LA CORRUPCION DEMOCRATICA
Desalojo policial acampada Puerta del Sol -Madrid- 10/05/2011 5,00 am
Si algo distingue a la Democracia parlamentaria española de otros regímenes teocráticos es precisamente su capacidad para extender y democratizar la corrupción de forma generalizada.
La cultura democrática española comenzó en los 80 con el llamado "Pelotazo", término acuñado tras la aparición del banquero Mario Conde -un advenedizo en el mundo bancario, defenestrado y encarcelado- que conculcó la posibilidad de que cualquiera podía hacer dinero fácil y rápido, cualquiera podía dar "El pelotazo". A este deporte sin balón se apuntaron los políticos socialistas que por entónces ejercían omnipresentes y por mayorías absolutas en todos los poderes estatales, autonómicos y municipales. Este fue el primer síntoma de la nueva "cultura democrática": maletinnes cargados de dinero corrian por las áceras buscando favores de cualquiwer clase o condición, incluso se perdían en taxis de tanta velocidad y trasiego. La coca había sustituido a la heroína como droga más consumida, de la depresión tardofranquisata mitigada por los opiáceos se había pasado a la euforia histérica de la democracia tutelada. Coca y maletines eran los símbolos del pelotazo. La bolsa adquirió temperaturas insoportables, las reconversiones -desmantelamiento- de sectores económicos hasta entónces pujantes y competitivos, las primeras privatizaciones a los amiguetes, la entrada en Europa y en la OTAN blindaban todas las operaciones y chanchullos. Un gobierno democrático y socialista reconvertía la españa de miseria y pandereta franquista en una democracia corrupta, materializando uno de los principios ideológico socialdemócratas: la "igualdad de oportuinidades". A ella, por supuesto, se apuntaron tiros y troyanos, pues la corrupción no entiende de clases sociales, ni de sexos, ni de credos... hasta que se produjo el famoso "calentón" a partir de principios de los 90. Esa fue la palabra para tocar a retreta y anunciar que "esas alegrias se habían acabado" por el momento. Vinieron unos años de incertidumbre, los primeros 90, hasta un cambio de gobierno a la derecha, más que nada por eso de la alternancia, del repuesto para un chasis oxidado.
Con la derecha en el poder ya pudo dibujarse un nuevo escenario para representar el segundo acto de "la corrupción democrática", una obra en reposición pero con un remodelado guión, actores y atrezo. Ahora el ladrillo, el cemento, que fueron los elementos para la corrupción de los años 60 del franquismo, volvian en un revival casposo como la yunta que tira del carro para intentar acercarnos a nuestros vecinos europeos, eso de la Convergencia, palabra clave para los tertulianos del absurdo radiofónico de por entónces. El juego de la pirámide inmobiliario y los flujos incontenidos de capital crediticio hicieron el milagro del endeudamiento colectivo -pues, ¿quién no se metió a especular?- y de traernos hasta esta llamada "crisis hipotecaria", segunda acepción para limpiar el patio de tanto listillo y avispado.
Coincidencias del destino, también "la izquierda" ha tenido que bregar con este sapo, claro que a él ha contribuido y de él se ha nutrido. Haciendo honor a su causa, su bolsillo y su servil obediencia al amo, el capital, ha administrado las correcciones necesarias para que éste recoja beneficios a consta de empobrecer a todo el país reclamando el pago de la deuda que tan felízmente se facilitó y contrajeron la mitad de los españolitos de a pie. La "cultura democrática" hizo posible una vez más la "igualdad de oportunidades" para la especulación masiva, esta vez con bienes inmuebles, bienes inútiles, representantes de un modus económico clientelista y no productivo, rémora de nuestra profunda y ancestral cultura que añora y emula al señorito andaluz o al terrateniente castellano: rentistas e improductivos, chulos y puteros. Afines todos a eso de "que me quiten lo bailao" e inmundicias del estilo de fracaso que tan bien los representa y de tanta actualidad eurovisiva.
Todo esto hasta anteayer, como quien dice, cuando se ha producido la primera contestación global en todo el estado, radical y pacífica contra este sistema de banqueros, polticos y jueces -no los olvidemos- corruptos. Una movilización que exige una "democracia real", aún sabiendo que ésta es una contradicción en sí misma, que es inviable, porque lo real es una construcción de nuestra fantasía... ¡Dejaríamos entonces de morir cotidianamente para poder vivir ... ! Pero de eso se trata, de vivirr sin la imposición de deuda alguna, sin la servidumbre de un contrato, en un suspiro constante de libertad no secuestrada.
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