Consideraciones humanas sobre cuestiones inútiles, innecesarias e imperfectas de la profesión atea. Compartir lo efímero, testimoniar lo disoluto, aullar ante el silencio. Aulla! Aulla!

10/31/2013

DEL INCONFORMISMO INFRUCTUOSO


Es inútil atacar directamente a la política mostrando cuantas de sus prácticas tropiezan con la moralidad y la razón. Este tipo de discurso convence a todos pero sin cambiar a nadie. Mejor seguir un camino indirecto que muestre su escaso rendimiento en utilidad real”.(Montesquieu)

Llevaba días musitando sobre la posibilidad de incidir acerca del imponderable moral y ético de las personas que realizan tareas políticas. Cómo se transforman una vez que acceden al poder, prescindiendo de todo aquello que proclamaron defender para alcanzarlo, despreciando a todos los que mediante un voto de confianza depositaron en ellos, gota a gota, el agua que calmara su sed. Por dónde poder disculpar a las ideas, al considerar que el error no lo es de concepto sino de ejercicio, y de cómo o del porqué si éstas o aquéllas otras, por utópicas, se mostraran como simples coartadas de una quimera para saciar los oficios de la codicia y la vanidad humanas. Pretendía mostrar como las ideologías son grandes pantallas que proyectan hacia el vacío únicamente las imágenes que los espectadores, el público, los electores, esperan y desean ver. O como éstas, cuando se concretan en sectarismo bipolar de “derecha” o de “izquierda”, ante todo, nublan el horizonte. Si, estaba convencido de que esta podría ser una vía útil para desentramar, y con ello inhibir, los efectos nocivos que sobre la salud de las personas comunes ejercen las prácticas políticas habituales, a través de tantas decisiones que se toman en contra de la voluntad de la mayoría, que otrora fueron avaladas por una confianza sucesiva y drásticamente traicionada. Si, estaba tentado de intentar resumir en pocas palabras la profunda decepción en ese “nosotros” como un colectivo singular, incapaz de modificar el modo de operar en un espacio geográfico para proteger la vida que en él habita. De como en estos últimos treinta y siete años los sucesivos gobiernos, de izquierda y de derecha, sólo han mediado para despacharse a su antojo los frutos de una tierra y de sus gentes esquilmadas hasta la miseria. O cómo ese placebo llamado democracia perdió su hechizo tras la primera galerna en un tórrido verano azul. Por dónde incidir en argumentos que busquen las causas de tanto desatino, a pesar de que en cualquier conversación sobre ellas se hable, por lo común, para no comprenderlos. Como redimir esta profunda acedia tras corroborar el fracaso de las expectativas de aquella generación que se hizo cargo de lo que parecía el naufragio de la dictadura y que, en realidad, lo que consiguió fue reflotar muchas de sus prácticas pero bajo un pabellón de conveniencia. Si, la razón se aviene a modos que el corazón no entiende ...

Quizá con ello pretendía incidir en esa incapacidad humana para responder a sus desafíos cuando éstos son colectivos, al parecer por ese condicionante genético regresivo que nos impide colaborar y se afana por competir, como si con ello se pudiera saciar y con ello inhibir ese profundo y bien nutrido miedo irracional al simple vagar, al simple vivir... Si, convencido por el tesón para evitar la indolencia, sólo pensaba en comprender cómo cambiar tal decepción a fin de siquiera intuir y poder compartir otro amanecer.

Pero todo ocurrió hasta que por azar me encontré con la antedicha cita de Montequieu, que desveló la impericia por infructuosa de aquél vano intento, mostrándome que la única utilidad para esas cuitas del pensamiento fuera si acaso exigir, respecto al mercado político y a cada uno de sus comisionistas, exclusivamente las frías cuentas. El de qué se jactan en el haber y a quién reparten en el deber, sin otros considerandos que el puro y duro rendimiento que contrae también para ellos el modelo económico que los sustenta y del que, como a cualquier otra industria o negocio, se le deben exigir dividendos. Aunque todo esto lo tendré que dejar para otro encuentro, en dónde éstos muestren si fuera posible o no reconfortar al sentimiento cuando éste, ya perdido de su centro, sólo insista en cambiar radicalmente las propias reglas del juego.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Efectivamente compañero, insistir en la vía moral (o racional, me da igual, dado que ambas son la misma y una sola cosa), es transitar por vía muerta y, por añadidura, correr el riesgo de descarrilar, como ya sucedió con todas las revoluciones que en el mundo han sido. A mí también me ha llamado la atención la cita de Montesquieu, que tan bien resume su Espíritu de Las Leyes. Las arengas morales solo conducen a subidas de tensión y accesos de ira del respetable y, probablemente, a la secreta mofa de los arengados. ¿Para qué exigirle al político que sea de tal o cual modo, cuando lo que de verdad importa es que haga tal o cual cosa? Se podrá argüir que si se es de determinado modo no es posible hacer determinadas cosas. Pero nadie es siempre y en toda circunstancia fiel a sí mismo. Así que no hay más remedio que llevar de algún modo la contabilidad de las acciones de gobierno y, hasta ahora, las sociedades humanas no han inventado otra cosa mejor para ello que las instituciones públicas. Por eso la primera labor de todo despotismo, se oculte o no detrás de una falsa democracia, es el descrédito y el vaciado de contenido institucional empezando, si es necesario, por uno mismo. De ahí que el político sufra tan poco con el descrédito de la política. Senado, Parlamento, órganos de Gobierno, Judicatura, y detrás de ellos administraciones públicas, sindicatos, órganos económicos, universidades, etc. Todo va cayendo en la trituradora del desafecto y la sospecha. Y sin instituciones, o con meras sombras de ellas, la corrupción está servida, por muchas arengas morales que inunden el debate público y privado

