por la industria malviven de las limosnas de ésta y de los “artistillas” encumbrados que tan bien la representan. En qué se han invertido los cuantiosos beneficios obtenidos en todos estos años por esa Industria y por sus “Artistas”.
Claro, hay libertad y por eso mismo ahora se hunde lo que antes flotó. ¿No se hundió la siderurgia a finales de los 70, la minería, el sector pesquero, la agricultura, los lácteos, etc., etc.… ¿Por qué no puede hundirse este tinglado tal y como está concebido?. ¿Por qué razón?. ¿Y acaso su hundimiento va a hacer tabula rasa de la creación musical, de la interpretación?.
A la música todo esto que está ocurriendo le vendrá bien, porque la música es efímera en su representación, y poco tiene que ver con un producto en forma de vinilo o CD, o con cualquier soporte en la que se la quiera enlatar. La música ya quiso ser secuestrada por la notación, por la partitura, por la dirección de orquesta, etc, etc.. Lo que está ocurriendo debe ser un revulsivo que nos haga reflexionar sobre la situación que padece y que se debe entre otras causas a la falta de educación musical en las escuelas, la preocupación comercial de los artistas establecidos que la manosean con el único objeto del enriquecimiento rápido é inmoral en muchos casos, el culto exagerado a ciertos estilos musicales impuestos por la industria en detrimento de otros, la gran difusión de formas musicales pobres en ideas y con un mensaje de falsa diversión, el uso de los jóvenes como acróbatas de un circo mediático aunque no tengan la mínima formación musical y sobre todo la falta de una reglamentación laboral que impida el caos y el “amiguismo” en el que vivimos, la educación del público que valore la música y no la desprecie.
La “propiedad intelectual” es un eufemismo que esconde otra realidad, la de una industria que ha destrozado la música, a sus ejecutantes y a buena parte de sus creadores, y que no contribuye especialmente en potenciar la cultura sino en destruirla, uniformándola, imponiendo moda, embruteciendo la sensibilidad, masificando.
¡Que se vayan con su soniquete a otra parte!. ¡Buen viaje a esa industria y a sus “Artistas”!.
Efectivamente, lo común a todos estos “estados de malestar económico” es que afectan a la INDUSTRIA, mejor dicho a “los derechos de la industria” productora de “bienes de consumo cultural”, o lo que es igual a ingentes cantidades de banalidad.
Recordemos que esa Industria es la que ha digitalizado sus productos, lo que hace luego posible su carga/descarga en Internet. Ya lo sabían desde la irrupción de la pletina en las discográficas, y sin embargo prescindieron del vinilo. Todo por diversificar su oferta y posicionarse mejor en un mercado muy rentable y competitivo. Un mercado dirigido como hemos visto más por los soportes que por los contenidos. Porque en el fondo ese es el problema a pesar de que nos quieran vender otro. La tecnología evoluciona muy rápidamente y tiene graves dificultades para mantener la proximidad entre lo que se innova y lo que se comercializa, y eso tiene importantes repercusiones.
Ahora, para defender su posicionamiento en el mercado que ellos mismos están ayudando a destruir, esta Industria echa mano de la letanía de los “derechos de la propiedad intelectual”. En el caso de la industria discográfica, curiosamente, los que suministran contenidos, los “creadores” están en manos de la propia industria, es ella la que determina cual de la oferta recibida va a ser comercializada, o también impone qué tipo de producto se debe crear para mantener y ampliar su cuota de mercado. Que no nos engañen: la propiedad intelectual en este mercado está en manos de quien tiene la propiedad de los medios de producción.
Pero, ¿quién aparece en los medios de comunicación y ante la opinión pública como representante o autor de esa propiedad intelectual, tan vejada, maltratada y expoliada por los “piratas de Internet” ….¡Ah, “LOS ARTISTAS”!.
