ERROR EN EL DIAGNÓSTICO
Un sabor agridulce recorre este
otoño, es el fruto podrido
que se
desprende del árbol de los sueños truncados.
Ahora
que bullen las ollas de corrupción el diagnóstico que sobre ella
se hace por los líderes políticos de “Podemos” elude
corroborar que ésta se asienta en todos los estratos y estamentos
sociales, que afecta a cualesquiera de los comportamientos y las
relaciones humanas teñidas por la competencia en detrimento de la
colaboración, que se ejerce a través de los intercambios por la
explotación en las relaciones laborales en cualesquiera de sus
ámbitos, que es consustancial en las conductas
sociales porque es parte de nuestra cultura y tradición,
de nuestra forma de encarar el tránsito vital personal y en sociedad.
Curiosamente
el diagnóstico que se realiza sobre ella quiere circunscribir
su práctica a una serie de individuos aislados que han ejercido, o
ejercen, el poder político o económico en su propio y exclusivo
beneficio, detrayendo del erario público los recursos económicos
de todos los ciudadanos en su propio y exclusivo interés. Ello,
siendo cierto, no es exclusivo, como quiere hacérsenos entender, de
las prácticas o las conductas que, a otra menor escala, también se
dan entre la mayoría de la población.
Debe
ser que no se quiere ofender a sus posibles votantes si se señalase
implícitamente que también ellos son responsables de la misma, ya sea
por omisión, al poner la vista en otra parte durante tantos años, o
por no reconocer que los políticos que se tienen se corresponden con
los ciudadanos que los sostienen; cómo si “la casta” estuviera
constituida por seres extraterrestres o inmigrantes clandestinos.
Ese
discurso que deposita las responsabilidades sobre “los otros” es
una monserga repetida y repetida en todas las prácticas de las que
se echa mano para la exculpación. Pero no debe llevarnos a engaño
hablar de “otros” en vez de hablar de “nosotros”. De hecho, a
diferencia de los países de nuestro entorno, fue “entre nosotros”
la masacre fratricida de la guerra civil, y eso conviene tenerlo muy
presente.
Si
cualquier acto político es pedagógico de por sí, aunque en la práctica
sea lo contrario contribuyendo a la mansedumbre, ese diagnóstico no
sólo yerra sobre el problema sino que contamina o limita en gran
manera las medidas a tomar para una posible solución a medio y largo
plazo.
El
poder político y económico que durante la dictadura fuera ejercido
a través de “la imposición” dio paso, con el advenimiento
democrático, a su ejercicio a través de “la manipulación”. La
ausencia de “libertad”, fundamentalmente de expresión, fue el
señuelo utilizado para crear esta ilusión y seducidos
colectivamente por “la expresión” nos dejamos secuestrar “la
opinión”. La política oculta de “la caverna” dio paso a la
política como espectáculo y, como anunciara Schwartzenberg, "a
través de los medios de comunicación el espectáculo del poder ha
llegado a sustituirlo en la práctica".
Si se
pretende hacernos creer que la participación popular en los asuntos
políticos es asistir masivamente a las tertulias del ramo, discutir
acaloradamente en los desayunos con los amigos o vecinos sobre los
entresijos del poder a través del destape de los casos de
corrupción, para luego ir a votar a una nueva fuerza política
emergente que vaya a solucionar un problema que ni siquiera
identifica correctamente, estaremos contribuyendo a dilatar
enfrentarnos a él. Porque lo acuciante no es solo destapar toda la
mierda, sino también e ineludiblemente sentar las bases para que no
se pueda volver a repetir y eso pasa por asumir individual y
colectivamente ser parte del problema antes de creer que corresponde
a otros su solución.
1 comentario:
Completamente de acuerdo.
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