DISTANCIA / PERSPECTIVA
Maurits Cornelis Escher
“La rebelión que
tiene en cuenta la realidad se convierte en la marca de quien tiene
una nueva idea que aportar a la industria”
(Th.W. Adorno)
(Th.W. Adorno)
La
percepción de lo que ocurre no se distorsiona por la distancia desde
la que se observa sino por el ángulo desde dónde se enfoca. Toda
nuestra percepción de “la realidad” se encuentra mediatizada a
través de la información y, con ello, cualquier análisis que pueda
realizarse sobre la misma, de tal forma que la crítica que se
realice sobre el sistema que ejerce el dominio tiende a frecuentar
espacios de rebelión en el discurso pero, a su vez, prácticas de
conformidad en el comportamiento. De este modo, ante algo novedoso,
se recurre al síntoma, al significante, al estereotipo como
instrumento para asimilar lo que aún no se comprende. Es simple,
deglutimos en vez de rumiar y con ello banalizamos a priori. Por
ello y con independencia de la distancia que tomemos o del ángulo
que escojamos para nuestro análisis, la comprensión se circunscribe
a un modelo preestablecido, bipolar, sectario o maniqueo que, si lo
referimos por ejemplo al ámbito político, se desmenuza en una única
cuestión previa: ¿son de “derechas” o son de “izquierdas”?.
Así, la ideología prevalece o se antepone a los hechos y, de este
modo, el argumentario tiende a buscar su identidad en el concepto y
no en lo sustantivo, en el significante y no en el significado, en el
mensaje y no en el acontecimiento. Es así como suplantamos las
partes por el todo, las estrellas por el firmamento, algo parecido a
los juicios que emite el analista mental al calificar a una persona,
erradicándola de antemano, cuando espeta: “ahí va una
esquizofrenia”. Es en esa indistinción del sujeto en pro del
objeto lo que caracteriza entonces al juicio, como cuando buscamos la
propia identidad en la diferencia en contra de lo que nos asemeja.
Es en este
sentido como el sistema de dominio, a través de su “industria
política y mediática”, requiere de nuevos productos que nunca
lleguen a colmar las necesidades que él mismo produce. Y así, ya sea
a través de una alternancia generacional en las propias filas de un
partido político o por la aparición de “nuevas” propuestas,
marcas, en el mercado electoral, en cualquier caso, éste mantendrá
la oferta suficiente para estimular la debilitada demanda que en la
actualidad hay de estos productos.
Porque hoy
lo más destacable por coincidente en cualquier análisis, aportado
por las consultoras de opinión en sus proyecciones, es la
manifestada abstención, que constata la profunda desafección social
respecto a los políticos, considerados cada vez más por la
población como origen del problema y no como parte de la solución.
Con ello, lo que se cuestiona en el fondo no es el pronóstico sobre
quién gane o pierda, suba o baje su expectativa de intención de
voto, sino el propio sistema en su conjunto como instrumento pantalla
para ejercer el dominio y producir dolor.
En efecto,
mayoritariamente los ciudadanos se encuentra indignados y hartos ante
la corrupción generalizada en todos los estamentos institucionales,
tanto públicos como privados, corrupción hasta hoy no castigada
ejemplarmente por la judicatura a pesar de los procesos abiertos en
curso. Porque el modelo “corruptivo” español alcanza a todas las
esferas sociales, descollando la profesionalización de la picaresca
en cualquier corporación o desde cualquier administración; al igual
que también ocurre en el intercambio cotidiano de mercancías y
servicios, impregnando de un barniz de incoloro-taimado a toda la
sociedad. Este es el método por extensión que se ha impuesto sobre
cualquier otra forma para garantizarse la vida, esa es la raíz sobre
la que se asienta nuestra cultura económica y de intercambio, el
tegumento moral: redes de corrupción interdependientes que se
protegen por su proliferación, ubicadas en todos los espacios y que
afectan a todos los estamentos.