Porque son los “Artistas” los que ahora exigen mantener sus privilegios asociados a los de la industria, porque para eso son su cara, su sello, su marca. “Artistas” que no trabajadores, aunque muchos de ellos se presenten con discursos y atuendos de “izquierda” simplemente porque han elegido ese pesebre en este muladar. “Artistas” en los que la industria ha metido ingentes cantidades de dinero en promoción, y que sin ella, en su mayoría, no hubieran durado ni diez minutos en el mercado. “Artistas” que han pagado mal y con dinero negro a los músicos que les acompañaban en sus giras durante décadas, “Artistas” que no han dudado en sacrificar el directo por el playback en cualquier oportunidad porque era más económico y ocultaba mejor sus evidentes carencias técnicas o musicales. “Artistas” que ponían su nombre a producciones cuya autoría era de otros, interpretada gracias al trabajo de otros músicos y con la colaboración de técnicos e ingenieros de sonido para poder llegar a ese producto final. “Artistas” divinos de un mundo bastante escabroso, pero eso sí protegidos por la Industria que los produce y por la SGAE que los cuida y vela por sus exclusivos derechos.
¿Dónde estaban manifestándose los músicos reales, los técnicos, etc., etc. que producen los productos de la industria?. Los músicos no están organizados en un sindicato de clase, los músicos no tienen un régimen especial de la seguridad social, los músicos que no son “Artistas”, tanto creadores como ejecutantes, no han tenido “conciencia de clase”, de trabajadores asalariados, han sido comparsas de la farándula de todo este tinglado de glamour y paraísos artificiales.
Hoy los músicos y creadores están en manos de empresarios de abrevaderos de bebidas espirituosas que pagan exiguas cantidades por el directo, en dinero negro, sin factura. Hoy los músicos y creadores que no tienen obras comercializadas por la industria malviven de las limosnas de ésta y de los “artistillas” encumbrados que tan bien la representan. En qué se han invertido los cuantiosos beneficios obtenidos en todos estos años por esa Industria y por sus “Artistas”.
Claro, hay libertad y por eso mismo ahora se hunde lo que antes flotó. ¿No se hundió la siderurgia a finales de los 70, la minería, el sector pesquero, la agricultura, los lácteos, etc., etc.… ¿Por qué no puede hundirse este tinglado tal y como está concebido?. ¿Por qué razón?. ¿Y acaso su hundimiento va a hacer tabula rasa de la creación musical, de la interpretación?.
A la música todo esto que está ocurriendo le vendrá bien, porque la música es efímera en su representación, y poco tiene que ver con un producto en forma de vinilo o CD, o con cualquier soporte en la que se la quiera enlatar. La música ya quiso ser secuestrada por la notación, por la partitura, por la dirección de orquesta, etc, etc.. Lo que está ocurriendo debe ser un revulsivo que nos haga reflexionar sobre la situación que padece y que se debe entre otras causas a la falta de educación musical en las escuelas, la preocupación comercial de los artistas establecidos que la manosean con el único objeto del enriquecimiento rápido é inmoral en muchos casos, el culto exagerado a ciertos estilos musicales impuestos por la industria en detrimento de otros, la gran difusión de formas musicales pobres en ideas y con un mensaje de falsa diversión, el uso de los jóvenes como acróbatas de un circo mediático aunque no tengan la mínima formación musical y sobre todo la falta de una reglamentación laboral que impida el caos y el “amiguismo” en el que vivimos, la educación del público que valore la música y no la desprecie.
La “propiedad intelectual” es un eufemismo que esconde otra realidad, la de una industria que ha destrozado la música, a sus ejecutantes y a buena parte de sus creadores, y que no contribuye especialmente en potenciar la cultura sino en destruirla, uniformándola, imponiendo moda, embruteciendo la sensibilidad, masificando.
¡Que se vayan con su soniquete a otra parte!. ¡Buen viaje a esa industria y a sus “Artistas”!.
1 comentario:
Magnífico artículo. Claro, certero y contundente.
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