Saraviolin dijo...

Que sepas que lo leo y me gusta lo que dices. Lo realmente absurdo es que el capital gane tan poco pudiendo ganar mucho más si crease las condiciones económicas favorables para todos, realmente posibles de conseguir.
De una sociedad de pobres poco beneficio se puede sacar, y aunque uno sea rico será rico entre pobres, y aburrido por ende. Es extraño que no quieran ser los más ricos entre ricos, que les proporcionen riquezas impensables.
Javier

TRANSIDO dijo...

La infidelidad hacia uno mismo es sin duda un interesante tema de análisis vinculado con la transgresión.

No creo que sean las Instituciones Públicas los útiles correctos para llevar "la contabilidad de la acción de gobierno", pues la acción de gobierno se mide por los resultados contantes y sonantes. En ese sentido las Instituciones son meros depositarios de la voluntad de gobierno, entes instrumentales para impulsarla en su ámbito.

El descrédito que pueden tener hoy las Instituciones es la consecuencia del descrédito de la acción de gobierno por su falta de resultados, debido a la ineficacia de sus acciones respecto a los problemas que acucian a la mayoría de la población.

No son precisamente "las instituciones" las que han evitado la orgía de corrupción que nos afecta. Estamos donde estamos precísamente por no ejercer el papel que les corresponde, tanto a ellas como a los funcionarios que las habitan,

Las Instituciones y las Administraciones Públicas han sido, por el contrario, partenaires de "la fiesta". ¿Qué ha hecho el "tribunal de cuentas"?, ¿qué control ha ejercido el Banco de España?. ¿Dónde están las denuncias de la Intervención General del Estado o siquiera de los Interventores municipales?. ¿Y los Defensores del Pueblo, hasta dónde han llegado sus requerimientos?. Y si habláramos de los órganos institucionales de la judicatura ... o ¿no hay connivencia de los órganos jurisdiccionales en toda esta trama?. O de todos esos Consejos existentes, órganos consultivos, inoperantes, etc...

No, el descrédito de las Instituciones es consustancial al descrédito de la propia acción de los sucesivos gobiernos de este despotismo cateto tan poco ilustrado... De ahí que se extienda por ende a los productos que de ellas dimanan, como "la justicia", "la educación", "el urbanismo", "el medio ambiente", etc, etc.

TRANSIDO dijo...

Gracias por tu comentario Saraviolín. El capital se ha desprendido de sus ataduras, entre ellas la de su "rentabilidad social", por un lado, por el trasvase de activos de la economía real a la economía virtual, de la economía productiva a la especulativa y por otro, por la desvinculación creciente entre beneficios y producción.

Las pérdidas de unos son rentables para otros. Hoy más que nunca en la circulación es en dónde reside "el negocio", todo ello en el marco de la concentración de poder en un mundo globalizado.

Ya no es un problema de gestión de la riqueza en los propios paises ricos, que también, sino de la vinculación de las economías entre países ricos y países emergentes. Que en éstos últimos mejoren las condiciones sociales lleva implícito que en los nuestros empeoren. El capital elige a los pobres que le son rentables para sus fines y si hace falta los crea... En esa tarea sus gestores no se aburren, por el contrario, se deleitan con el espectáculo que les ofrece el sufrimikento ajeno.

En el mejor de los casos, la tierra hay que roturarla tras cada cosecha - eso lo conoces tú mejor que yo - para que vuelva a poder ser explotada, hasta ser totalmente expoliada y abandonada.