Ante ello
empiezan tímidamente a florecer “flores de papel”, que pretenden
dar respuesta a esta situación de intoxicación generalizada. Así,
si prescindimos de los partidos hasta hoy mayoritarios, dichas
propuestas en unos casos comienzan a materializarse como en la del
PartidoX, presentado recientemente en una especie de operación que
quiere patrimonializar para su causa, en lo posible, todo el
descontento social existente. Una propuesta promovida por un grupo de
ciudadanos sin nombre, que diseñan desde su propia red las bases de
un programa político, que se sustenta en dos pilares, “la
profundización democrática” y un “plan de emergencia contra la
crisis en beneficio de la ciudadanía”. Cuenta con personas que
vienen realizando una importante labor beligerante contra las redes
de corrupción así como el
apoyo de expertos
electorales que atisban una "oportunidad
de mercado”, parecida a la dispuesta por Beppo Grillo en Italia o
Syriza en Grecia, pronosticándole 1.200.000 votos para
las próximas elecciones europeas. Cabe, no obstante, objetar que su
presentación no ha significado romper con el oscurantismo en su
formulación, su necesaria apertura social, manteniéndose por hoy en
el cenáculo de sus fundadores el secretismo más absoluto sobre la
elaboración de propuestas programáticas, la búsqueda de la
confluencia con otros movimientos sociales emergentes o la
participación efectiva de posibles simpatizantes anónimos. Dicen
que “están trabajando aunque no se les vea”(¡!).
Por otro
lado, la “izquierda orgánica” (IU) está ilusionada con realizar
el “sorpasso” y dejar al PSOE como tercera fuerza parlamentaria.
Para ello intenta cooptar todo ese descontento e indignación social
a través de vincular a sus propuesta, de cara a las venideras
consultas electorales, a otras fuerzas políticas como EQUO u otros
partidos de izqda. que operan localmente en las distintas autonomías. Así
mismo, a través de una estrategia envolvente, se pretende impulsar distintas
plataformas ciudadanas como “Frente Cívico”, “Convocatoria
Cívica”, etc. a fin de "atraer a la calle para llevarla
hacia la política”, cuando en
realidad lo que la calle demanda es que los políticos de izquierda
dejen sus poltronas y salgan a la calle.
En
cualquier caso, bajo este prisma, si pudiera haber una viabilidad
política alternativa mayoritaria a la gestión neoliberal que
realizan los partidos políticos al uso, sean de “izquierda” o de
“derecha”, pasa ineludiblemente por superar en su programa
político esa dicotomía a la hora de poder atraer mayoritariamente a un electorado desencantado. Porque, no se trata de refundar “la
izquierda”, se trata de dar respuesta concreta a las necesidades de
la mayoría de la población del país con un programa político
viable, que sume y que impida que se vuelvan a instalar en el poder las mismas
prácticas que ahora hay que erradicar. Una opción que debe
construirse superando el odio fratricida, el sectarismo ideológico y
el maniqueísmo inoperante y que, a su vez, pueda ser la única opción que garantice
que no se produzca el posible pacto PP-PSOE para mantener, tras las
próximas elecciones generales, el actual status quo.
Bajo otra
perspectiva, las personas y colectivos sociales impulsores de las
movilizaciones del 15M mantienen aún abiertas sus expectativas en
este debate sobre la conveniencia para sus propósitos de participar
o no en política a través de los partidos o, por el contrario, de
hacer política activa desde la calle, como una forma de oposición
constructiva ciudadana al propio sistema, sin necesidad de participar
orgánicamente en él. Una disyuntiva que puede llevar a la división
en su seno y, por ello, a su debilitamiento si primara por algunos de
sus componentes la opción de auparse al carro político para obtener
exiguas cuotas de poder, diluyéndose con ello en parte la esencia de
sus movilizaciones o, por el contrario, mantener la unidad para conformar su fuerza por la renuncia explícita al espacio político de
los partidos, aumentando con ello su capacidad de convocatoria y de
ofrecer y compartir respuestas a los problemas concretos de los
ciudadanos, despreciando el gasto inútil de energía en proyectos
sectarios tribularios siempre del poder y recurrir, por contra, al
apoyo mutuo, intentando cambiar a corto paso la propia vida, en el
pequeño espacio que uno y su circulo cercano abarca, estableciendo
otros modos de relación y colaboración ciudadanos, sin delegar la
responsabilidad, afirmando y no negando por el placer de
comprometerse, desbaratando ese solipsismo de que “para cambiar la
sociedad hay que conquistar el poder” que, a la vista de lo
acontecido en los últimos 100 años, se convierte en su contrario,
al haberse perpetuado en él modos absolutistas o totalitarios de
dominio sobre la población ... por una minoría que no la representa.
2 comentarios:
Excelente reflexión, que suscribo palabra a palabra. Graciasss
Un beso grandote
A tí por compartirla Inma.
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