YO
Yo se materializa en la voz del que
emite.
Yo se conforma como un laberinto.
Yo toma cuerpo en la medida en que se
adapta a las circunstancias del juego.
Yo se habilita en un ensimismamiento
compulsivo.
Yo alcanza su insignificancia cuando
adopta una posición inalterable.
Yo secuestra los gestos de otro para
hacerse suyo.
Yo parte de un límite que ignora.
Yo se sustancia en una enajenación no
reconocida.
Yo circunda con lo insustancial.
Yo alcanza la fortaleza a través de su
fragilidad.
Yo no remite ante el dolor propio pero se nutre también del ajeno.
Yo siempre se piensa desde otro
desconocido que lo suplanta.
Yo se inscribe en un espacio similar al
vacío del discurso que lo forja.
Yo se pronuncia cuando abre una llaga
que se desangra desde un cuerpo ajeno.
Yo se fortalece negando.
Yo se abisma hacia la implosión al
expandirse.
Yo se cree insustituible pero es
intercambiable en un seriado discontinuo.
Yo se reconoce en el concepto que ha
creado para sustentarse.
Yo encuentra en la intención la
potencia para relacionarse.
Yo es otro que no se atreve a
reconocerse.
Yo se embosca tras una apariencia
supletoria de nada.
Yo cuando acepta su muerte colma su
voluntad.
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