Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

8/02/2013

TRANSPARENCIAS

Transparencias. Alicia Valle

Todo ser vivo se inclina espontáneamente hacia formas de control por transparencia comunicativa, hacia pautas de autodirección”
(Antonio Escohotado -Caos y Orden-)

 En el marco de la ingente tarea que la especie desarrolló para adaptar la naturaleza a sus necesidades estuvo, sin duda, la eliminación de todo aquello que pudiera significar oscuridad y tiniebla, que no fue otra disposición que la de contrarrestar el temor y el temblor que produce la indefensión ante ese miedo atávico a ser agredidos violentamente en la oscuridad de la noche. Sólo, una vez controlado el fuego por el hombre, mermó aquél temor a la oscuridad y aún, sin desaparecer, pudo desplazarse hacia otros confines, propiciando con ello el dominio de esta especie sobre la naturaleza.

La transformación del hábitat en busca de seguridad tuvo como inevitable consecuencia una paulatina desvinculación con la noche. Las luces alumbraron el mundo de los hombres pero ocultaron la morada de los dioses, las estrellas de la noche en el firmamento y, con ello, la conciencia de nuestra insignificancia. Porque el fuego y luego la luz no sólo poblaron la oscuridad de sombras sino que permitieron la fundición del metal y con ello las herramientas para perfeccionar los instrumentos para la desolación.

Es así como la arrogancia de la especie creció en la medida en que se fue dejando “alumbrar”, convirtiéndose la luz en el principal elemento disuasorio sobre nuestra capacidad para discernir. De ahí que los “alumbrados” en los siglos XVI y XVII conformasen el llamado “Iluminismo”, con el que se quebrara toda la herencia del llamado “oscurantismo medieval” y que, con posterioridad, dio paso a la “Ilustración” en el siglo XVIII o “Siglo de las Luces”.

Desde entonces, “los iluminados”, desde la “deslumbrante razón del materialismo empírico”, impusieron su visión sobre cualquier otra sombra de duda, monopolizando el destino de los pueblos en un ejercicio de intercambio entre la evocación de lo simbólico por la ilusión significativa en lo matérico. De este modo, por la gracia del neón, la “civilización del resplandor” espoliaba la tierra mientras desterraba al hombre de su origen, de su enigma; nos condenaba a un “progreso” que permitió aumentar la esperanza de vida, pero a consta de degradarla exponencialmente, al devastar el medio ambiente para poder extraer los recursos que suministran la energía del sistema productivo que la sustenta.

Pero la luz, en tanto que alumbra, también oculta y en ocasiones ciega. De hecho, todo aquello que no sea iluminado y, por tanto, visualizado no existe. En la cultura de la imagen, de lo visual, la luz es emergente, es omnipresente y no permite resquicios de penumbra, ofreciéndose como la cobertura necesaria para “un orden que aspira a saber sin lagunas, pues sólo el saber total garantiza la protección total”(*). De modo que las imágenes tras sustituir a las sombras, afirman en dónde antes había duda, ofrecen respuestas en dónde antes sólo había preguntas. Por eso la luz es, también, la gran respuesta que acalla, nubla o vela casi todas las interrogantes.

De ahí que hoy, ese afán hacia la transpariencia nos lleve a evitar la intimidad, a desposeerrnos en una desnudez translúcida, en donde el objeto, una imagen en el orden de la apariencia suplanta al sujeto, como cuerpo, en el orden de la presencia. De tal modo que la privacidad sólo puede ser compartida, sólo puede ser en cuanto se haga pública, porque ya todo ha de ser susceptible de ser mostrable, visible, accesible, controlable y manipulable por el propio “cuerpo social”, que no es otro que el de la propia Red en la que se vierten las imágenes que testifican la presencia de cada sujeto que transita en cada disposición, en cada post.

El gran público, la Red, es un gran escaparate de voyeur que se escudriñan a sí mismos sin dejar la oportunidad para ocultar absolutamente nada. En ella, cada corpúsculo de luz que la conforma, cada usuario, cobra forma y se diseña en una narrativa de higiene personal compartida, como en un acto reiterado de defecación colectiva a la que se suele concurrir con las mejores galas.

Pero es también este frenesí de lo visible el resorte que utiliza el poder para indagar en “el sueño de la absoluta transparencia de una sociedad cristalina” (*). Nunca antes hubo tanta información y a su vez tanta ignorancia. Nunca hubo tanta transparencia del poder y a su vez tanto desconocimiento de sus mecanismos. Nunca el engaño fue tan manifiesto y sin embargo tan avalado por una credulidad generalizada. Nunca, como hasta hoy, la imagen suplantó al objeto, ni lo virtual a lo real, de ahí que “lo natural” se nos haya hecho extraño por agotamiento de existencias. Todo quierese representar diáfano y transparente, de ahí que lo irreal se muestre tan verídico, sugestivo y deseable como lo real fraudulento, vulgar y desechable. Lo irreal nos seduce evocando placer mientras que lo real nos desvela causando dolor y vómito.

La luz ha hecho posible que la existencia se trascienda a través de la simulación. De ahí que esa existencia sólo sea aquello que aparenta ser y que la esencia se muestre sólo como apariencia: sombra sin cuerpo.

La luz como estandarte del nihilismo, sin origen ni destino, ha borrado todo aquello ubicado en lo inconscientemente temido, pero, a su vez, nos ha hecho más temibles. Todo se representa aunque nada se manifieste, todo se habla aunque nada se diga y así el recuerdo se cultiva como un ejercicio de olvido sistemático, de un borrado selectivo. Lo efímero es recurrente y apreciable en la medida en que es prescindible. Lo obvio se traviste en descubrimiento y lo intangible en la única aspiración constante para el valor de cambio. La luz es absoluta frente a la transitoria oscuridad, en la transparencia de un mundo sin enigma, en la transparencia de la confusión**.

Entonces, ¿es el tropismo de la especie hacia la luz una vía hacia un sin desenlace, la condena perpetua por nuestra ignorancia?. Entonces, ¿reconoceríamos que “el límite del saber es la transparencia perfecta de las representaciones a los signos que las ordenan”***?. 

* Tratado sobre la violencia (Wolfgang Safsky)
** "Confussión, will be my epitaph”. (Pete Sinfield) 
*** Las palabras y las cosas (Michael Foucault)

4 comentarios:

Inma dijo...

¡¡Excelente reféxión y análisis!!

Besoss

TRANSIDO dijo...

Gracias Inma, esto sólo ocurre en verano, cuando se "reblandecen" las neuronas permitiendo conexiones imprevistas.

Anónimo dijo...

Sólo la sombra de la sombra es transparente. ¿O también la claridad de ella ? ¡Ah! ¡ ¿ La sombra interna amaina la caló o la excita ardientemente ?

TRANSIDO dijo...

Digamos que la Caló libera a la sombra de "la sonbra" y algo se nos "revela" cuando prescindimos de las luces externas que nos deslumbran.

¡Que tus paseos nocturnos se alumbren por las estrellas y encuentres sosiego en la "insignificancia" ante ellas!.