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6/14/2013

FRENTE A LA CORRUPCIÓN, COALICIÓN

Si la corrupción es ese sustrato sobre el que se asientan los regímenes políticos, el grado de corrupción quizá sea el signo que mejor los asemeje.

En este sentido, la exigencia democrática obligó no sólo a disponer de “libertades” negadas por la dictadura sino, que también, abrió las puertas para generalizar esta práctica, reducida otrora en aquél régimen cuartelero a las élites de la oligarquía franquista. La configuración del nuevo Estado, el reparto de poder y la descentralización política y administrativa a través de las autonomías, tuvo que ser compensada con el monopolio político ejercido por dos grandes partidos, que en el ámbito nacional garantizasen, mediante un sistema electoral que prima a las mayorías, la estabilidad y continuidad del propio sistema institucional.

Durante los años de expansión económica y de apertura política las prácticas corruptas y mafiosas han ido calando en todos los estamentos políticos, administrativos y de la propia sociedad. No olvidar que de cara a la opinión pública fue la corrupción la que propició la derrota del gobierno socialista de González en los 90´. Pero la veda ya estaba abierta y lo mismo que la policía se nutre de delincuentes sin futuro la política se ha nutrido de cuatreros sin montura. En el otro lado, en la sociedad civil, el mundo financiero ha sido el pulmón que ha facilitado el negocio a través de ese instrumento sagrado llamado crédito y desde entonces, tanto un sector importante del ámbito empresarial como otros de la propia sociedad aceptaron y asumieron las prácticas corruptas, incluida la de la especulación en su hacer cotidiano.

Asi, una vez estallada nuestra singular crisis financiera por la ingente deuda privada asumida, el sistema funcionó garantizando la estabilidad política necesaria que contrapesara la inestabilidad económica acaecida. Ha de reconocerse que todo el engranaje produjo lo esperado: una mayoría absoluta de la derecha que garantizase que los cambios estructurales que se exigen desde los prestamistas, fundamentalmente el sistema financiero alemán. Pero esta estabilidad política se ha visto salpicada por el hedor de las turbias aguas pútridas que lo bañan, que lo alimentan. El pueblo, enajenado, cumplió con el papel preestablecido votanto mayoritariamente a un partido en un delrio o fantasía de diseño electoral. Pero entre los políticos y sus partidos ha ido apareciendo, en estos dos últimos años, toda esa corrupción que fue acumulándose durante tantos otros. Por ello, no sólo tenemos una crisis financiera y por ende económica, sino que también tenemos una crisis de corrupción política que afecta a todos los partidos y en todas las Comunidades y que contrarresta la aparente estabilidad de esa mayoría absoluta parlamentaria.

De este modo desde Europa y desde los organismos Internacionales de Expoliación valoran sin duda la estabilidad política del Gobierno de Rajoy para implementar sus mandatos y recomendaciones, pero también valoran la corrupción política de todo el Sistema en su conjunto de cara a arriesgar nuevas inversiones que lo levanten. Parece que en este yacimiento se están llevando el capital, dejan a los trabajadores en paro y no tienen mucho interés en volver a reflotarlo.

En estas condiciones lo que se le ocurre al partido mayoritario de la oposición, al PSOE, no es marcar una distancia política que le posicione favorablemente ante la previsible situación de colapso venidera, sino que en un último esfuerzo, conforme al contrato establecido en la transición, ha propuesto un pacto de Estado. Pacto que certifica el consenso o la unidad política y apoyo mayoritario de un parlamento al  gobierno, pero también un blindaje de facto frente a la corrupción, en una estrategia de autoprotección compartida, que incluye también a la Corona, frente a la previsible situación de inestabilidad política tras las próximas elecciones generales, en las que ninguno de dichos partidos obtendrá mayoría, por lo que un gobierno de concentración nacional se ofrecerá como único garante de seguridad frente a la inestabilidad periférica de muchas de las Comunidades Autónomas y de un clima social de creciente desapego, confusión y desorden.

Si, el Estado se blinda con este pacto y “la izquierda” representada por el PSOE, en vez de propiciar la catarsis social necesaria, exigida por la mayoría de la ciudadanía, hacia una refundación democrática, hacia un nuevo marco constituyente que incluya una reorganización territorial y unas nuevas relaciones con Europa, cumple con su papel de centinela y garante de un sistema político y económico obsoleto y corrupto. De ahí que frente a la corrupción la única opción compartida para nuestros grandes partidos sea la coalición.


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